Un final inexorable. Jorge Chamorro
que se pone en marcha en todas las sesiones, realizando cortes vía el deseo del analista, un deseo que es deseo de despertar pero plantea también una paradoja. Despertar es un fin, pero se trata de despertar a lo imposible. El deseo del analista, como deseo de despertar, se testimonia con su presencia.
El analista testimonia con su presencia el encuentro con lo real siempre imposible. Escande el encuentro siempre fallido con lo real.
En la Revista Lacaniana 14 hay una entrevista que hace Judith Miller a Rosine Lefort, donde ésta da cuenta de las maniobras que le hacía Lacan para despertar. Era imposible pero era su fin. También tenemos los testimonios. Por ejem- plo el de Ran Mandil, donde en la ficción que cada sujeto arma de su vida hallamos retazos de real. “He aquí la mochila del clandestino siempre pesada”, interpretación que escande el sentido, despierta a lo imposible pero por la vía de la ficción, del invento, de la creación de pedacitos de saber sobre lo real.
Lacan inventa el dispositivo del pase para demostrar que hay un real propio de la experiencia analítica y que de eso se puede hacer transmisión. Hay allí elucubraciones fantasmáticas que se reducen a un núcleo, hay un pedacito de real y sus efectos de goce en el cuerpo. Un testimonio muestra cómo alguien pudo arreglárselas con ese real, mediante un espejismo de verdad. El AE intenta captar lo real, alcanzar la invención de su sinthome y trasmitirlo. El pase aparece como hystoria que muestra trozos de real que se han hecho algo de sentido. Algunos testimonios así lo demuestran. Se trata de un despertar para seguir durmiendo pero con algún saber-hacer en juego.
JORGE CHAMORRO: Está muy claro este momento que señalás de la relación con lo real. Noten que en este acercamiento a lo real como imposible, que es un movimiento de acercamiento y retroceso, parece que acercarse a lo real es bueno. Pareciera que acercarse a algo de lo real –que no es la realidad representada de todos los días– es como acercarse a una cierta verdad del sujeto. Da la impresión de que al hacerlo uno toca algo que es importante para el sujeto y que en la vida cotidiana uno desconoce ese real…
M. MOLINARI: Lo real es como un muchacho que uno tendría que encontrar para casarse…
J. CHAMORRO: Algo así… [Risas]. No, esa es la realidad representada…
M. MOLINARI: No, pero el que anduvo por esos lugares, digo.
P.: No, no. ¿Cómo?
J. CHAMORRO: Yo diría que esa es la realidad representada. Lo real sería no encontrar ningún muchacho, es decir, no hay relación sexual…
M. MOLINARI: Yo lo pensaba en relación al que anduvo por ahí, digamos, sabiendo de lo posible, de lo imposible, que no hay relación sexual, que se puede hacer con una mujer…
[Bullicio – discusión].
J. CHAMORRO: Mejor digamos que el que anduvo por ahí se conforma con lo que venga [Risas], ¡antes que encontrarse con lo real y despertarse! Agarra al primer muchacho que venga, se dice “no sigas dando vueltas” [Risas], las vueltas dadas…
Me parece interesante el planteo. ¿Cuál es el paso siguiente de esta forma de tratar con lo real, de este despertar un poco amorfo que no se sabe bien qué es y al que Marcela califica como imposible? ¿Cuál es el paso siguiente en el concepto del psicoanálisis orientado a lo real? En estos términos el despertar parece cercano a la tragedia griega, en la línea de la confrontación con el más allá que caracteriza la conducta del héroe trágico en relación a la muerte tal como aparece en los casos de Edipo y Antígona. Se trata de una confrontación con el destino fatal.
Lacan, en el Seminario La ética del psicoanálisis, va a hacer coincidir la experiencia trágica con la experiencia del psicoanálisis, en el sentido de una búsqueda de lo inexorable. En nuestro caso, yo hablaría de una especie de toqueteos con lo real que posteriormente se van a transformar en una orientación clínica hacia lo real.
