Sueño de Medianoche. Valentina Villafaña

Sueño de Medianoche - Valentina Villafaña


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ja, ja! Señorita, ya basta de juegos, es hora de que esta noche se apague para usted.

      —Adelante...

      El joven se dispuso a atacar a Eizenach alterando uno de sus brazos, pero ella sabía lo que intentaba hacer, había presenciado cómo convirtió a un hombre en un despojo humano y no lo dejaría tocarla. El brazo de Yagoslav se extendió alcanzando dos metros, pero antes de que pudiera alcanzarla un par de tentáculos emergieron desde las sombras y lo detuvieron.

      —¡Qué rayos!

      —Subestimarme ha sido tu peor elección.

      —¡¿Qué?!

      A diferencia de él, Eizenach no solía alardear, o al menos no más de la cuenta. Desde el piso, bajo los pies del joven salieron dos tentáculos más, que lo atraparon por las piernas.

      —Así que eres…

      —Vampiro, ¡oops!, lástima que no vivirás para contarlo.

      —Espera, ¡podemos conversar!

      —Mmmh, no, gracias.

      —Espera, por favor, lleguemos a un acuerdo.

      Eizenach alzó una ceja y lo miró burlona, examinándolo de pies a cabeza.

      —Te escucho.

      —Hagamos un trato: me dejas con vida a cambio de algo.

      —¿Qué cosa?

      —No lo sé…

      Eizenach hizo que uno de los tentáculos comenzara a apretarle el cuello.

      —¡Espera... espera! Una habilidad.

      —¿Cómo dices? —Dejó de apretarlo.

      —Te enseñaré mi habilidad.

      —¿A cambio de tu vida?

      —Sí, te puedo enseñar la escultura de la carne.

      —¿El arte que presencié hace un rato y que estabas por practicar conmigo?

      El aludido guardó silencio, nada de lo que dijera sería tomado en cuenta por Eizenach.

      —¿Te refieres a eso? Tick tock, tick tock. —Volvió a apretarlo.

      —¡Sí… eso mismo...!

      —Pues, mmmh… déjame pensarlo… No, no me interesa; si quiero aprender a usar esa habilidad, se lo pediré a alguien más.

      —¡Espera! No puedes matar a uno de los tuyos. Ambos… ambos somos vampiros y estamos del mismo lado. Eres un solitario y yo también, ya sabes… no estaría bien que me mataras.

      —¡Ja, ja, ja! Ok... estás medio loquito, no sé de qué demonios hablas. No soy ningún solitario ni nada parecido.

      —¡¿Qué?! Pero esa habilidad… ¡es imposible!

      —¿Imposible? —Rio—. Qué divertido, lo imposible será que salgas vivo de aquí.

      —¡¿Quién es el traidor que te ha enseñado el arte de las sombras?!

      —Eso no te compete.

      Los tentáculos formados por las sombras comenzaron a presionar las extremidades de Yagoslav, quien dio un espantoso grito; Eizenach lo miró tranquila.

      —Buena noches, señor Yagoslav Szantovich. —Alzó su mano en señal de despedida.

      —¡Espera! ¡No!

      Un terrible alarido escapó de la garganta del que antes fuera victimario para convertirse ahora en la desdichada víctima, ambos brazos le fueron arrancados. Alexia ya no soportaba ver a su dulce Eizenach en ese estado, por lo que decidió intervenir. Desde donde estaba, hizo uso de algo que pensó que jamás iba a utilizar: el vínculo de sangre que las unía.

      —Así que aquí estabas — dijo Alexia, ya cerca de la joven. La muchacha se volteó y se encontró con el rostro enojado de su creadora.

      —¿Qué haces aquí? —preguntó la muchacha.

      —Te vine a buscar. Es peligroso que salgas sin compañía.

      —Puedo cuidarme perfectamente sola, como puedes ver.

      Las sombras que habían aparecido alrededor de Eizenach, comenzaron a desvanecerse por completo, al igual que aquellas que mantenían prisionero al otro vampiro.

      —Vamos a casa.

      —Pero…

      —Eizenach, ha sido suficiente.

      Una vez liberado, Yagoslav intentó correr, no obstante, Alexia lo detuvo y, utilizando su propia fuerza, lo elevó sobre su cabeza.

      —Ahora te irás de aquí y no dirás nada a nadie sobre lo ocurrido esta noche. Si llegas a hacerlo, te cazaré y te mataré.

      —¡Está bien!

      —Bien. ¡Ahora largo!

      El sujeto desapareció en la oscuridad.

      —Nos vamos —ordenó Alexia.

      Su tono autoritario resonaba en la cabeza de Eizenach. Alexia estaba utilizando el poder del vínculo sanguíneo para obligar a su progenie a cumplir órdenes, a pesar de que pensó que nunca iba a hacerlo; después de todo, aquella soberbia rebelde era lo que más le gustaba de Eizenach.

      —¿Y bien? —insistió.

      Pero para su propia debilidad, había olvidado que ella misma había otorgado a Eizenach autoridad sobre ella, por lo que la muchacha no desaprovechó la oportunidad de hacer uso de su poder.

      —¿Y bien qué? ¡Me seguías! ¿Es que ahora no puedo andar sola?

      —¿Qué quieres decir?

      —Lo que estás escuchando, ¡me estabas siguiendo!

      Estaba perdida. Eizenach le haría una escena, la llamaría acosadora y probablemente armaría un escándalo.

      —No es verdad, estaba…

      —¡Siguiéndome, Alexia!, ¡no soy estúpida!

      —No es lo que trato de decir, y baja la voz, por favor.

      —Si no estabas siguiéndome, ¿entonces qué hacías?

      —Yo… Salí a caminar.

      —¿Detrás mío?

      —¡No!

      Alexia odiaba cuando eso pasaba, sabía que Eizenach no era una idiota, aunque por ser una chica linda lo pareciera. La joven dejó escapar un largo suspiro y comenzó a caminar.

      —¿A dónde vas?

      —A casa.

      Alexia dio un paso adelante y se ubicó frente a ella en un intento por reafirmar su autoridad. Se quedó mirándola, desafiante.

      —¿Sabes?, aún es temprano como para volver a casa, es decir, para un vampiro…

      —¿Qué estás insinuando?

      —Ya ha pasado un mes…

      El rostro de la menor se iluminó, aquello solo podía significar una cosa.

      —¡¿Iremos ahora?!

      —Puede ser, si es que quieres.

      —¡Sí!

      —Entonces, ¿qué dices? ¿Vamos?

      V. Príncipe hoy, Princesa mañana

      La joven estaba feliz, la Eizenach que conocía había vuelto a la normalidad, sin embargo, Alexia sabía que debía ser cuidadosa e intentaría no exponerla de nuevo a ese tipo de situaciones. Había conocido la otra cara de la dulce chica y, por lo visto, la bestia gobernaba su faceta como vampiro, por eso se prometió


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