A veces la vida. Esmeralda Berbel

A veces la vida - Esmeralda Berbel


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hubiera visto algo que no se esperaba, y ahí murió, en mis brazos. Nunca había sentido la soledad como en aquel momento. Me puse a llorar como un loco con mi padre en los brazos. Llegaron las enfermeras y se lo llevaron. Eran las dos de la madrugada. Totalmente ido y sumiso, cojo un taxi; llorando, le digo la dirección, llego a su casa, cojo ropa limpia, de mi padre, y me voy a pompas fúnebres y me dicen en la oficina: «¿Su padre tenía un seguro?», y pagué una locura por todo, como estaba tan ido.

      Ahí acabó todo. Sí.

      Luego vino otra época para mí. Yo no lo sabía, ni me lo esperaba, pues resulta que mi padre había ahorrado un dinero y me sirvió para dejar de trabajar durante un año. No cogí la brocha en un año. ¿Qué hice? Me sumergí en las drogas: aspit, ¿qué? A ver. No, así no se escribe esp, no, así no. Déjame. Speed. Así. No das ni una, lo escribes todo mal lo de las drogas, ¿no? Speed. Eso es. Mírame. Hoy estoy cansado, y lo que viene ahora creo que merece tener ganas de contarlo. Pero no me mires así. Así, como…

       ¿Cómo?

      No sé. Con esa intensidad.

       Disculpa. ¿Salimos a dar un paseo?

      Sí.

      VALLCARCA, 5 DE LA TARDE

      INTERIOR

       12 de abril de 2003

       ¿Te apetece un café, Pablo?

      No, llevo ya seis mil.

      ¿Sabes qué he estado pensando estos días?, que ser drogadicto es como ser facha. Sí. La droga hace, te incita a ser reaccionario, vives en un mundo interior artificial, fuera de la realidad. Según qué droga tomes exagera las emociones, deteriora bastante tu alrededor, estás mucho más sensible, nervioso, totalmente arriba-abajo, y para poder enfrentarte a eso tienes que hacerte reaccionario, te montas unos escudos. A los soldados americanos se les suministraban anfetas, así sus actos podían ser pasadísimos. Hitler, en sus últimos años, tomaba mucha anfeta, eso exageró mucho más su enfermedad.

      Sí, lo sé seguro. Yo nunca he parado. Ahora no tomo nada, nada. Pero desde los quince hasta los treinta y cinco, igual bajaba la dosis, me metía poca, pero cuando murió mi padre me volqué de lleno inconsciente y conscientemente, lo hice para huir de todo lo que había pasado. También para autodestruirme. ¿Culpable? Sí. Hombre, culpable de todo. ¡Hostia! Es que esto me lo he preguntado cuarenta mil veces. Es una especie de tortura. ¿De qué? Yo podía haber evitado muchas cosas. Desde la relación con mi padre, con la gente, haber cogido otra dirección en mi vida, pero por otra parte me he dejado llevar, que no es excusa, ¿eh?, ¡para nada! Me he dejado llevar por una inconsciencia que, chica, se me escapa de las manos. Esa inconsciencia gira como un viento, que no es excusa, ¿eh? No es excusa. No sé si me explico bien. Culpable de mi inconsciencia. Lo que yo pienso de mí no me deja ver las otras posibilidades. Justo estaba pensando: «Que no me pregunte eso, que no me lo pregunte». Que no sé lo que pienso de mí, ¡joder! No lo sé. Ni idea. Si me acuerdo de alguna, te llamo por teléfono. Sí. Ah, sí. Va. Dime tú algo. Dime algo que tú pienses de mí. Para eso estás aquí, ¿no? Te escucho. Es cómodo estar ahí, ¿no? Disculpa. La droga me ha dado mucha castaña, bueno, me he dado mucha castaña a mí mismo. Solo quería que dijeras algo bueno de mí.

      Te escucho.

       Eres todo corazón. Y delicado. Como los poemas que leías con tu amigo.

      ¿Cuáles?

       «El albatros», por ejemplo. Y eres tierno, mucho.

      Bueno, para. Ya.

       Podría decir muchas más cosas, las voy a decir. He visto los dibujos que me dejaste y he escuchado los discos. Eres muy bueno.

