Universo paralelo. Luiz Fernando Sella
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Universo paralelo
Ellos descubrieron una nueva medicina, el Dios real y el amor verdadero
Luiz Fernando Sella - Daniela Tiemi Kanno
Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Índice de contenido
TÚ ¿ERES NISSEI, SANSEI, O NO SE QUÉ?
CONSTRUYENDO MI CASTILLO EN LA ARENA
DE REGRESO A LAS VILLAS MISERIA
“NO TEMAS, PORQUE YO ESTOY CONTIGO”
Universo paralelo
Ellos descubrieron una nueva medicina: el Dios real y el amor verdadero
Luiz Fernando Sella y Daniela Tiemi Kanno
Título del original: Universo Paralelo. Eles descobriram uma nova medicina, o Deus real e o verdadeiro amor, Casa Publicadora Brasileira, Rodovia SP 127, Km 106, Tatuí, Brasil, 2014.
Dirección: Pablo M. Claverie
Traducción: Graciela López de Pizzuto
Diseño de tapa: Renan Martín
Diseño del interior: Giannina Osorio
Ilustración de tapa: Shutterstock (Banco de imágenes)
Libro de edición argentina
IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina
Primera edición, e - Book
MMXXI
Es propiedad. © Casa Publicadora Brasileira (2014). © Asociación Casa Editora Sudamericana (2015, 2021).
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-414-9
Sella, Luiz FernandoUniverso paralelo: Ellos descubrieron una nueva medicina: el Dios real y el amor verdadero / Luiz Fernando Sella ; Daniela Tiemi Kanno. - 1ª ed . - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2021.Libro digital, EPUBArchivo digital: OnlineTraducción de: Graciela López de Pizzuto.ISBN 978-987-798-414-91. Vida cristiana. 2. Relatos. I. Kanno, Daniela Tiemi. II. López de Pizzuto, Graciela, trad. III. Título.CDD 248.5 |
Publicado el 15 de abril de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)
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TÚ ¿ERES NISSEI, SANSEI, O NO SE QUÉ?
Por Daniela
Yo soy sansei, tercera generación de inmigrantes japoneses. Mis abuelos vinieron a la República del Brasil, desde el Japón, después de la guerra. Y, como una verdadera descendiente, crecí en un hogar en el cual mis padres, y toda la familia, intentaban mantener la disciplina y las costumbres orientales, siguiendo los principios sintoístas por tradición.
Mis abuelos fueron los fundadores de la Asociación Japonesa de la ciudad, el Bunka. Y, aun antes de ser alfabetizada en portugués, yo ya concurría a una escuelita en la cual aprendí la lengua japonesa. Crecí escuchando canciones tradicionales del Japón, siempre teniendo amiguitos también descendientes de japoneses, y comiendo platos típicos japoneses, tales como gohan, sushi y missoshiru. Cuando alguien moría, toda la familia se reunía para la “misa” en un templo sintoísta, y encendíamos incienso a los muertos. Todos los domingos, mientras mis tíos se reunían para jugar a las barajas, las mujeres se quedaban, expectantes, a fin de mirar en la televisión el programa “Oshin”, una novela que contaba la historia de una niñita que había sido cambiada por una bolsa de arroz.
A los seis años de edad me matricularon en un colegio de monjas, donde casi todos mis primos ya habían estudiado. En un país católico, necesitábamos hacer el catecismo, para después poder casarnos en la iglesia. La disciplina y las costumbres rigurosamente exigidas por las monjas agradaban a mi familia. En la misma época, me inicié en mi primer deporte, la natación; e inmediatamente mis padres me enviaron para que estudiara piano.
–Ustedes necesitan, por lo menos, hacer un deporte y tocar un instrumento –nos decía a mis hermanos y a mí nuestro padre, en tono muy serio.
Mis padres siempre dedicaron todo su tiempo y su dinero a proporcionarnos lo mejor, a fin de que disfrutáramos de mejores condiciones de las que habían tenido ellos. Mi padre, siendo médico, vivía haciendo guardias y trabajando mucho. Mi madre dedicaba su tiempo a las idas y las venidas desde una escuela hacia la otra. Me acuerdo que en la puerta de la heladera había un papel con los horarios de clases de piano, japonés, catecismo, natación, tenis... Aun así, a veces ella se perdía, y acababa olvidando a alguno de sus hijos en algún lugar.