Un final inexorable. Jorge Chamorro
El analista define así el sentido de lo que se dice. Será necesario luego desplazar al analista al lugar de la causa para extraerlo de esa identificación. Para deconstruir al Otro hay que quitarle el poder discrecional. Es una primera forma para sacar al psicoanálisis de la relación imaginaria, del yo a yo, del vínculo entre personas.
Leemos en Lacan: “…al excluir de la relación con el sujeto de todo cimiento en la palabra, el analista no puede comunicarle nada que no haya recibido de un saber pre-concebido o de una intuición inmediata, es decir, que no esté sometido a la organización de su propio yo”. (4)
Nuestra intervención apunta a desarticular esta demanda, para lo cual el primer paso es el uso del discurso del propio paciente. Si no enmarcamos en él nuestra intervención, el retorno de la contratransferencia será inevitable. Es por esto que es sumamente útil para nuestra formación lo que denominamos la disciplina del comentario. Se trata del comentario de un texto con los elementos del propio texto. Esto nos impide referirnos a otros textos, lo que llevaría a un metalenguaje sobre el texto.
Lacan dirá reiteradamente: “No hay metalenguaje”. Esta idea es absolutamente solidaria con la de disciplina del comentario. El metalenguaje, un decir “sobre” el discurso del paciente, no hará otra cosa que reforzar el yo, el autoconocimiento, que es la peor versión del “conócete a tí mismo”. Michel Foucault (5) orientará esta formulación a la ascesis de sentido, que es lo contrario del instrumento habitual de las psicoterapias. Postula con esa idea que es preciso que el sujeto se modifique, se transforme, se desplace, se convierta en cierta medida y hasta cierto punto en distinto de sí mismo para tener derecho al acceso a la verdad.
En términos de la presentación de enfermos se trata de evitar toda pregunta sugestiva que induzca al paciente a captar un sentido que el entrevistador le propone.
Si comparamos la entrevista psiquiátrica con la analítica, encontramos perspectivas opuestas. Una, la psiquiátrica, se dirigirá a lo universal del diagnóstico; y la otra, psicoanalítica, buscará por el contrario lo que extrae al paciente de todo diagnóstico para ubicarlo en lo singular que lo sostiene.
La pregunta sugestiva es la pregunta que envía el mensaje de que el analista sabe algo que el paciente no sabe. En ese punto el analista refuerza la posición del Otro en vez de deconstruirlo.
Resultó gracioso, como comenté la vez pasada, que el diario La Nación publicara en primera página el título “Messi es un cerebro”. Después de leer esto, entrevisté a un paciente que se presentó diciendo “Yo soy esquizofrénico”, y en todo el desarrollo del encuentro presentó su convicción de que en él todo estaba determinado por su cerebro. Sería un excelente representante de los neurocientíficos.
1- Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 323.
2- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 42.
3- Lacan, J., “Variantes de la cura tipo”, Escritos 1, Siglo XXI, editores, Buenos Aires, 1989, p. 336. Ed. Siglo XXI.
4- Ibid., p. 325.
5- Foucault, M., La hermenéutica del sujeto, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1992, p. 33.
Clase 3 EL SUJETO DIVIDIDO
La voluntad de decir
La inconsistencia del Otro
Lo siniestro
La consistencia lógica del objeto a
La letra
La existencia del Otro en un análisis recorre esencialmente tres etapas: su completud, su incompletud y la inconsistencia. En el inicio del análisis tenemos los dos lugares clásicos del acto analítico, el lugar del Otro y el lugar del sujeto. En este comienzo se trata de un Otro sin la marca de la castración, y en el lugar del sujeto encontramos al sujeto dividido.
Cuando el síntoma no es egosintónico divide al que lo porta. Si el sujeto no reconoce su síntoma, nuestro trabajo será provocar su reconocimiento. Para Lacan percibir el síntoma como tal forma parte de la naturaleza del síntoma. El síntoma divide al sujeto y abre el camino a lo que hemos nombrado como “efecto sujeto”. Este efecto es condición previa de la entrada en análisis. Otra forma de decir lo mismo es que buscamos que el paciente se deje representar por lo que excede a su voluntad de decir. Es allí donde habla el inconsciente, y allí donde se dirige la interpretación del analista.
Este es el punto donde se separan el psicoanálisis y las psicoterapias. La psicoterapia recubre la división con distintos sentidos, incluidos los sentidos edípicos que tienen la forma de una explicación. La idea de una identificación a la madre o al padre son la forma de recubrir el agujero constitutivo de todo sujeto que hemos denominado represión primaria, ombligo del sueño o roca de la castración.
Partimos de la dualidad que distingue un Otro completo y un Otro incompleto. El Otro completo es el de la demanda. Es un Otro cuya función esencial es la del reconocimiento.
El Otro incompleto tiene dos versiones. La primera versión es el Otro castrado. Su nombre es el Otro del deseo, es el Otro que se representa por una interrogación, por un enigma. Este es el Otro que no tenemos que ofrecer en tanto analistas cuando se presenta un sujeto angustiado, porque es un Otro que plantea interrogantes, enigmas, ambigüedades. Es el Otro que se ha formulado también como el Che vuoi? el Otro que no reconoce.
La segunda versión es la del fin del análisis, la de un Otro que no hay. A ese Otro que no existe lo nombramos como la inconsistencia del Otro. ¿Y qué queda cuando no hay Otro?: el objeto a.
Tenemos entonces al sujeto dividido por sus síntomas, por lo que podríamos llamar en sentido general sus problemas. Pero la entrada en un análisis lacaniano implica otro tipo de división, una que no es la de la angustia o el sufrimiento. El análisis específicamente lacaniano tiene una diferencia con lo que podemos llamar el análisis simbólico.
Ha pasado a ser una discusión entre los analistas si hay o no análisis por teléfono o por Skype. Mi postura es que los hay. Miller comparte esta idea diciendo que “el análisis telefónico o por Skype, sin el cuerpo presente del analista, es un análisis simbólico…”. El análisis simbólico es lo que hicimos toda la vida, con suerte. Un análisis simbólico no quiere decir que se trate de un análisis insuficiente, quiere decir que es un análisis donde se asocia, se asocia por el sonido, se deja hablar. Ojalá hubiera muchos análisis simbólicos. No es para nada obvio que todos los análisis transcurren con un método asociativo constante, siguiendo el método que implica de por sí la división del sujeto. Un análisis simbólico es un análisis que transcurre bajo la forma de la división, que quizá no llega hasta el final en relación a la pulsión, que quizá no llega hasta la destitución del Otro, pero que llega lejos de todos modos. Y es un análisis que muchas personas, analistas incluidos, no soportan. Estoy convencido de eso. No es tan sencillo de soportar un análisis simbólico, es decir un análisis en donde todo el tiempo es destituida la demanda de curación o de resolución de problemas que presionan desde lo cotidiano.
Entonces, el sujeto dividido, ahora considerado en relación al análisis, es dividido de distintas formas. Este sujeto dividido está también al final, ya veremos con qué estatuto. Al final el sujeto tiene otra forma de división.
Al inicio del análisis el sujeto está dividido entre dos significantes, y por eso es llamado el sujeto del significante. En el punto del final del análisis el sujeto está dividido entre el síntoma y el inconsciente. Se trata de dos formas de la división con consecuencias subjetivas importantes. Si no calculamos las diferentes consecuencias subjetivas de la división del sujeto del significante o de la división del sujeto entre el síntoma y el inconsciente, perdemos de vista