Un final inexorable. Jorge Chamorro

Un final inexorable - Jorge Chamorro


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que el sujeto quiere decir y lo que dice. Sabemos que es difícil tomar en sentido literal las metáforas que emplea un sujeto y desplazarlo radicalmente del tema que viene a hablar. Ese es un primer movimiento al que apuntamos y que distingue entre lo que dice y lo que quiere decir. Luego esperamos que se den las formas asociativas que implican que ese sujeto se represente por significantes y que se produzcan desplazamientos. Los significantes pertenecen al campo del Otro. Si el sujeto se representa por ellos, podemos deducir que hay una íntima relación entre el sujeto y el Otro. En la medida que este sujeto esté representado por significantes siempre permanecerá unido al Otro. El análisis simbólico no destituye al Otro.

      Hay una interpretación que corresponde especialmente a esta zona de la entrada en análisis que es la interpretación simbólica. La interpretación simbólica consiste en agregar en el discurso del paciente un S2, en agregar un significante a los dichos del paciente. Es una interpretación que tiene por efecto desplazar al sujeto de aquello que quiere decir. Contamos con que hay una distancia entre lo que dice y lo que quiere decir, y la interpretación simbólica provoca ese desplazamiento. Respecto de ese desplazamiento hay dos posibilidades: o el sujeto se desplaza solo o se desplaza a partir de nuestras intervenciones con un S2.

      Este primer movimiento implica la transferencia amorosa en relación a la cual el sujeto propone al analista que sea el Otro. Esta es una clave muy importante porque el analista está ofrecido a ocupar el lugar del Otro cuando hay transferencia. En esta articulación entre significantes del campo del Otro siempre hay un resto.

      En esta operación del sujeto dividido, ese resto queda en el campo del Otro. Esta es la operación que se presenta en el Seminario sobre La angustia con diferentes formas del retorno de dicho objeto. La primera forma de retorno es en verdad la que no hay, debido a que el objeto está velado en el campo del Otro y funciona entonces como causa del deseo. Este es el primer movimiento. Cuando el objeto funciona como causa del deseo se trata de un objeto velado en el campo del Otro. La segunda forma de retorno que implica su proximidad al campo del sujeto, es un fenómeno de borde que se manifiesta como angustia. Es un objeto que amenaza con volver.

      Cuando este objeto abandona la amenaza y retorna efectivamente, se constituye como objeto de goce. Esta intrusión del objeto en el campo imaginario se presenta como lo siniestro. El objeto causa de deseo será presentado en primera instancia como objeto perdido, o como solemos decir, velado. El sujeto del deseo es entonces el sujeto del significante y por lo tanto sujeto articulado al Otro. Se lo suele formular en estos términos: “el deseo es el deseo del Otro”, o bien diciendo: “el inconsciente es el discurso del Otro”. El deseo es siempre dialéctico. Cuando se sale de esta lógica significante habrá un más allá del Otro y del sujeto.

      En el Seminario La lógica del fantasma, Lacan desarrolla la idea de la existencia de dos tipos de significantes: el significante que se articula en una cadena y el significante que se significa a sí mismo. Recuerden que forma parte de la naturaleza del significante el ser dos. El significante que se significa a sí mismo no está en la cadena y por lo tanto no produce efectos de sentido.

      Este objeto es un producto del orden simbólico, es objeto perdido porque su aparición destruiría el orden simbólico como tal, es decir, el campo del deseo, para dar lugar al del goce.

      Lacan se pregunta a partir de aquí cuál es el final del análisis más allá de la terapéutica. Imposible no detenerse en esta distinción sobre todo cuando se trata de hacer un analista. Para responder a esta pregunta Miller dio una versión al principio de Síntoma y fantasma, la primera vez que vino a la Argentina. Así planteado pareciera ser que habría un análisis terapéutico que llegaría hasta un cierto punto en el que el sujeto obtiene un cierto bienestar y levanta sus síntomas. Después vendría, dice Miller allí, un sostenimiento ético del psicoanálisis para los analistas, un movimiento que va más allá del bienestar o de su felicidad. No hay lógica de la cura posible si no hay desde el principio efectos analíticos distinguibles de los efectos terapéuticos. Para que los análisis no tengan una resolución fálica, es decir una que solo tenga éxitos terapéuticos, hay que desplazar desde el principio al sujeto de su identificación con los logros alcanzados. Hay que formular de entrada un camino que saque al sujeto de su identificación a los logros y a los efectos terapéuticos. Si no producimos esa salida desde la entrada, todo el proceso se nos va hacia el lado del bienestar. ¿Qué es el lado del bienestar? “Me siento bien. ¿Para qué voy a seguir viniendo?”.

      No debemos dejar identificar a los sujetos con el logro, con el éxito, con el bienestar y con el levantamiento de los síntomas. Siempre, desde la primera hasta la última entrevista, tenemos que plantear que hay un más allá de los efectos terapéuticos.

      Para hablar del final del análisis usamos la expresión “deflación del deseo”, una expresión que resulta un poco sorprendente en la medida en que siempre consideramos al sujeto deseante como una aspiración del análisis. Lo contrario es la depresión. Por eso hay que entender que no se trata de que el análisis arroje como resultado personas “desganadas”. Hay que entender que una persona muy deseante no es una persona que tiene muchas ganas de hacer cosas, la persona deseante es otra cosa.

      El síntoma del deseo es que no tiene certeza. Ese es el problema, el deseo es muy histérico, se mueve de un lugar a otro porque está imbricado en la cadena significante, y por eso muy ligado al Otro y a la falta. En su característica fijeza el síntoma congela el deseo y por lo tanto la movilidad de la cadena significante.

      ¿Qué es la histerización entonces? Es efecto sujeto: desplazamiento, movimiento significante, asociación. Es el debilitamiento, la deflación del discurso yoico, del discurso que quiere entender, que quiere explicar, etc., en favor de un discurso donde el sujeto es hablado por lo que dice y se entrega a ese movimiento. Movimiento que tiene el rasgo de ser indeterminado. Un sujeto deseante es un sujeto circulante, un sujeto que va hacia la infinitud de un movimiento sin conclusión. Este sería el movimiento del deseo, ya que el deseo siempre hace presente la falta, está siempre comprometido con la falta.

      La deflación del deseo es la detención de ese movimiento asociativo de significantes que se mueven para ir en el sentido de la localización. El propio movimiento de un análisis es un movimiento de localización y de reducción a un punto. Miller lo dice en alguno de sus textos de esta forma: “El punto de capitón del final del análisis permite orientar una vida y un análisis”.

      A veces se produce un equívoco en los testimonios del pase. Si prestan atención comprobarán que muchos testimonios de pase hablan de la vida. Pero el pase no es para hablar de la vida, para hablar de la vida es el análisis, el pase es en todo caso para hablar de la vida pasada por el análisis.

      El tipo de interpretación que corresponde al Otro del deseo, es decir al Otro incompleto, es la alusión, la interpretación oracular. Es la interpretación por el enigma, no la interpretación por el S2. Es la interpretación que confronta al sujeto con un vacío a interpretar y está destinada a quien tiene una posición de analizante.

      Recuerden, el oráculo de Delfos produce sonidos, ruidos, y por eso necesita ineludiblemente la interpretación


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