A veces la vida. Esmeralda Berbel

A veces la vida - Esmeralda Berbel


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y vivía en la residencia. Ahí me encontré a una amiga de Tarragona que vivía en Pedralbes con sus hermanos; sus padres le habían puesto un piso ahí para que encontrara un novio rico. Su padre se endeudó y se suicidó, pero eso es otra historia. Bueno, ella era muy ligona, salía todas las noches, para mí era todo nuevo, no sabía nada. La primera vez que me comí unas patatas fritas y una Coca-Cola y me senté así, cómoda, en una silla, en el Opus siempre tenías que estar muy recta, ese día, ah, y además viendo Miami Vice, relajada, ¡imagínate! Mi amiga me dijo si quería estar ahí con ella, en Pedralbes, le dije que sí. Mentí a mis padres; bueno, no decía nada y las monjas no controlaban, éramos adultas. Yo iba muy pillada de pasta y empecé a dar clases de matemáticas y física. Cada vez iba menos a la residencia de monjas, me horrorizaba. Mi amiga era muy divertida. Ella luego me ha confesado que no sabía qué hacer conmigo, no sabía qué contarme, qué decirme. Yo creía que toda la gente era virgen, que estudiaba, no entendía nada. Me veían muy rara, claro, nunca sabía qué quería:

      «¿Qué quieres tomar?». Yo: «Da igual». «Pero ¿cómo que da igual?» ¡Es que no lo sabía! No sabía si prefería comer queso o jamón, si prefería un té o un café. Todo me daba igual, no tenía ni apetencias ni preferencias. La gente me preguntaba: «¿Dónde veraneas?». Yo: «En México». Otra vez la fantasía. Me subí a una nube. Yo me lo había empollado todo sobre México y como la gente tampoco sabía mucho, «¿Dónde esquías?». «En Suiza». Eran todos muy pijos. Me fui al extremo opuesto, pero me quedé ahí porque no tenía nada más, no tenía a nadie más. El problema de mi vida fue encontrar el cuadro en el que encajaba. Ahí tampoco encajaba, me parecía todo muy superficial, tenía que adaptarme. ¡No les iba a hablar de teología! Estaba muy acomplejada y casi no hablaba. Mis padres no sabían nada de dónde estaba ni de lo que hacía. Era adulta, tenía veinticinco años, nadie me controlaba, las monjas no miraban quién dormía y quién no. Yo era tan naíf que pensaba que todas eran vírgenes. El primer beso, yo tenía un chicle y no sabía qué hacer; no sabía nada y él me llevó a su piso, me tiró en la cama, «¡¿qué haces?!». Ahí me dijo que mis amigas no eran vírgenes y yo pensé que me tenía que adaptar y me dejé. Me taladró. Me hizo tanto daño. Menos mal que no me quedé embarazada, no tuve ningún cuidado, es que ni pensé, ni caí. Se lo expliqué a mi amiga y acabamos riéndonos. Yo tenía que moverme, irme a otro piso, ahí estaban sus hermanos, no era plan y me fui a casa de otra que también era de Tarragona y estaba en una habitación; quedaba una libre y fui con ella. Esta empezó a tener envidia de mis notas y envidia de todo y me hizo una putada. Dijo que había desaparecido dinero y me acusó a mí, empezó a decir a todo el mundo que, como yo acababa de salir del Opus, pues tenía muchos problemas psicológicos y por eso robaba. Y espérate, que no he acabado. Esta tía también era de Tarragona y la noticia llegó a mis padres: que yo era una ladrona y que salía por la noche con plumas en la cabeza. Mis padres me llaman: «Robar sabemos que no lo has hecho, pero eres una puta, te estás perdiendo, que sales todas las noches con plumas en la cabeza, puta, más que puta». ¡Con plumas en la cabeza! ¡Surrealista! Esa tía me hizo de putadas y yo era tan inocente. Yo no sabía el tamaño del mundo. Pensaba que el mundo real era lo que yo conocí y salgo de ahí y con lo que me voy encontrando es que la gente me repudia, fue muy fuerte. Se apartaban, creían de verdad que yo tenía problemas y por eso robaba. La primera vez que sentí un acto de bondad hacia mí fue que una chica le dijo a esta, a la que me acusaba, que, si era mi amiga y yo tenía problemas, por qué no me ayudaba en vez de estar criticándome sin parar. Yo estaba con taquicardias; pensaba: «¡Qué horror de mundo! Me voy de un infierno a otro».

