Un final inexorable. Jorge Chamorro

Un final inexorable - Jorge Chamorro


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lo que hay es verificación sintomática. Conversé este tema con Jorge Losicer y le decía que sería bueno conocer desde el orden jurídico cómo se piensa al punto conclusivo, es decir la cosa juzgada, cómo es un punto de final concebido en el mundo de la ley. La cosa juzgada se relativiza constantemente, y si la queremos tomar como una analogía para pensar lo que sucede en el campo del psicoanálisis, nos encontramos con el dato de que el punto conclusivo del final se reabre y se reabre todo el tiempo.

      Veamos ahora otro aspecto vinculado al final de los análisis, el de las salidas de análisis precipitadas y el de las salidas lentas. Empecemos por las salidas lentas. Hay analizantes respecto de los cuales uno cree que hace tiempo terminaron su análisis pero sucede que no se quieren ir. [Risas]. ¿Por qué uno se queda en el análisis más del tiempo necesario? Hay en el análisis un factor inercial muy importante, es la inercia que nosotros llamamos goce de la palabra. Contra esa inercia es que se justifica la aparición de ese forzamiento que entiendo debe estar siempre actuando desde el lugar del analista.

      Recuerdo el argumento dado por un paciente a favor de continuar su análisis; me decía: “¿Para qué voy a cambiar el juego si voy ganando, si así estoy bien? Quizás dejo el análisis y se me arruina todo”. O sea que el análisis queda como un amuleto de buena coordinación y armonía. Otro argumento que me plantearon fue: “Aquí, en análisis, tengo un espacio para pensar”. Este argumento es un horror para nosotros. [Risas]. Exactamente decía: “Un espacio para pensar en mí” o “un espacio propio, mío…”, peor todavía. [Risas]. Como pueden notar esa es la idea del análisis alojador, idea que para nosotros representa un análisis que crea una nueva neurosis, que la refuerza, y refuerza además todos los síntomas.

      La duración de los análisis es algo que también pongo a consideración. Tiempo atrás analizarse 15 o 20 años era normal, era casi una virtud, daba una especie de jerarquía el haberse analizado muchos años. En la actualidad, cuando escucho que una persona se analiza hace 20 años tiendo a pensar que algo no anda bien: o anda mal el analista o anda mal el paciente, pero algo no está funcionando. Para mí los tiempos acotados del análisis lacaniano implican también un esfuerzo hacia la brevedad respecto de la duración total del análisis. Es una tesis que habría que probar, pero es una conclusión que extraigo de la lógica de nuestra práctica.

      Si nosotros desde la primera entrevista tomamos una posición de presión para que emerjan conclusiones, si hacemos lo que llamamos “operación reducción”, es porque ya está ahí en juego la orientación hacia el final. Esa presión es la que se ejerce bajo la forma de nuestro trabajo de reducir y reducir, y de esa forma obtenemos datos específicos desde la primera entrevista, datos que van a aparecer y confirmarse en el final. De ahí que el final lo anticipemos desde la primera entrevista cuando hacemos la operación reducción y cuando tenemos el método de elegir un rasgo. Cuando elegimos un rasgo estamos destituyendo todo lo que se agrega a eso y así se arma lo que llamamos lógica de la cura. A través de esa operación es que se ejerce esa presión que va contra el desplegarse del hablar. Si dejáramos desplegarse a ese hablar, como ocurre con toda conversación que por sí misma tiende a extenderse a un más allá y a un más allá del más allá, es lógico que el tiempo también se extienda. Asistimos a los debates de la cámara de diputados, son insoportables, carecen de punto de conclusión.

      Lacan propone el acortamiento de los tiempos. Nunca se dijo que ese acortamiento del tiempo implicara también acortamiento del tiempo del análisis. Hemos pensado explícitamente la necesidad del acortamiento del tiempo de la sesión, pero sería algo extraño que esta indicación del acortamiento del tiempo de las sesiones no tuviera consecuencias en la duración de los análisis. Creo que los análisis tienen que ser más cortos. Desde esta perspectiva la extensión de los análisis a 20 o más años son para mí no una virtud sino un defecto.

