Reverberaciones. Serena Solera
tan ocurrente. Lo cierto es que yo también he aprendido bastante del arte fotográfica. Mis cuadros también intentan captar la sorpresa y la unicidad de un momento. Al principio, momentos dramáticos, pero ahora, más bien, momentos luminosos. El subir de una ola, el ondear de las telas blancas, el contraste de las flores con el cielo.
- Sí. Has conseguido captar el fondo luminoso que hay en el interior de todas las personas. Quizá los que admiramos lo que sale de tu mente sabíamos previamente que existe tanta belleza en el mundo, pero no sabíamos dónde encontrarla. Y tú has funcionado como un espejo capaz de reflejar todo ello.
- Me miras con muy buenos ojos. No soy el único que pinta. Aureliano de Beruete, por ejemplo, hace unos paisajes de enorme calidad. Me gusta trabajar con él, como estos meses pasados en Toledo. Es un español que tiene mundo, pero a la vez sabe reflejar en sus lienzos nuestra peculiaridad.
- Sí, pero sus pinturas son tan distintas de las tuyas… tú viertes en ellas algo de tu propia luz.
- Yo vierto en ellas algo de la luz que tú significas para mí. ¡Cuán desgraciado hubiera sido yo si no te hubiera querido como te quiero. ¡Qué ratos tan tristes cuando no te pintase! Y la misma pintura no creo me compensase si tú no me hicieras feliz. Pintar y amarte, eso es todo.
Clotilde escucha y sonríe. Sabe que todo ello es verdad y acepta esta realidad tal y como es. El amor que existe de Joaquín a Clotilde y de Clotilde a Joaquín es inmaterial, pero hace posible este arte que sorprende al mundo. Ambos guardan silencio durante un tiempo. Se miran, se sonríen y mientras, el pintor avanza con su laboriosa tarea.
Al cabo de un rato, es el pintor quien empieza a hablar de nuevo. A veces el fluir de las palabras va acorde con el fluir de los trazos.
- Ha estado en Alemania este verano y ha visto una enorme galería en Berlín. Me ha dicho que es una buena galería para exponer el año que viene. Es de la Casa Schulte y parece que el espacio tiene varias salas con fondo claro, mientras que la última tiene un bonito color rojo oscuro. Y espacio, mucho mucho espacio. Si me ayudas haciendo el inventario como lo has hecho con la de París, seguro que volverá a ser un éxito. Tú además tienes muy buen ojo para saber cómo sería la colocación más adecuada. Podríamos hacer lo mismo: enviar toda la planificación y luego ir a Berlín para la inauguración.
- Sí, claro que lo haré. Pero me tiene inquieta María con esa tos que ahora tiene. Hay que ver de qué es. Una vez que esté yo tranquila con la salud de esta muchacha, ya me dedicaré a ello.
- Sí, estaremos los dos pendientes de ella. Nuestra hija mayor es frágil como una obra de arte. Beruete ha estado viendo durante el verano mucha pintura moderna por Stuttgart, Nuremberg, Dresde y Berlín. Alguna no le ha gustado nada, como el estilo Sezession y otra le ha gustado mucho, como la que ha visto en un museo de Berlín. ¿Viste el encabezamiento de su carta desde Alemania? Un precioso papel estampado con una imagen de una construcción típica y la inscripción “Alpenkurtort” y “Grindelwald”. Imaginarás que lo que más le gusta es encontrar Velázquez y Zurbarán cuando hace estos viajes.
- La verdad es que tenéis una interesante comunicación, vosotros los pintores. Un día es Anglada Camarasa, otro es Manuel Benedito, otro es Vittorio Pica, otro Clemens von Pausinger.
- Sí, es cierto, este austriaco quiso verme y que yo fuese a su casa de París antes de que fuésemos a Biarritz. Sí que nos interesamos por lo valioso que se crea. No es tan fácil asistir a un arte inspirador. Para nosotros, españoles, es importante conocer la repercusión de lo que hacemos también fuera de nuestras fronteras. Ese artista italiano, Vittorio Pica, que es realista, me habló de una exposición en Barcelona que le había impactado bastante, sobre una especie de diálogo entre Rodin y Zuloaga. Los artistas de otros países sienten que en España se mueven tendencias estéticas distintas y que nosotros estamos recorriendo caminos que a ellos también les interesan.
- Sí, August Rodin también nos escribió en París. Quería invitarnos a cenar y que fuésemos a ver su taller. No me extraña que se sintiera inspirado al ver tus cuadros. Seguro que, al verlos, se le ocurrieron esas imágenes tan oníricas que luego hace en escultura. Dicen que tiene no solo admiradores, sino también discípulos que quieren aprender su arte. Al ver sus esculturas, una pensaría que consigue sacar esas imágenes acariciando el material.
- Creo que sí los tiene. No es extraño, alguien inteligente y con talento podría aprender mucho a su lado.
- Sí, como los que han pasado a tu lado. Yo creo que han aprendido muchísimo contigo, Joaquín, el muchacho que nos envió Benlliure, Tomás Murillo, también ese joven mexicano tan educado, Francisco Goitia y la muchacha polaca, Mademoiselle Idanowska, que recorrió media Europa para aprender ciertas técnicas contigo. Es admirable.
- No te olvides del joven profesor norteamericano.
- Sí, es verdad. ¿Cómo se llamaba? Ya me dijiste que ha conseguido una plaza en una escuela de dibujo en Nueva York. Me admira tanto que hayas conseguido despertar ese deseo dinámico de atravesar por dos veces en el barco de vapor el océano y venir a Madrid a aprender aquí contigo.
- Sí, William E. B. Starkweather, es un hombre capaz y con bastante futuro, a mi entender. Seguro que habrá ocasión de colaborar con él más adelante.
- Eso, señor de Sorolla: ¿qué te parecería ir a Nueva York y conocer la Gran Manzana? Seguro que te gustaría pintar los aires de vida nueva que vienen de allí.
- El tiempo lo dirá. Lo que me gustaría, Clota, sería recorrer España y ser capaz de recoger en mis cuadros este país único que somos.
- ¿Has visto, niñito huérfano? Tú, que no tienes padres, resulta que ahora tienes afán de apadrinar a España.
- De momento tenemos que cuidar de nuestros tres hijos. Hablando del rey de Roma, ahí parece que vienen los tres.
En la sala de al lado, de repente, se ha oído un abrir y cerrar repentino y unas risas de tonos distintos. A los pocos segundos, entran una guapa chica de 16 años, un muchacho de 14 y una niña, muy risueña, de 11. Los tres irrumpen en la sala preguntando que dónde están papá y mamá y abrazándoles cuando les encuentran en la sala. Después, todos tres se arremolinan alrededor de su padre y del lienzo y le empiezan a decir lo guapa que está saliendo mamá, lo rápido que dibuja papá y preguntando cuándo nos vas a pintar de nuevo. Sorolla, también risueño, deja los colores y se acerca a los niños. Cuando se produce un poco de calma, le dice a su mujer que es el sino de los pintores: ser invadidos por los niños cuando intentan delinear sus trazos y que esto parece una escena meninesca, faltando solo el perro. Pero no olvida que sus hijos han sido también motivo de inspiración y de mejora de ciertas técnicas. Recuerda los ratos tan divertidos que ha pasado en el último año pintando Grupa valenciana, el cuadro que hubiese conseguido diez compradores antes de llegar a la exposición de París y las risas contagiosas de sus tres descendientes cuando les pintaba. En el fondo, piensa, estas son mis tres mejores obras de arte.
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