Un final inexorable. Jorge Chamorro

Un final inexorable - Jorge Chamorro


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demostrar que eso era el fin y no el retiro del análisis de un amarrete? Solo en el pase podría verificarse en qué consistió ese final.

      Para demostrar la lógica de un análisis y su final contamos con dos formas: la forma retórica y la forma matema. Por eso, me parece que en ese sentido el dispositivo del pase viene a alojar eso que queda en manos del paciente, no del analista. Lo que antes realizaba el analista, dar el alta, ahora se desplazó al pase. El analista queda en el camino y el paciente se arregla con el análisis y el final de análisis que se inventó, teniendo en el pase un lugar para verificar y probar su invento. Hay analistas que en el pase pueden convencer y ser consistentes, hay otros muy hábiles para disfrazar el final de un análisis. El pase no es infalible. De hecho, hay personas que no pasan y debieran haber pasado. El tema es que si no tomásemos esos riesgos no habría clínica del pase.

      Creo que nadie debiera perderse de hacer la experiencia del pase, aunque le vaya mal no pasando. Es una experiencia valiosa, hay una variación muy importante del propio análisis cuando se va al pase. Los efectos del pase en uno, aunque no pase, son siempre importantes y no siempre negativos. Por supuesto, nadie se alegra de no pasar, pero el efecto de pasar por el pase, de intentar demostrar, armar, transmitir, correr ese riesgo, es un precio módico en función de lo importante que es para cada uno hacer esa experiencia.

      El destino del objeto perdido es la articulación que corresponde al equívoco. Los tres equívocos se pueden leer en “El atolondradicho”. El equívoco se puede confundir con la polisemia de la palabra, con el hecho de que una palabra pueda significar una cosa u otra, pero interpretar por el equívoco es en realidad dirigirse a lo unívoco. No se trata de una apertura de sentidos sino más bien de un cierre. Son las distintas formas en las que Lacan concibe cuál es la forma de cerrar.

      La forma no tan conceptual de hablar de este camino de los equívocos hacia lo unívoco es interpretar, reducir el significante a la letra, pero ¿qué quiere decir reducir el significante a la letra? Quiere decir que el analista actúa contra todo lo que hizo, va ahora contra el inconsciente y contra la asociación libre. El paciente quiere desplazarse, quiere equivocar lo que dice y el analista interviene con una reducción de ese movimiento a una letra. Interpretar, reducir el significante a la letra, quiere decir desarticularlo de todos los otros significantes. La última enseñanza de Lacan está orientada por este fenómeno. Lo capté en el discurso de una mujer psicótica que entrevisté en una presentación de enfermos. Entró a la entrevista diciendo “Gracias a Dios” y se fue diciendo exactamente lo mismo, cada frase que pronunciaba iba acompañada por este “Gracias a Dios”. Ese “Gracias a Dios”, comprobé, era efectivamente el sinsentido: era imposible saber qué quería decir esa frase que repetía sin cesar.

      Esta es la idea de interpretar con un S1, sea la interpretación del analista o sea del paciente: es la repetición de una palabra o de una frase hasta llegar al punto de “no sé qué quiero decir con lo que digo”. Si queremos extraer en nuestra clínica el fenómeno de la repetición del S1 debemos prestar atención a las figuraciones más repetidas, observar cuál fue la insistencia.

      La repetición se produce cuando hay algo localizado por el goce. Por el contrario, cuando el habla se desplaza quiere decir que ella no está sostenida por el goce. Cuando hay goce las frases empiezan a repetirse.

      Cuando Miller define el síntoma analítico dice lo siguiente: “Es una frase que articula algo del goce y que por lo tanto se reitera, se repite a la entrada, no al final”. Se trata de una frase que coagula algo del goce y que por lo tanto es una frase que se repite y no se desplaza, que se parece mucho al neologismo de la psicosis. Todo lo que ustedes pueden leer en el Seminario 3, neologismo, estribillo y fórmula, anuncian algo de lo que después va a ser la interpretación discontinua.