      Gracias. Ya está por hoy. Me he quedado, estoy osito de peluche. Y te lo vuelvo a decir, muchas gracias. Para mí es muy importante lo que dices de mí, es como un bálsamo. Sí. Sí, claro que me lo creo, pero, no, no sé si me lo creo, ¡hostia!, ¡cojonudo!, pero, bueno, no voy a rizar el rizo, no quiero darle a la olla de si te equivocas o no, esto es lo que, sin bucles, está bien así. Las otras me las dices luego, en el jardín. Sí. Que yo recuerde, muchas personas me han demostrado amor. Sí. Yo no tengo dificultad de dar, pero no sé recibir. Cuando me dan me quedo parapléjico. Cuando me dan regalos me bloqueo, me incomoda, lo agradezco mucho pero según cómo me dan muchas ganas de llorar. Me emociono. Y no quiero. No quiero. No es que sea un reprimido, amputado, eso sí. Sí, emocionalmente y además de raíz. Hay muchas barreras insalvables hasta llegar a las emociones. Sí. Insalvables. ¿Sabes por qué?, pues porque, aunque tengas muy buena fe, tus padres, hermanos, familia, no te hacen natural. No es que te hagan impuro, pero es muy difícil. Nadie es libre de sí mismo. ¿No crees? Yo sí lo creo. La pregunta es: ¿qué esperar hacer de mí? No tengo ni idea, guapa, de los planes que tengo. He pensado mucho, pero no sé. Estoy aún empezando a crecer. Ahora tengo un entorno que ayuda. Aquí estaré solo unos días. Como mucho un mes. Aunque estoy bien, ¿eh? Pero, cuando pienso en irme me viene mi casa actual. No te lo he dicho, pero estoy solo por primera vez, estoy pintando mi casa y flipo de cómo la estoy dejando, me falta nada, en cuanto salga de aquí. Eso es muy importante para mí. Yo, tengo un trabajo tan bestia conmigo que se me quitan las ganas, pero aquí vamos a la pregunta de antes, la del principio, ¿me siento culpable? Sí, pero no siempre, porque tengo fe y la pregunta es: ¿fe en qué? No sé, pero aquí estoy. Cuando tengo fe se me pasa el miedo y no se me aparecen los otros Pablos. Cuando tengo fe pienso en que en una semana acabo con esto y acabo de pintar mi casa y empiezo una nueva vida. Sí. Cuando los otros Pablos se quedan tranquilitos, todo va bien. Nunca se sabe cuándo va a aparecer el Pablo ansioso, el Pablo enfermo, el Pablo cobarde, el orgulloso, el pasota, el noble (me cuesta reconocerlo, pero también está), el trabajador. Estoy demasiado en mí. Desde que me levanto hasta que me voy a dormir estoy totalmente dependiente de mí, y mi relación conmigo mismo es fatal. Muto. Muto según lo que venga. No cambio. Muto. Me gustaría estar tranquilo. A gusto. Necesito parar. Estoy esperando que el mundo de afuera me haga parar, y eso hace cuarenta y dos años que lo espero. Sí. Ahora me doy cuenta de que no es el mundo de afuera.

      ¿Dónde nos quedamos? Nos quedamos en la época, ¿te acuerdas? Bueno, yo no quería hacer nada. Quería disfrutar de ese dinero que me cayó como del cielo, y me creé una ficción conmigo mismo. La del dandi decadente. Buscaba en la oscuridad. Me gasté dos kilos y medio en nueve meses. Todos los ahorros de mi padre, y, como fue de esa forma, pues me pareció hasta largo. Salía cada noche, me drogaba, flotaba continuamente, diferentes vicios sexuales, bueno, no eran vicios, digamos diferentes formas, ropa nueva, no hacer nada, siempre comía en restaurantes, disfrutaba del tiempo de una manera melancólica y lánguida. ¿Me gustó? Sí. Sí. Lo repetiría y me lo pasaría mejor. Sí. Ahora soy más práctico. En ese momento huía de la muerte de mi padre, de la relación que tuvimos, y, además, era su dinero, y eso, cada peseta que gastaba, había en ello una culpabilidad. Ah, ahora no haría eso, haría otras cosas. Gastaría lo imprescindible, trabajaría igual, pero mucho más tranquilo. ¿Algo que no haría? Pues, no volvería a gastar en prostitución, no, ni en drogas. Más práctico. Así es como viví el duelo. ¡Vivir! Vivir sin vivir en mí. Sí. Huía, pero no siempre. A veces lo afrontaba de cara.

      Cada día de mi vida me acuerdo de él. Cuando tengo un buen momento, en el que hilo fino, lo veo bien, tengo buen recuerdo, pero la verdad es que esta relación me ha dejado un poco tocado. El otro día lo pensaba, sí, y creo que más que la droga fue la relación con mi padre lo que me ha dejado tocado. Ayer, ayer pensaba en ello. Me ha tocado. Por eso, para empezar de nuevo, me tengo que liberar de eso. Para ser yo. Necesito bastante infraestructura.

      Cuando se me acabó el dinero volví a trabajar. Me costó empezar, bajar del globo, de la película que me había montado. Seguía yendo de prostitución de vez en cuando, a veces pagaba solo para ver el cuerpo de una mujer y tocarla, no para echar un polvo. Era incapaz de tener relaciones sin ir de prostitución. Me era imposible acceder a tener relación con chicas. Me costaba. Estaba ido por la droga. También estaba harto de esa época, por eso


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