Un final inexorable. Jorge Chamorro

Un final inexorable - Jorge Chamorro


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volvían al análisis. Recuerdo una persona que se preguntaba: ¿cómo tal persona volvió al análisis si es AE? Y no es que volviera años después, volvió meses después de testimoniar en el pase. La justificación que se había planteado era que había tenido una separación matrimonial, entonces podemos plantearnos: ¿esto cómo es? ¿Y el pase? ¿El final del análisis no prepara para la contingencia? ¿Cada problema de la vida produce una vuelta al análisis?

      Se contaba entonces con el dispositivo pase, con la verificación de la finalización y, sin embargo, aparecía el pedido de retorno a análisis. A partir de este hecho hubo que reformular la idea de que el pase fuera para siempre, transformándose entonces en no definitivo sino relativo a tres años. El título de AE no marcaba lo incurable de pasar, la idea se modificó para pasar a ser entonces un final relativo. Un AE pasa pero ya no portará el título de AE para siempre.

      Recordemos otro dato. Estamos trabajando sobre la relativización de lo que fue concebido por todos al principio como un final inapelable, incurable, pero debemos tener en cuenta que esto no sucedió hace cien años sino al principio de cómo se instaló el pase en esta Escuela. Otra pregunta que propongo explorar es: ¿por qué no pasa alguien? Es un dato de peso subjetivo el no pasar. Proponerse realizar el pase es una apuesta seria dado que, además, pasan muy pocos. ¿Por qué no pasa el que no pasa? Puede ser por muchas razones. Recuerdo que siendo yo integrante del cartel del pase se produjo una situación en la que una persona solicitó el pase pero después no lo hizo. Participó de una entrevista con cada uno de los pasadores y no quiso seguir adelante, en definitiva pidió el pase y luego se sustrajo, no usó el dispositivo.

      En las ocasiones en las que el pase no se produce intervienen una serie de elementos, dado que el proceso no es llevado adelante por cuatro autómatas que intervienen con criterios objetivos y científicos. Se trata de un testimonio que el pasante ofrece a los pasadores, quienes realizan su tarea no sin una cierta complicación particular. Tengan en cuenta que el dispositivo consiste en que dos personas reciben al analista que tiene la pretensión de demostrar su final de análisis.

      Este analista que intenta pasar debe contar su pase a estos dos pasadores, sujetos que a su vez están ellos mismos en análisis, quienes se lo tienen que contar luego a los jurados llamados cartel del pase. Ese proceso depende de cómo transmita el pasador y hay que tener en cuenta que hay pasadores muy distintos. Están los pasadores, por ejemplo, que se ponen en el lugar del jurado y que van a transmitirle al jurado que ese determinado aspirante tiene que pasar. Lo que quiero señalar es que todos los lugares del dispositivo tienen la característica de ser ocupaciones sintomáticas: el pasador, el jurado, el cartel del pase.

      Y tampoco ninguno de estos sitios es ajeno a las influencias políticas que se dan dentro de una Escuela. Tanto es así que hubo hace muchos años una situación muy pública e importante en la que el no pase de un sujeto fue considerado por algunos como un problema político dentro del dispositivo del pase. O sea que los jurados, en tanto participan de la comunidad de analistas, no son puros.

      Veamos otra situación. Dentro de nuestra comunidad de analistas existen sujetos para nada anónimos, es decir, sujetos que portan un determinado imaginario –ya sea bueno o malo– que hace que en ocasión de solicitar estos el pase se produzcan determinados efectos en los cinco analistas que deben decidir si pasa o no.

      Veamos otro punto que en su momento fue motivo de discusión alrededor del pase. El pase al principio se pensaba como una instancia en la que el pasante debía mantenerse en el anonimato. Desde mi punto de vista eso era excelente. El cartel del pase no debía conocer el nombre del candidato y de esa manera se impedía la articulación de aspectos imaginarios que por supuesto tienen su peso en las decisiones que se toman. También hay que saber que dado que existen pases en diferentes Escuelas, hay criterios que definen que los analistas no pueden presentarse en el pase en la misma comunidad a la que pertenecen. Hay casos en que sí lo hacen y otros en los que no.

      Decir que la decisión del cartel del pase es una decisión sintomática quiere decir que no es inapelable. De todas maneras someterse al dispositivo del pase es muy importante, aún teniendo en cuenta la consideración de los precios y los costos que estamos describiendo.

