La Tierra está en nuestras manos. Leonardo Boff

La Tierra está en nuestras manos - Leonardo Boff


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      Hemos de abrirnos a esta nueva cosmología y creer que aquellas energías (expresión de la Energía suprema) que está produciendo el universo desde hace más de trece mil millones de años están también actuando en la actual crisis económico-financiera. Dichas energías nos obligarán, ciertamente, a dar un salto cualitativo, rumbo a otro modelo de producción y de consumo que, efectivamente, nos salvaría, pero lo haría de un modo más conforme a la lógica de la vida, a los ciclos de Gaia y a las necesidades humanas cotidianas.

      3. EL PARADIGMA PLANETARIO

      La globalización conlleva un fenómeno más profundo que el eco- nómico-financiero. Implica la inauguración de una nueva fase de la historia de la Tierra y de la humanidad. Para entenderlo, el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn y el físico cuántico Fritjof Capra introdu- jeron en el debate el problema del cambio de paradigma. Y es que, evidentemente, estamos cambiando de paradigma civilizacional.

      Con lo cual queremos decir que está naciendo otro tipo de per- cepción de la realidad, con nuevos valores, nuevos sueños, nuevas formas de organizar los conocimientos, nuevos tipos de relación social, nuevas formas de dialogar con la naturaleza, nuevos modos de experimentar la Realidad Última y nuevas maneras de entender al ser humano en el conjunto de los seres.

      Este paradigma naciente nos obliga a efectuar progresivas trave- sías: conviene pasar de la parte al todo, de lo sencillo a lo complejo, de lo local a lo global, de lo nacional a lo planetario, de lo planetario a lo cósmico, de lo cósmico al misterio, y del misterio a Dios. La Tierra no es simplemente la suma de lo físico, lo vital, lo mental y lo espiritual.

      Por supuesto que contiene todas estas dimensiones articuladas entre sí, formando un sistema complejo, lo cual nos permite percibir que todos somos interdependientes.

      El destino común ha sido globalizado. Ahora, o cuidamos de la hu- manidad y del planeta Tierra, o no tendremos ya futuro alguno. Hasta hoy podíamos consumir sin preocuparnos por el agotamiento de los bienes y servicios naturales; podíamos hacer el uso que quisiéramos del agua potable, sin conciencia alguna de su extrema escasez, tal como fue experimentada entre los meses de febrero y abril de 2015 en las grandes ciudades del sur de Brasil; podíamos tener todos los hijos que quisiéramos, sin temor alguno al exceso de población; podíamos hacer la guerra sin miedo a que se produjera una absoluta catástrofe para la biosfera y para el futuro de la especie humana... Pero ya no nos está permitido pensar y vivir como antes. Tenemos que cambiar, como condición para nuestra supervivencia en la biosfera.

      Para la consolidación de este nuevo paradigma es importante superar el fundamentalismo de la cultura occidental, actualmente mundializada, que pretende detentar la única visión de las cosas válida para todos. La realidad, sin embargo, desborda todas las repre- sentaciones, porque está llena de infinitas virtualidades que pueden hacerse realidad de otras maneras, no precisamente occidentales.

      Por otra parte, el peligro que corremos nos proporciona la opor- tunidad de reorganizar de una manera más justa y creativa la hu- manidad y toda la cadena de la vida. Tal creatividad está inscrita en nuestro código genético y cultural, porque solo nosotros hemos sido creados como creadores y copilotos del proceso evolutivo.

      El efecto último será una Tierra multicivilizacional, caracterizada por todo tipo de culturas, modos de producción, símbolos y cami- nos espirituales, todos ellos acogidos como expresión legítima de lo humano, con derecho de ciudadanía en la gran confederación de las tribus y los pueblos de la Tierra.

      Por eso debemos mirar hacia delante, hacer acopio de todas las señales que nos orientan hacia un desenlace feliz de nuestra peligrosa travesía y gestar una atmósfera de bienquerencia y de fraternidad que nos permita vivir mínimamente felices en este pequeño planeta, escondido en un rincón de una galaxia de tamaño medio, dentro de un sistema solar de quinta categoría, pero bajo el arco iris de la buena voluntad humana y de la benevolencia divina.

