Sueño de Medianoche. Valentina Villafaña

Sueño de Medianoche - Valentina Villafaña


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criatura sobrenatural, y ahora todo parecía tan cercano de nuevo.

      —De acuerdo, pero recuerda: no es necesario ser un monstruo.

      —No lo haré de nuevo, además, te tengo a ti para que lo seas por mí. —Sonrió y le guiñó un ojo.

      Las dos miraron el cadáver, o más bien, lo que quedaba. Llamaron a los hombres que custodiaban la entrada, ya libres de la manipulación mental de Alexia. Acudieron de inmediato y comprendieron lo sucedido. Alexia les hizo saber que Eizenach había matado al príncipe y que el título ahora era suyo, por ende, Eizenach era ahora el nuevo príncipe de la ciudad.

      Caminaron hacia afuera, los vampiros presentes quedaron en silencio y los sujetos que las habían acompañado hasta allí anunciaron que Eizenach era ahora el príncipe. Alexia notó que había muchos que pertenecían a las casas de control de la ciudad y que el evento reciente les quitaba el poder de las mismas. Algunos se les acercaron y ofrecieron escoltar a Eizenach, pero Alexia se negó, tajante, y les prohibió acercarse a la muchacha; había visto la envidia en sus miradas, tras esas sonrisas cínicas había un dejo de odio hacia la nueva princesa.

      VI. ¿Obligaciones?

      El molesto sonido de una alarma ubicada a unos metros de su cama había hecho abrir los ojos a la nueva princesa de ciudad Crystal.

      —¡Cosa horrible, cállate!

      —Ya levántate.

      —No quiero... tengo sueño.

      —Eso te pasa por llevar una doble vida, deberías dejar de salir de día y, bueno, ser un vampiro… uno normal al menos.

      —Qué graciosa, ¿no? No es que me moleste la vida que llevo, es solo que no tengo ganas hoy.

      Habían pasado algunas semanas desde que Eizenach se había convertido en príncipe de la ciudad y Alexia había asumido la misión de eliminar a las posibles amenazas. Pero eso no era todo, también se había transformado en su consorte, pues desde antes de convertirse en su creadora, sentía cierta atracción por la muchacha, lo que el vínculo había fortalecido y ahora solo podía traducirse en una atracción romántica.

      Eizenach, por su parte, experimentaba algo muy similar, pero nunca lo admitiría. Es más, seguía teniendo un carácter complicado y tras su transformación se había vuelto más caprichosa que antes. Por otro lado, su hermosura había aumentado notoriamente, lo que la convertía en objeto de deseo para Alexia, quien por su naturaleza de adoración hacia lo hermoso no podía evitar desearla.

      Como Alexia era quien más la conocía, comenzó a compartir el cuarto con ella, en un principio como una medida de precaución en caso de emergencia; sin embargo, con el paso de los días ninguna mostraba interés de recuperar su intimidad, es más, sentían la necesidad de estar una junto a la otra y lo atribuían al vínculo, o al menos, esa era la excusa.

      —Entonces no vayas... —intentó convencerla Alexia.

      —Tengo que ir.

      La joven abrazó a su compañera, quien medio dormida le devolvió el abrazo.

      —No quiero que vayas.

      —Ya lo sé... tampoco quiero ir, en serio…

      El teléfono empezó a sonar repetitivamente, Eizenach perdió la paciencia y lo tomó para arrojarlo lejos.

      —Esa actitud es tan… impulsiva y estúpida…

      —Aun así, me amas, y lo sabes.

      —Quién te entiende...

      —Se supone que tú.

      La voz de Eizenach sonaba como un suave ronroneo en los oídos de la pelirroja, que se dio vuelta para enredarse entre las sábanas y seguir durmiendo.

      —A diferencia de ti, yo sí tengo que dormir durante el día, al menos unas horas… ¿Podrías no hacer tanto ruido?

      —Sí, sí… lo que tú digas.

      A regañadientes, se levantó, tomó el celular y atendió la llamada.

      —¿Diga…?

      —Señorita, la productora está aquí.

      —Está bien, diles que ya voy.

      —Muy bien, señorita.

      Dejó el celular en la habitación y se metió al baño. Abrió la llave de la enorme piscina que tenía frente a ella hasta llenarla, se sumergió y recordó que no tenía mucho tiempo, sin embargo, no la despedirían por llegar un poco tarde; después de todo, no encontrarían a alguien que pudiera reemplazarla. Era la estrella del estreno de una nueva película y la actriz más hermosa que podrían encontrar. “Y si me despiden, ¿qué importa? Tampoco es que sea una gran película”, pensó. Un par de minutos después, el teléfono comenzó a sonar de nuevo, no pensaba salir del agua para atender y se quedó allí disfrutando de su baño, no obstante, la puerta se abrió de golpe.

      —¡Ya, contesta! —ordenó Alexia, con el ceño fruncido y el celular en la mano. Por su expresión cualquiera hubiera pensado que mataría a quien fuera que volviera a despertarla.

      —Sí, sí, ya sé…

      Eizenach se acercó al borde de la piscina, cerca de la puerta, para tomar el aparato y se levantó dejando a la vista gran parte de su cuerpo. Alexia sintió cómo se le secaba la garganta y su instinto le pedía, a gritos, beber un poco de la sangre de Eizenach.

      —Y ahora ¿qué te pasa? —dijo levantando una ceja, sabía que estaba siendo devorada por la mirada de su creadora.

      —Nada —respondió Alexia sin dejar de mirarla.

      —¿Estás segura? No parece un “nada”.

      —No es nada, en serio.

      El teléfono continuaba sonando y ese “nada” obviamente era un “algo”, pero no iba a preguntar demasiado. Alexia era de las que no pedía las cosas, por lo que podría estar ahí intentando adivinar por horas. Pero tampoco era necesario adivinar, ella sabía exactamente lo que Alexia quería.

      —¿No me lo darás? —preguntó Eizenach.

      —¿Qué?

      —El teléfono... ¿que no es obvio?

      —Cierto, lo siento, ten.

      La chica tomó el aparato y contestó. Habló por largos minutos, sin embargo, Alexia no puso atención a lo que dijo. Cortó la llamada y dirigió su mirada a la pelirroja.

      —Ya me voy.

      —Ok.

      —Saldré de la tina…

      —Ok.

      —Me iré a vestir...

      —Ok.

      —¡Que no sabes decir otra cosa! —exclamó, perdiendo la paciencia.

      —Sí...

      —¡Ya, para, detesto cuando te pones así! ¡Sabes que lo detesto!

      Si había algo que Eizenach no tenía, era paciencia. Alexia estaba embobada mirándola y aunque eso no le molestaba, sí lo hacía el estado de enajenación en el que se encontraba, respondiendo monosílabos y con la mente puesta únicamente en su deseo. Odiaba aquella debilidad, la misma que tenía, de quedar bajo hipnosis ante su belleza. Para Alexia era un gran desafío no quedar idiotizada ante la hermosura de la joven, además sabía lo mucho que a Eizenach le molestaba.

      La muchacha salió del agua, tomó una bata y se cubrió. Alexia continuaba mirándola como si de un plato de comida se tratara, intentó dejar de hacerlo, pero su deseo fue más fuerte y en un veloz movimiento la tomó entre sus brazos, la estrechó contra su cuerpo y la besó. Sin dejar de sostenerla, dejó sus labios para bajar por su cuello, respiró sobre esa piel blanca y delicada hasta que clavó sus


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