A veces la vida. Esmeralda Berbel

A veces la vida - Esmeralda Berbel


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otros no los pegaba, pero cada uno recibió su ración: «Tonto, tonto», «inútil, inútil». Ella, todo verbal. Yo, si me tocan, hago así. Siempre. Tengo esa alerta. Uno de mis hermanos fue durante años al psiquiatra y cuando tenía que hablar de mis padres empezaba a temblar y se ponía muy rojo. Estuvo muchos años enganchado a la coca.

      Mis padres son del Opus Dei. Ellos se adoran.

      La definición que dan los del Opus es que es una prelatura. En la Iglesia no había un formato en el que los laicos pudieran tener votos y en ese sentido el Opus fue una revolución, una modernidad. Hacen votos y están en medio del mundo, eso dicen. Aquí en Barcelona hay cinco o seis colegios del Opus Dei: Canigó, Lavall, Pineda. En el Opus no se mezclan las clases sociales; hay de todo, gente muy humilde y gente muy adinerada. Atacan todos los frentes. La sumisión es doble: apostolado y proselitismo. Los ricos dan dinero al Opus voluntariamente, lo voluntario es el sistema de la empresa. La empresa más rentable del mundo.

      Conseguí aprobar y justo ese año va y abren un colegio del Opus en Tarragona y nos meten a todos. Yo me había volcado en la gimnasia deportiva y ahí no había gimnasio, no sabes lo que lloré. A saco. Me entró una rebeldía, me volví muy mala, contestaba, suspendía, no quería estar allí. Nosotros ya habíamos ido a un centro del Opus donde a las chicas nos enseñaban a cocinar, a bordar, pero ir al cole era otra cosa. Un día me cogió una del Opus y me dijo que yo en realidad no tenía ni una sola amiga, que solo eran mis perritos falderos, y me lo creí tanto que empecé a cambiar. Eso era una manera de captar. Me discipliné y buenas notas. Entonces mi padre empezó a pegarme por cualquier cosa, algo con la cuchara y ¡zas!, el pie y ¡zas!, ¡zas! Yo siempre estaba así con las manos y él insistía en que era su favorita. Un clásico eso de que quien te quiere te hará llorar. Esa frase es la que más se oía en mi casa.

      Empiezo primero de BUP en el Opus y en Semana Santa me voy de convivencias a una casa estupenda. Una noche nos llaman la atención por poner la música alta y bailar, nada más. Nos dijeron que o cambiábamos o nos echaban. Tú imagínate, eso era peor que suspender las matemáticas, llego a casa y me matan, así que decido estar atenta a las actividades y ahí pasó algo, hubo una charla de un cura, que por cierto estaba bastante bueno, que dijo que éramos solo unos pocos los elegidos por Dios; que había tres señales: ser inteligente, tener independencia económica y que tuvieras un carácter normal. Estas son las características de la gente que escoge Dios. Lo de que seas independiente es para que no te necesiten en casa y lo del carácter es para que seas sociable y puedas captar a otras personas y si además tienes a tu familia en «la obra», así es como ellos lo llaman, es por algo y que no tienes que tener miedo a decir que sí. Pensé: «Quizá yo sea una de las elegidas de Dios». Yo me consideraba inteligente. Soy inteligente. Cuando suspendía era porque no estaba atenta, no miraba ni un libro. Mira mi trabajo, resuelvo retos empresariales, estrategias, no es fácil. Hubo un momento, ellos cuidan mucho la liturgia, mucho, gregorianos, incienso, misas en latín, yo soy una esteta y toda esa estética me encantaba, los misales, los cantos en latín, era todo de una belleza impresionante y, cuando Dios muere, toda la iglesia queda desnuda porque Dios ha muerto y ponen una hostia consagrada sujetada por un instrumento bellísimo, La Custodia, y en medio está la hostia. Deja que me conecte un momento, ¿lo ves?, mira y este es muy sencillo. Mira cómo van vestidos, preciosos, ideales, toda la liturgia en general es así, me gustaba mucho, es un momento, Dios ha muerto por ti y hacen turnos para no dejarlo solo. A mí me tocó de dos a tres de la madrugada; me levanté a rezar y entonces le dije a Dios que si él me quería, pues que allí estaba yo y al día siguiente le dije a la que nos había dicho que o cambiábamos o nos echaba, por cierto, era una mujer muy guapa, bastante carismática, le dije que creía que tenía vocación y se puso muy contenta. Al día siguiente ya escribí la carta. Hacerte del Opus lo llaman «pitar»; has pitado, no sé por qué, es un argot, hay mucho argot, en todo tipo de sectas es importante tener argot y un lenguaje así un poco secreto. La carta la escribes con pluma.

