Un final inexorable. Jorge Chamorro
hacerlo lo sitúa como Sujeto supuesto Saber, es decir, como un Otro completo. Esto calma al paciente angustiado. Me ha ocurrido de enviarle a un psiquiatra un paciente angustiado y que tras cierto tiempo este me dijera que iba a seguir el análisis con él. Cuando le pregunté por qué me respondió porque me hace bien, me explica lo que tengo, charlamos de mi vida, es muy afectuoso. Algún paciente me ha reprochado incluso: Usted se equivocó, nunca me dio el diagnóstico, en cambio el psiquiatra me dijo que soy bipolar. Hay que aprender de los psiquiatras. No la estrategia general, pero sí cómo intervenir en las coyunturas difíciles.
En algún momento se interpretó a la perspectiva del análisis lacaniano como si apuntara a la desidentificación, a la confrontación con el vacío. El único resultado posible era la angustia. Un analista muy inteligente, argentino, que fue de los pioneros y muy cercano a Oscar Masotta, decía que él no se ocupaba de la angustia, que de la angustia se ocupan los médicos y los psiquiatras. Eran las primeras versiones terroristas que divulgaban la idea de que el psicoanálisis lacaniano angustiaba, desidentificaba a las personas, conducía a algo extraño y llevaba a un horizonte incierto y desconocido.
En 1980, en Caracas, Jacques-Alain Miller presenta un trabajo que se llamaba: “Cláusula de clausura”. (2) Allí plantea: 1) más allá de las identificaciones, el fantasma fundamental, 2) el goce como concepto ineludible para pensar el final del análisis. Diciendo que más allá de las identificaciones está el fantasma fundamental, Miller va a ser muy claro en lo que respecta a su lectura de Lacan. Ahora nosotros podemos decir que más allá del fantasma fundamental está lo real, siendo lo real en este caso una verdadera amenaza para el sujeto. Es por eso que se decía que cuando un sujeto se angustiaba, o cuando se desencadenaba una psicosis o se producía cualquier tipo de descompensación, había habido una vacilación fantasmática, y que esta vacilación producía una amenaza de irrupción de lo real en el campo del sujeto. El fantasma era una protección de esos desequilibrios; quien no contaba con el fantasma estaba complicado. Es más, si el fantasma era muy débil el sujeto permanecía siempre amenazado de un retorno de cualquier tipo de desestabilización. Recuerdo el caso de una persona que había tenido graves trastornos corporales y de la cual se decía que había tenido una vacilación fantasmática a la que incluso llegó a confundirse con un desencadenamiento psicótico.
Lo importante es captar cuál es la función de estos atravesamientos, así como también intentar ver cuál es la razón por la cual armamos un dispositivo que tiene como orientación atravesar las identificaciones y el fantasma para llegar a un punto final, a una localización. Tengan en cuenta que siempre se trata de un esfuerzo de articulación de algo de lo real, esta es la clave y es por eso que el síntoma es un esfuerzo de localización de lo real.
¿Cuál es la razón por la cual hay que regular lo real, cernirlo y acotarlo? Tomaré una frase repetida, “el significante medio de goce”, para abordar algo de la relación con el goce. El significante medio de goce es una formulación que divide la historia del significante, dado que en un principio dicho significante era una escobilla para limpiar el campo tanto del sujeto como del Otro del goce invasor. Es el significante Nombre del Padre el que regula al goce y produce efectos de significación y no efectos delirantes.
Por otra parte, el significante, además de ser medio de goce, es también medio de circulación del deseo en tanto y en cuanto es en la articulación de significantes donde se lee el deseo. Esta diferencia que hace presente la circulación del deseo, plantea la existencia de un obstáculo para alcanzar el final. A este obstáculo responderá Lacan hablando de deflación del deseo al final de un análisis.
¿Cuál es la ventaja de la localización? No hay que dar por obvio el sentido de las afirmaciones de Lacan. Construir, localizar y escribir tienen por objetivo regular un real, dado que de él es de donde viene el síntoma. Apuntamos al sinthome como el desecho de todo el trabajo que se hizo en un análisis. El sinthome es un resto, una letra que decanta del movimiento significante.
La letra es en donde se localiza lo real y esa localización es relevante, porque el sujeto localizado es un sujeto independiente del Otro. Esa independencia no es del padre o de la madre de una determinada persona, estamos hablando de la independencia respecto del Otro.