      Las inspiradas palabras del ex Presidente de la República checa, Vaclav Havel, nos desafían: «La tarea política central en los próximos años consistirá en la creación de un nuevo modelo de coexistencia entre las diversas culturas, pueblos, etnias y religiones, formando una única sociedad interconectada».

      4. LA ERA DEL ECOZOICO CONTRA LA ERA DEL ANTROPOCENO

      La visión del mundo imperante, mecanicista, utilitarista, antropo- céntrica y sin respeto alguno por la Madre Tierra y por los límites de sus ecosistemas solo puede llevar a un peligroso callejón sin salida: acabar con las condiciones ecológicas que nos permiten mantener nuestra civilización y la vida humana en este esplendoroso planeta. Este fenómeno lo denominan los científicos como la era del antro- poceno. Con ello se pretende denunciar que el gran peligro para la supervivencia de la especie humana y de la biosfera es el propio ser humano, ultra-agresivo e irresponsable.

      Ahora bien, como todo tiene dos vertientes, veamos la vertiente prometedora de la crisis actual: el alborear de una nueva era, la del ecozoico. Esta expresión fue sugerida por Brian Swimme, uno de los principales astrofísicos actuales, director del Centro para la Historia del Universo, del Instituto de Estudios Integrales de California.

      Vivíamos bajo el mito del progreso, pero lo entendíamos, de manera distorsionada, como control humano sobre el mundo no humano, al objeto de conseguir un pib cada vez mayor. La forma co- rrecta consiste en entender el progreso en sintonía con la naturaleza y midiéndolo en términos del funcionamiento integral de la comunidad terrestre. El Producto Interior Bruto no puede hacerse a costa del Producto Terrestre Bruto. Ahí radica nuestro pecado original.

      Olvidamos a menudo que nos encontramos dentro de un proceso único y universal –la cosmogénesis– diverso, complejo y ascendente. De las energías primordiales llegamos a la materia, de la materia a la vida, de la vida a la conciencia, y de la conciencia a la mundialización. El ser humano es parte consciente e inteligente de este proceso. Es un acontecimiento ocurrido en el universo, en nuestra galaxia, en nuestro sistema solar, en nuestro planeta y en nuestros días.

      La premisa central del ecozoico consiste en entender el univer- so como el conjunto de las redes de relaciones de todos con todos; entender también que los humanos somos, esencialmente, unos seres de intrincadísimas relaciones; y entender la Tierra como un superorganismo vivo que se autorregula y no deja de renovarse. Dado el ímpetu productivista y consumista de los humanos, este organismo está enfermando y volviéndose incapaz de «digerir» todos los ele- mentos tóxicos que venimos produciendo en los últimos siglos. Por el hecho de ser un organismo, no puede sobrevivir en fragmentos, sino en su integridad. Nuestro desafío actual consiste en mantener la integridad y la vitalidad de la Tierra, cuyo bienestar es el nuestro.

      Pero el objetivo inmediato del ecozoico no consiste simplemente en reducir la devastación en curso, sino también en alterar el estado de conciencia responsable de tal devastación. Cuando surgió el ceno- zoico (nuestra era hace 66 millones de años), el ser humano no tuvo en él influencia alguna. Además, nuestros ancestros apenas acababan de emerger en el proceso evolutivo. Actualmente, en el ecozoico, son muchas las cosas que tienen que ver con nuestras decisiones: por ejemplo, si preservamos una especie o un ecosistema o si, por el contrario, los condenamos a desaparecer. Los humanos co-pilotamos el proceso evolutivo.

      Positivamente, lo que la era ecozoica pretende, a fin de cuentas, es alinear las actividades humanas con las demás fuerzas que actúan en todo el planeta y en el universo entero, para alcanzar un equilibrio creativo y, de ese modo, poder garantizar un futuro común. Lo cual implica un modo distinto de imaginar, de producir, de consumir y de dar significado a nuestro paso por este mundo. Un significado que no nos viene dado por la economía, sino por el sentimiento de lo sa- grado frente al misterio del universo y de nuestra propia existencia. Es decir, de la espiritualidad.

      Pero las personas están incorporándose a la era ecozoica, la cual, como es fácil deducir, está llena de promesas, abriéndonos una ven- tana hacia un futuro de vida y de alegría. Necesitamos hacer una convocatoria general para que se generalice en todos los ámbitos y plasme la nueva conciencia.


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