Feminismos para la revolución. Laura Fernández Cordero

Feminismos para la revolución - Laura Fernández Cordero


Скачать книгу
facilitar la lectura–, se invita a desconfiar de las continuidades lógicas, del etapismo y de las olas. Ese tipo de organización de la memoria resulta útil en muchas circunstancias –en especial, las pedagógicas–, pero no alcanza a ser el único modo de contar la historia feminista. Cuanto más esquemático es el relato, mayor riesgo de simplificar lo abigarrado, acallar lo extemporáneo o invisibilizar los márgenes.

      * * *

      Este libro se suma al largo intercambio entre las izquierdas y los feminismos, ya no suponiendo dos entidades concretas y definidas –que, según el momento o la geografía, se avienen a un matrimonio feliz, un noviazgo fallido o una separación tajante–, sino explorándolos como espacios que se están conformando mientras debaten. Rebeldías, insurrecciones, revueltas y emancipaciones hubo muchas a lo largo de la historia; pero socialismos, anarquismos, comunismos y feminismos comenzaron a tomar forma y nombre en ese proceso que se abrió alrededor de la Revolución Francesa y no cierra todavía.

      Entre una Clara Zetkin, pilar del partido socialdemócrata, y una Maria Lacerda, que se resiste contra cualquier filiación política, aquí se presentan posicionamientos muy disímiles, pero todas tuvieron alguna participación en espacios de izquierdas que, con distintos grados de centralidad, incluían en su ideario o programa una preocupación por la denominada “emancipación femenina” o por la “cuestión de la mujer”. Sus recorridos personales confirman la importancia de la lectura y la escritura como prácticas liberadoras; la mayoría fundó periódicos, editó folletos y libros o animó revistas con gran esfuerzo por conseguir los recursos materiales necesarios. Muchas veces en velada o manifiesta controversia respecto de los órganos de expresión del partido o del movimiento, como se refleja en algunos títulos: Maison du Peuple y La Voix des Femmes, La Protesta Humana y La Voz de la Mujer, La Antorcha y Nuestra Tribuna.

      Revistas viajeras, epistolarios copiosos, giras de propaganda, libros en traducción son prueba de un decidido internacionalismo. Con intercambios que no siempre partieron desde los centros europeos hacia las periferias latinoamericanas, sino que establecieron diálogos horizontales en distintas direcciones geográficas e ideológicas. (Un pulso similar tuvo la construcción de esta antología, al contrarrestar las fronteras clausuradas y los aislamientos obligados por la pandemia del covid-19 con veloces fotografías caseras, generosos documentos adjuntos y cálidos envíos de libros recién editados). Aquellas publicaciones guardan las huellas de una polémica recurrente con los hombres que declamaban la doctrina de la “emancipación de la Mujer” pero oponían resistencia a las libertades de las compañeras. Ellas aprenderían a asumir su lucha en primera persona y en una doble batalla, hacia la vida política en general y hacia el interior de sus colectivos; siempre con esforzadas negociaciones o con rupturas, desplantes y portazos que sonaban como denuncia de los límites del espacio que pretendía contenerlas.

      Al parecer, incluso las consignas de emancipaciones femeninas o las fórmulas como “mujer y socialismo” escondían orientaciones tácitas de justas medidas y buenos modales; por ejemplo, en línea con el partido, en voz moderada, secundando. O con sensibilidad, prudencia, virtud y bondad. O con dedicación casi exclusiva a los temas “de mujeres” como si fueran “labores propias de su sexo”, expresión muy común por entonces. Hubo que aprender, también, que cualquier desliz por fuera de esas pautas podía conllevar insultos y comentarios sobre la moral o el comportamiento sexual de la mujer (muy) pública. No siempre la respuesta de ellas fue en el sentido más rebelde; muchas quedaban entrampadas en el pudor o les era difícil ejercer su libertad con tan poca información, con escaso acceso a métodos anticonceptivos seguros y con violencias naturalizadas.