      Todo lo que dije hasta aquí nos remite a un dato: ¿cómo eran las terminaciones en las diferentes épocas del psicoanálisis? Se decía en determinado momento: “Me dieron el alta”. A partir de esa figura podemos preguntarnos: ¿nosotros damos de alta o no damos de alta? “Por supuesto que no”, vamos a decir, pero… [Risas], creo que hay que integrar estos imaginarios de los que hablo.

      Tomemos un ejemplo: cuando consideramos que alguien está cerca del final del análisis, el hecho de que tenga un problema de vida, ¿hace obstáculo o no a ese final? Un problema de vida pueden ser distintas cosas, por ejemplo que tenga algún movimiento en su vida que lo haga no sentirse una persona normal… [Risas]. ¿Y qué es para nosotros una persona normal? Propongo que también pensemos sobre lo que nosotros, lacanianos, entendemos por persona normal. La cuestión es interesante y abre a muchos temas a considerar.

      Por ejemplo, ¿es normal que una persona termine su análisis sin tener una pareja? Antiguamente no había dudas: el que no armaba una pareja, no armaba una familia y no tenía hijos, no era una persona normal. Ciertos hechos de la realidad definían. Notemos que Freud no era tan detalladamente realista. Menciona como índices la capacidad de amar y trabajar en un sentido general. Otro punto: ¿una persona puede terminar el análisis cuando está angustiada?

      En sus comienzos el análisis lacaniano se distanció de los efectos terapéuticos que se esperaban de él. El análisis era el análisis, la terapéutica era cosa de los médicos y de los psiquiatras. Es de aquí que surgió la necesidad de distinguir entre efectos terapéuticos y efectos analíticos.

      Tanto en Freud como en Ferenczi, el efecto terapéutico está a la cabeza de la cuestión. Freud empieza diciendo en Análisis terminable e interminable: “La terapia psicoanalítica, o sea, el librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, de sus inhibiciones y anormalidades de carácter”. Es necesario hacer una precisión. Tanto Ferenczi como Freud separan el análisis de los síntomas del análisis del carácter. Un análisis no está completo para ellos si no hubo un análisis del carácter. Después habrá que pensar qué es lo que Freud entiende como carácter, pero el término dibuja desde ya un más allá del síntoma. Para Ferenczi, el final del análisis es “curarse del fantasma”, no interferir la realidad con el fantasma. ¿Por qué? Porque el fantasma hace delirar, de ahí la idea de que todos somos locos y delirantes.

      Para Ferenczi se trata en el final del análisis de la extracción de la fantasía para que el sujeto tenga una adecuada relación con la realidad y pueda discriminar, justamente, fantasía de realidad. Nosotros lo pensamos totalmente al revés, el objetivo de nuestro trabajo es hacia el fantasma y no hacia la realidad.

      Freud va a hablar del sentimiento de vida, de alojarse en la vida plenamente. La imposibilidad de este “alojarse en la vida” es el síntoma esencial en la psicosis ordinaria. El síntoma de la psicosis ordinaria es un trastorno de la relación con el sentimiento de vida, o sea, es alguien que no vive de manera natural sino que todo el tiempo se siente no alojado, desalojado, que no calza natural y plenamente en la vida. Para Freud la ubicación de un sujeto plenamente en la vida es un parámetro del efecto del análisis.

      ¿Cómo se terminaban los análisis? Los análisis terminaban cuando uno se sentía bien, cuando uno resolvía los problemas. La palabra “logros“ resumía esta situación, y no se trataba por otra parte de cualquier tipo de logros.

      Respecto de este punto, recuerdo que hace unos días se publicó un artículo sobre la determinación del cerebro en las conductas humanas. El título del artículo decía: “Messi es un cerebro”. Me resulta inaceptable la interpretación de que todo lo que una persona hace depende solamente de su cerebro, siempre hay un psiquismo que lo excede.

      Los logros, entendidos como efectos terapéuticos, dependen de una mirada supuestamente objetiva del analista. Si el sujeto tuvo determinados logros –fundamentalmente una buena inserción profesional, además con la particularidad de que sea con rédito económico (no la inserción en un hospital durante 20 años…), si consiguió


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