¿Qué es un sujeto analizado? Las respuestas son diversas pero considero que es importante recorrerlas. Freud dará una respuesta contundente y precisa a la que nos referiremos más adelante. Partamos de la idea de que un sujeto que se analiza es un sujeto que no está inamoviblemente afirmado en sus creencias. Es un sujeto que puede escuchar, que puede dialogar sin confrontar, que no está a la defensiva. Es un sujeto que si padece el síntoma de los celos, puede plantear lo que le pasa y compartir con su mujer su sufrimiento. Es un sujeto que percibe algo de su síntoma. No acusa como primer paso. Es un sujeto que se angustia, y que por lo tanto no angustia inapelablemente al otro. Un sujeto no analizado es alguien con quien no se puede hablar, mejor hay que esquivarlo. Como notarán, los no analizados proliferan entre nosotros.
Un sujeto al que la mujer le dice que no se siente querida y que responde que no hay razones para que sienta así y le da argumentos para demostrarlo, no escucha el mensaje.
Entonces, al sujeto dividido le opongo el sujeto argumentador. El sujeto dividido carece de la condición paranoica que lo lleva todo el tiempo a defenderse del Otro. El sujeto dividido es un sujeto que aloja algo de la necesidad del Otro, que puede alojar esa necesidad aunque no sean necesidades justas –si es que hay necesidades justas–. Lo que crea problemas permanentes en una pareja es cuando uno o ambos sujetos no escuchan el mensaje del otro porque no lo consideran adecuado, razonable, justo. Son sujetos que padecen del síntoma de la objetividad. [Risas]
A mi entender, uno de los efectos del análisis, del avance del análisis, es la pérdida de cierto tipo de sensibilidad que podemos llamar paranoica. En versión histérica, la sensibilidad que interpreta que el Otro usa, que maltrata. Este tipo de pérdida necesaria se nota en la transferencia: el analizante está menos dependiente de lo que hace el analista dentro o fuera de la sesión.
Vamos ahora a darle la palabra a Marcela para que plantee su lectura sobre la relación entre lo real y el despertar, tomando como base el Seminario 11. Recuerden que habíamos planteado que cuando uno sueña y tiene una pesadilla, decimos que se produce allí un contacto con lo real y que ese real es la causa del despertar. También dijimos que cuando nos despertamos y nos encontramos con la realidad de todos los días, en cierto sentido nos dormimos. Si hasta un determinado momento el problema era la confrontación con lo real, a partir de otro se plantea la cuestión de regular lo real, de atraparlo, de morder en lo real con la escritura. Vamos entonces a escuchar la puntuación de Marcela sobre qué es para Lacan “despertar”.
MARCELA MOLINARI: Después del encuentro pasado en el que planteabas la pregunta acerca de qué debe entenderse por la formulación “tocar lo real”, recordé un texto de Miller relacionado con este tema que está en Matemas I y se llama “Despertar”. En ese texto, comienza diciendo: “Intento aclararme, explicarme a mí mismo la práctica actual de un psicoanalista llamado Lacan”, y sitúa al despertar en relación al análisis. El significante “despertar” recorre todo el texto, podríamos decir que es uno de los nombres de “tocar lo real”.
Miller allí da cuenta de las sesiones breves de Lacan, muy breves, hasta brevísimas y lo breve es una forma de “tirar al analizante”, tensionarlo, moverlo, inquietarlo, evocar a la impaciencia del paciente. Allí aparece el duro deseo de despertar, “pero este deseo de despertar no tiene nada de natural, es incluso contra natura, y es cabalmente contrario a la naturaleza de la práctica analítica…”
¿Qué quiere alguien cuando consulta a un analista? Dejar de sufrir. Sabemos de la satisfacción que conlleva todo sufrimiento, pero quien consulta demanda aun así alivio, adormecer el síntoma disfuncional que le causa sufrimiento. Nuestra práctica conlleva un automaton, una tendencia a “amodorrarse”, a “caer en modorra”, nos dice Miller, ambos, analista y analizante, a veces en nombre de la transferencia. Leemos: “Todo reside en saber si adormecer es un ideal para el psicoanálisis, adormecer al síntoma. Es preciso confesar que un psicoanálisis satisface el deseo de dormir a un sujeto irritado por lo real del síntoma”.
Cabe plantearnos la pregunta,