      Ahora bien, ¿cuál es la fuente de ese forzamiento que ya dije debe ejercer el analista contra la inercia del hablar? Ese forzamiento tiene su fundamento en el deseo del analista que encarna un más allá del principio del placer. Recuerden las quejas que testimonian algunos pacientes de Lacan, quienes se iban a otros analistas diciendo “…vengo a hablar de mí…”. Hay un analista cuyo nombre no recuerdo que contaba haber atendido muchos pacientes de Lacan que se quejaban de que Lacan no los dejaba hablar de ellos. El hablar de sí puede llevar horas y años, para hablar de sí nunca alcanza el tiempo. Nuestro trabajo es intentar reducir todo el tiempo la operación de hablar de sí, porque entendemos que el análisis no es para pensar sino que es para operar una reducción que conduce a un más allá de lo que uno quiere decir.

      Nuestro trabajo es de debilitamiento del yo que habla y por lo tanto de una reducción a puntos esenciales. Evidentemente, esta modalidad de análisis tiene que tener una consecuencia contraria a la prolongación de los análisis en los que se hablaba de todo con toda libertad durante 50 minutos, cuatro veces por semana fumando cigarrillos y supuestamente pensando lo que se decía. El analista estaba sentado en una poltrona (se la llamaba así), 50 minutos con los pies para arriba para no provocarse varices. [Risas].

      Todo nuestro dispositivo va en contra de la homeostasis del placer del hablar. De allí es que se entiende cuando los pacientes dicen que sienten una sensación de tensión en la sesión. Esa tensión es contraria a la idea de que el análisis es para relajarse. El análisis no es en absoluto para relajarse, el análisis es para vibrar, para mover. No es así todo el tiempo, pero un análisis que flota es un análisis en el que el analista no está en marcha sino que está dejando hablar. A veces uno deja hablar por múltiples razones, por ejemplo porque está cansado, porque está deprimido, porque está enojado o por cualquier otra razón.

      En esta línea es importante también señalar el lugar de la sala de espera como factor de presión para el analista y también para los pacientes. Los obsesivos dicen: “Yo con esta gente esperando no puedo hablar”. [Risas]. En definitiva, todo el dispositivo, incluida la sala de espera, están en la línea del analista presionando hacia una conclusión.

      Cuando hablamos entre analistas de casos o de casuística lacaniana también se produce una operación de reducción y acortamiento del tiempo, en la medida en que todo debe apuntar a ubicar lo que dijo el paciente, lo que dijo el analista y la respuesta del paciente frente a lo que dijo el analista. Para mí la clínica lacaniana es una clínica que tiene muy presente la marcación que hace el analista y si no la hace, para mí no se arma el caso, porque el caso no viene solo.

      Por todas estas razones es que pensé en tomar el texto Construcciones en el análisis para trabajar la idea de que no hay un fin natural del análisis. Ese final no tiene nada de natural, independientemente de lo que quiera decirse con natural o no natural. Un fin del análisis lo preparan el paciente y el analista desde el primer día, apuntando desde ese momento a lo que hemos llamado “una ficción”. El análisis lacaniano se orienta al final por un artificio y no por la adecuación a la realidad, y ese artificio se construye desde el primer día siempre que el analista intervenga desde el inicio y se dirija hacia ese lugar.

      La idea de que el paciente vaya de algún modo solo hacia un punto no es correcta, a mi entender, dado que el análisis es constructivo en la medida en que, en primera instancia, construye algo que no estaba dicho, para luego, en una instancia posterior, ser deconstructivo sacando todo lo que sobra para arribar a la localización última del análisis.

      En resumen, propongo una investigación acerca de si los análisis lacanianos son más cortos. Para eso exploremos la variedad de fenómenos que ustedes conozcan o experiencias que hayan vivido acerca del final del análisis, se trate de interrupciones, cambios de analista, etc. Tengamos en cuenta también que si no planteamos que hay un final, la ética del forzamiento se debilita. El analista avanza hacia el final desde el primer día con ese forzamiento cuyo instrumento es la interpretación.

      El trabajo que realizaremos viene dado por estos ejes. Exploraremos Análisis terminable e interminable, interrogando especialmente los tópicos relativos a la sexuación femenina y al final de análisis. Todos los fenómenos clínicos que ustedes vean en forma de terminación del análisis los podemos aportar y discutir, incluidos los re-análisis y los cambios de analista.

      Voy a retomar también una frasecita que dice Miller por allí: “El punto de capitón


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