Darwin en Patagonia. James Button
Toldos de los indios patagónicos
Capítulo VI PATAGONES
Capítulo VII CHILE
Las autoridades chilenas
Capítulo VIII COLECCIONISMO
Coleccionismo científico
Capítulo IX DESPUÉS DEL VIAJE
Análisis después del viaje en el HMS Beagle
Los grandes desiertos de Patagonia y las montañas cubiertas de bosques de la Tierra del Fuego me han dejado una huella imborrable.
Charles Darwin
Autobiografía 1876
Capítulo I
LOS ANTECEDENTES
Desde el inicio de las cruzadas, las rutas comerciales hacia oriente eran terrestres. Marco Polo las reforzó cuando llegó a China, otorgándole control del comercio y gran poder a Venecia.
Después hubo exploraciones marítimas en busca de la especiería, realizadas primero por Vasco da Gama a través del cabo de Buena Esperanza, y luego la conocida travesía de Cristóbal Colón. Américo Vespucio y Hernando de Magallanes continuaron estas rutas hasta 1520, cuando este último descubrió Patagonia.
Durante un periodo de casi treinta años, España persistió en su deseo de abrir una nueva vía navegable hacia las especias en las Islas Molucas, en el archipiélago de Indonesia. Esta situación permitió descubrir las costas del océano Atlántico en América del Sur, abriendo así un paso marítimo por el extremo sur de Patagonia. De esta manera quedó identificado el canal que une los dos océanos, Atlántico y Pacifico, en la cartografía de la época, como Estrecho de Magallanes.
Durante este periodo renacentista surgió una revolución de ideas y reformas que enriqueció el conocimiento científico y permitió explorar lo desconocido.
España tomó la delantera, logrando diversas conquistas de territorios para el rey Carlos V. La expansión hispana se debió a la necesidad de tierras agrícolas para alimentar a sus ejércitos, sus gobiernos y su población. El próspero comercio de Venecia se convirtió en un modelo monopólico que había que debilitar, y así se desarrolló una intensa competencia naval entre Portugal y España por arrebatar las rutas del comercio veneciano.
En la búsqueda de un camino seguro para la especiería, la seda y los esclavos, se emprendieron consorcios Reales para explorar y conquistar nuevas rutas, islas y tierra firme.
Nació el apetito por encontrar El Dorado que, según la leyenda de Sebastián Caboto, poseía inmensas riquezas en oro, piedras preciosas y aguas de la eterna juventud. Este territorio según Caboto se encontraba en alguna parte entre el sur del Amazonas y Patagonia. Era la ilusión de todo capitán encontrar aquel lugar y conquistarlo.
Esta idea de conquistar territorios y riquezas para el reino y a la vez para sí mismos fue el imán que alentó a muchos marinos a adentrarse por el océano Atlántico, atravesándolo en naves a vela en largas y riesgosas travesías.
Cuando descubrían nuevas islas, tierra firme, ríos y océanos, volvían por ellos y los conquistaban. De este modo se fue dibujando la nueva cartografía del mundo y sus rutas navegables.
Aparecían en la cartografía renacentista nuevas tierras y océanos, junto al detalle de los vientos, corrientes, mareas y la meteorología predominante; también información valiosa referente a los nativos. Se estudiaban las potenciales riquezas, así como su accesibilidad para conquistarlos.
Grandes riesgos
En España, luego del exhaustivo análisis practicado por el alto mando naval del reino, se delineaba una estrategia comandada desde la casa de contratación de Indias en Sevilla.
Dichos conocimientos se divulgaron por Europa y, una