      Escribes: «Querido padre».

      En ese momento se había muerto el fundador, monseñor Escrivá de Balaguer, y el siguiente era Álvaro del Portillo, ahora es Javier Echevarría. Escribí «Querido padre» en una octavilla, hay todo un estilo, dices quién eres y que deseas pedir la admisión. Es un acto voluntario y es un momento emotivo. Solo te rechazan si eres raro. Ser raro es ser homosexual o lesbiana o asocial, yo conocí a una que acabó anoréxica, hay varias anoréxicas, es que si no es lo tuyo explotas, no lo aguantas, es demasiado.

      En el Opus hay varias categorías, está todo muy bien pensado, hay numerarios que hacen todos los votos: obediencia, castidad, dinero y entrega de todo, a algunos el prelado les pide que se hagan curas; y luego están los supernumerarios, que están dentro pero se pueden casar y tener hijos; y luego están los numerarios auxiliares, que son muy, muy humildes, lo entregan todo y trabajan en las casas limpiando; y luego, los agregados, que suelen ser también gente muy humilde y lo entregan todo, pero siguen en casa de sus padres, ya sea por problemas de salud, dependencia, introvertidos, pero igualmente siguen unas normas muy estrictas.

      El Opus fue moderno en el sentido de que estabas en el medio del mundo y podías tener familia. Nunca cogían a curas de fuera para que todo estuviera en sintonía. No se niegan. Nadie se niega a nada. Lo entregas todo. Y hay un protocolo. ¿Sabes cuál es el protocolo del Opus?

      Es este:

      Cada semana, charla individual; te explican diferentes temas de la obra que tienes que cumplir a rajatabla: no usar pantalones, no fumar y no ir con chicos. Cuando entré tenía catorce años. No me habían dado ni un beso.

      Mis padres, imagina, felices. Hay un saludo secreto que tú dices: «Pax», y te responden: «In aeternum». Llego a casa después de las convivencias y miro a mi madre, que estaba doblando sábanas, y digo: «Pax». Se echa a llorar. Todos emocionados, de repente me querían, me aceptaban. De repente era buena.

      Me fui a vivir al centro del Opus. Salí del infierno de mi casa y me metí en un sitio en el que todo el mundo era amable. ¿Sabes?, una de las normas es estar siempre alegre y contenta para hacer felices a los demás. Te hablaré de las normas, tienen cosas muy chulas, claro, para mí fue la gloria, todos contentos, deja que me ría porque ahora me hace gracia. Vivía mejor en el Opus que en casa de mis padres. Dejé de tener miedo y empecé a dormir por las noches.

      Tengo otro recuerdo:

      Cuando era pequeña, cuando levantaban la hostia, rezaba: «Dios, haz que sea buena, hazme buena como Ana Bonet», que era una niña ni gorda ni flaca, ni guapa ni fea, ni lista ni tonta, normal, yo quería ser así.

      En el Opus empecé a sentirme buena, allí me querían como era, dejé de ser rebelde; bueno, una vez me rebelé porque en la clase de filosofía, hablando de Descartes, nos empezaron a hablar de sinceridad y que si la obra esto y lo otro, y yo quería que hablaran de Descartes, ¡coño! Me volví intelectual. Me hace gracia, ahora me hago gracia, déjame que me ría. En el Opus sacaba muy buenas notas.

      Estaba todo muy bien pensado. En las convivencias, no te lo he dicho, pitamos tres, las tres nos fuimos a vivir al Opus. Todo muy bien pensado. Dormíamos en una tabla de madera, con una sábana y una manta. Se come bien, pero tienes que comer más de lo que no te gusta y menos de lo que te gusta. Ahí no hay ningún gordo.

      Te cuento un día normal:

      A las seis y media suena el timbre y saltas al suelo, te arrodillas, lo besas y dices: «Serviam». Y te ofreces a Dios. Te pones una bata blanca y limpias una parte de la casa durante media hora; eh, pero los hombres no lo hacen, y solo duermen en la tabla una vez por semana, los demás días duermen en un colchón, después de limpiar, ducha fría, yo nunca pude, y luego media hora de oración y luego misa y luego desayuno y luego a currar o a la escuela. Yo iba al Canigó, no era mixto. Ningún colegio del Opus es mixto. Y, a la vuelta, otra vez el trajín, misa, oraciones, confesión. Así siempre, todos los días, sábados, domingos, eso es una rutina, ¿Qué hora es? ¡Vaya! Tengo que empezar a trabajar.

      Seguimos en mi casa.

      BARCELONA, 9 DE LA NOCHE

      CASA


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