      El aparato significante produce el despegue de la realidad y por lo tanto irrealiza el referente. El psicoanálisis propone un distanciamiento o una ruptura con la realidad para así poder construir otro mundo. Cuando hablamos del valor constructivo de la intervención del analista, cuando decimos que la interpretación es constructiva al modo en que lo son las construcciones en el análisis, decimos que el análisis construye algo que se despega totalmente de la realidad, que usa el relato descriptivo de la realidad para destituirla y negativizarla. El aparato que uno construye con las interpretaciones, con la lingüística, el significante y la letra, es un aparato que está por fuera de la realidad. Aunque el mismo no deja de tener efectos en ella. Su sustento es la pulsión y el goce, es allí donde se juega nuestro partido.

      Entonces, salimos de la realidad e irrealizamos el referente, creamos otra cosa, una que va a estar en el lugar de lo que podría ser la realidad tal como la plantea Ferenczi, que también aparece así muchas veces en Freud. A esa realidad creada por nosotros la llamamos fantasma fundamental. La operación del analista es la de despegar todo el tiempo los fantasmas de la realidad.

      Analizando esta mañana el caso del tratamiento de un chico, insistí en que en el tratamiento de niños no se pueden soslayar las entrevistas analíticas con los padres, dado que los niños están siempre envueltos en fantasmas y síntomas de los padres. Es muy importante comenzar a deslindar al niño de la fantasmática paterna y materna. No debe actuarse de forma automática teniendo primero una entrevista de carácter informativo con los padres y después hacer venir al niño. El chico tiene que entrar en el dispositivo cuando el analista lo elija y lo determine en función del trabajo que haya realizado con los padres. Apuntamos a extraer rasgos de un sujeto y sobre ese fondo decidimos cuándo le damos entrada al niño. Hay que preparar el lugar transferencial para el niño trabajando primero con los padres. En el caso que se trabajaba esta mañana resultaba muy claro todo lo que la madre alojaba en el niño, y cómo los síntomas del niño estaban envueltos en los fantasmas de la madre.

      El fantasma de los padres de un niño muerto provoca muchas veces cuidados excesivos. El niño vive tranquilo su vida y el padre está todo el día diciendo “se muere, se muere, se muere”: ese padre tiene encerrado a ese niño en una jaula fantasmática.

      1- Lacan, J., Seminario La lógica del fantasma. Clase 6ta, 1967. Inédito.

      2- Ibid.

      3- Lacan, J., “Del trieb de Freud al deseo del analista”, Escritos 1, op. cit.

      El padre

      Enfrentar lo real

      Identificaciones

      Descenso hacia la letra

      El deseo del analista

      La Escuela

      El padre, para Freud, conlleva el rasgo de la prohibición. Al introducir la cuestión del lenguaje en el psicoanálisis, Lacan transforma el Edipo freudiano en la metáfora paterna. Con este movimiento, el papá y la mamá comienzan a diluirse como tales para convertirse en significantes. Las personas pasan así a ocupar lugares para cumplir su función, y al mismo tiempo a no poder cumplir nunca plenamente la función a la que obligan esos lugares. Sea el lugar del padre, el de la madre, el del hijo, siempre se trata de ocupaciones sintomáticas.

      ¿Cómo es entonces que hacemos entrar al padre en la perspectiva del final del análisis si decimos que se trata de un lugar sintomático? El significante “Nombre del Padre” entra como pivote central de lo que llamamos el Otro. Cuando hablamos de significantes, de articulación de significantes, del Otro, el aparato armado por estas referencias está sostenido en el significante “Nombre del Padre”. Cuando ese significante no está, hablamos de la forclusión del Nombre del Padre y ahí todo se desarma. En ese punto se producen una serie de consecuencias que destituyen lo que hace de un sujeto un neurótico, y pasamos al campo de la psicosis.

      Hay un momento en el que el Nombre del Padre deja de ser un significante y pasa a ser una letra fuera del Otro, pasa a ser lo que llamamos un S1 sin articulación, y así podemos decir que se pluralizan los nombres del padre. La función paterna en tanto significante se corresponde con el


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