      No encontré mi sitio hasta seis años después. Hasta que me fui a Chile, a los treinta y ahí, por fin, me empecé a sentir cómoda. Ahí me dije que yo construiría mi propio cuadro en vez de adaptarme al cuadro de los demás. Acabé la carrera de Matemáticas con matrículas y notables; de Física me quedó un año y pasé. Solo acabamos tres la carrera. Me vinieron a buscar a la universidad. Una consultoría de negocios buscaba a gente cualificada y me escogieron a mí. A la empresa les dije que estaba dispuesta a viajar. En mi casa empecé a mentir, no quería más insultos y la única manera era mentir, a mi padre le mentía siempre. Me fui a vivir a Grecia, luego a Turquía y luego me encontré en Chile. Viajar va muy bien porque viajas hacia dentro de ti misma.

      Durante ese tiempo, todo el tema de las mentiras se me disparó. Mentía siempre. Se me iba la olla, mentía compulsivamente. No sé, lo hacía para adaptarme, me salía, no lo podía evitar. Se me disparó la bulimia y las mentiras. Todo esto continuó hasta que llegué a Chile. Sabes cómo son los chilenos, ¿no? Hospitalarios, amables, generosos. Me calmé. Me di cuenta de que sufría mucho, tenía megalomanía, no podía controlarla. ¿Sabes lo que dice Freud?, dice que es un mecanismo de defensa de infancias con abusos físicos. Yo tenía un gran complejo de inferioridad, no sabía moverme en el mundo. Son manifestaciones.

      Ahora ya no miento.

      Tardé cinco años o más en adaptarme. Lo recuerdo como muy duro. No hice terapia ni nada de eso, nunca he ido a un psicólogo, hubiera estado bien pero no lo hice. Ahora los que salen se van directos a una terapia. Sales con un grave problema de identidad. No sabes nada de ti. El Opus me ha dado una cosa muy buena: disciplina. Soy muy disciplinada. Todo lo demás que me ha dado me ha hecho daño. Lo demás me parece bastante malo. Después de salir de ahí, me lo leí todo. Descubrí el mundo, tuve todas las experiencias vitales que quería, buenas y malas. Descubrí el amor, el sexo, estuve con el mexicano, nos enamoramos, duró lo que duró, seis meses. Estuve con un poeta que me tuvo en la cama, no sé la de horas, a mí el sexo nunca me ha importado mucho, no es un gran valor para mí, me gusta, es agradable, pero hay cosas del mismo nivel. Podría prescindir perfectamente. Con ese novio tan intenso, me adapté. Yo me adapto. No es un problema para mí. Parte de mi manera de entender la vida consiste en adaptarme. Yo me adapto continuamente. Me dedico a la innovación y es un cambio continuo.

      ¿Soy religiosa? No. Soy espiritual. Religiosa viene de religare, «ligar», «atar». Soy espiritual. Ahora me han invitado a ir a un retiro zen durante una semana; me apetece, nunca he ido. Me interesa todo lo que sea trascender la materia. Religiosa no, espiritual.

      Y con mis padres ya lo sabes. Corté en seco. El otro día fue su cumpleaños. «Felicidades» y ya está. Hace seis años que no voy a verlos. Silencio. No tengo más opción. Me ha costado, pero no me dejaron más opción. Ahora soy una mujer feliz, hace unos años encontré al hombre de mi vida, es mi amor, mi padre, mi hermano, mi compañero, es todo. Es un amor que me da paz, él es más mayor que yo, nos llevamos veinte años, es muy tranquilo, me quiere, me quiere tal como soy.

      Esto es todo lo que te quería contar.

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