Cuando decimos que la clínica psicoanalítica está orientada a lo real queremos decir que no está orientada a la ficción, dando lugar a un trabajo en el borde entre el registro simbólico y el registro de lo real. Entre esos dos registros se aprecia una especie de contacto sin mucha forma, un poco indeterminado, pero que se presenta como algo a lo que debemos acercarnos. Por allí es que se plantea el camino del atravesamiento de las identificaciones: la identificación cumple una función de velo que obstaculiza lo real.
Al final del análisis la fórmula del fantasma coincide con la fórmula de la pulsión. Enunciarlo así implica a mi entender el atravesamiento del fantasma. Pareciendo no conformarse con este planteo y buscando precisar lo particular de cada sujeto, Lacan dice finalmente que no se trata de un objeto “real”, e introduce ahora al objeto a como un objeto semblante de ser. Es decir, no como real sino como semblante. Necesita pasar más allá del fantasma y es allí que aparece el sinthome.
Usaremos ahora otra frase: “Soy mi síntoma”. Miller la propone como la fórmula del final del análisis. ¿Cuál es la diferencia entre esto y el saber hacer con el síntoma? Entiendo que no es un problema de técnica, sino un problema de localización del ser en el síntoma.
¿Cuál es la diferencia entre “soy el síntoma” o “sé hacer con el síntoma”? Creo que Lacan sería más claro si la propuesta fuera la de considerar a “soy el síntoma” como el resultado de la idea de identificación con el síntoma. Pero notemos que si estoy identificado al síntoma es porque no soy el síntoma.
Vemos la diferencia entre plantearlo del lado del ser o del lado del tener. Se trataría de la ventaja de pensar el final de análisis no ya desde el “soy eso”, o sea por la localización del ser, sino al modo como Lacan lo piensa en el final de su enseñanza en tanto se tiene el síntoma, dada la localización de la letra en el síntoma. ¿Cuál es la diferencia que aporta tener un síntoma y no serlo? Ser el síntoma es un camino hacia la certeza de vivir.
Para cernir un poco más el final del análisis es necesario incluir al “deseo de saber”. En los tres o cuatro últimos capítulos del Curso El banquete de los analistas, Miller dedica bastante espacio a la problemática del ser. Recomiendo que lo lean porque eso tiene también que ver con el final del análisis. Nos encontramos allí con un concepto un tanto extraño que es el del deseo de saber. Dice que el deseo de saber es la formulación del deseo del analista, que la mejor forma del deseo del analista es el deseo de saber.
Vamos avanzando entonces sobre tres ejes: eje del Otro, eje del objeto y eje del saber. El primer punto que hay que distinguir es el de la diferencia entre saber y conocimiento. ¿Cuál es la diferencia más importante de este deseo de saber (o del saber en general) con el conocer? El saber es una problemática del significante, y el deseo de saber junta deseo con saber. Este deseo se separa de toda forma de insight o autoconocimiento.
El deseo de saber implica un esfuerzo constante de no realizar el fantasma del obsesivo, que implica conocerse, saber lo que quiere, saber por qué le pasan las cosas, y también por qué soñó lo que soñó. El obsesivo cree que todo tiene una razón y que para curarse debe descubrirla. No cree que la poesía es el camino. [Risas].
La interpretación del analista tiene que dirigirse a un lugar en donde el sujeto no se reconozca. El lugar de la interpretación es aquel en el cual el sujeto no se ve. Si el sujeto dice “tengo tal problema…”, y uno le subraya una palabra de esa zona donde el sujeto se ubica, si dice por ejemplo “…y lo que pasa es que me siento solo”, e insiste con “solo y solo y solo…” y el analista dice “¡eso!, ¡solo!”, la suya es una intervención inadecuada. Esa intervención implica afirmarlo en lo que él ve, y la intervención que buscamos no tiene que ser ratificante de lo que el sujeto ya ve sino que tiene que dividir.
En una primera entrevista es muy importante nos orientemos hacia donde el sujeto no nos espera. La intervención del analista tiene el estilo interpretativo del inconsciente. El inconsciente no explica, no anticipa por donde viene, irrumpe. Se supone que la intervención del analista también irrumpe y lo hace señalando un lugar que desconcierta, no diciendo algo que ratifica lo que ya sabemos.
Esto es lo que llamamos explorar la división. Pero esa división también hay que gestarla. No va a suceder que el sujeto absorba sin problema eso