      Junto con la mentada “cuestión de la mujer” el de estas voces es, también, el tiempo de la “cuestión sexual” con un amplio despliegue de las sexologías, como dispositivos de saber y de poder, más los comienzos de los activismos para la despenalización de la homosexualidad. Las discusiones sobre la libertad sexual se dieron en los espacios más progresistas y de izquierdas, como lo demuestra la conformación de la Liga Mundial por la Reforma Sexual, que en 1928 fue encabezada por tres hombres: el médico y activista alemán Magnus Hirschfeld, el sexólogo británico Henry Havelock Ellis y el psiquiatra suizo Auguste Forel. La tensión entre “revolución” y “reforma” conformaba todo un paradigma que resultaba progresista respecto de las posturas religiosas y conservadoras, sobre todo al procurar distinguir entre goce y procreación, y al no criminalizar la homosexualidad. Sin embargo, siguió entendiendo la sexualidad como una faceta instintiva, sujeta a la dicotomía varón-mujer y reprimida por factores sociales que, bajo un sistema injusto, podían generar “desviaciones” respecto de su cauce natural. La maternidad fue considerada un destino y la reproducción, analizada con una mirada eugenésica por entonces muy en boga, mientras que la explotación y la hipocresía de la doble moral eran señaladas como causas de esa otra institución solidaria del matrimonio burgués, la prostitución. Con algunos pocos matices, los textos que componen esta antología comparten ese marco que, pese a sus limitaciones, propició nuevas libertades y subjetividades, y recién mostró signos de quiebres en la segunda mitad del siglo XX, cuando otras izquierdas y otros activismos se aliaron en favor del “sexo y la revolución”; así, surgieron nuevas configuraciones teóricas para comprender cuerpos y deseos.

      Esta antología no tuvo como principio de selección una Mujer con mayúsculas. Al contrario, intenta exponer las vicisitudes de una figura siempre en disputa. Quienes luchaban por conquistar derechos para las ciudadanas partieron de un contexto que las consideraba biológicamente débiles e inferiores. Desafiaron academias enteras para construir la mujer del derecho civil y político. Contra esa vertiente liberal, las obreras quebraron la ilusión sobre la igualdad femenina al insistir en las diferencias de clase. En un sentido similar, actuarían las mujeres de todos los colores por fuera de la supuesta uniformidad blanca y las que se querían libres del mandato heterosexual. Ni biologías ni esencias femeninas fueron viables para sostener una Mujer indiscutida, y esa inestabilidad, que se vislumbra en cada texto de esta selección, encontrará su síntesis, a mediados del siglo XX, con Simone de Beauvoir: “No se nace mujer, se llega a serlo”.

      Esta antología no pretende ser un proyecto de visibilización. Muchas de estas biografías ya han sido retomadas, incluso hasta la canonización militante. Algunas recibieron atención por parte de sus colegas o integrantes de sus agrupaciones y alcanzaron a un gran público lector. Aquí, en cambio, se invita a pensar el mecanismo mismo de esa visibilización/invisibilización en tanto lógicas de la construcción de cánones, programas de estudio, paneles de debate o, precisamente, antologías. Un juego de luces y sombras que opera en la historiografía y en la memoria política, y que debemos revisar con actitud aún más crítica cuando responde a nuestras preferencias o se solaza en los cupos cumplidos.

      En esta cadena de sentidos compartidos a través de la historia no es necesario aclamar la originalidad ni justificar pionerismos, sino comprender singulares flexiones individuales, combinaciones personales de un drama histórico, eslabones preciosos de un nuevo engarce. Más que en el nombre propio o en la persona concreta que escribió, a veces en carne viva o ante la muerte, se busca centrar la atención en esa figura que, en cada texto, asume la primera persona y organiza distintas estrategias argumentativas para criticar, discutir, persuadir, enamorar.

      Esta colección de textos no les pide coherencia: nos gustan así, desmañados. Sin pretender corregir o aleccionar, invita al desbarajuste de las interpretaciones. Y a la conmemoración con una herramienta filosa en mano, una que pueda contra el mármol de los mitos. Queremos vida. Eso lleva tanto más trabajo, porque es preciso escarbar datos, descongelar imágenes muy apreciadas, destartalar figurones. Sobre todo, cruzar información, revolver archivos, identificar no el mejor relato, sino el más documentado. Y, después, no temer equivocarse en el nuevo armado que será precario en su verdad aunque meditado, y siempre discutible.

      Esta antología quiere ser parte de los feminismos que no son refugio de identidad ni barrera de control sobre los cuerpos. Nada más alejado de las versiones que se llaman a sí mismas radicales y se abroquelan en una supuesta definición biológica, desde la cual excluyen a quienes no cumplen sus acotados y fantasiosos parámetros “naturales”. Al contrario, los feminismos que todavía tienen mucho


Скачать книгу