Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel. Carl Friedrich Keil

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel - Carl Friedrich Keil


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Century, SPCK, London 1984, donde podrán verse los autores y tendencias con los que dialoga y a quienes sigue, ratifica y también critica C. F. Keil en este comentario.

      Se ha dicho que este libro de Daniel y el del Apocalipsis de Juan han sido utilizados de un modo muy particular (casi exclusivo) por las iglesias y comunidades de tipo entusiasta, apocalíptico, empeñadas en destacar la escatología del mensaje de Jesús y de la iglesia en una línea unos grupos muy tradicionales y fundamentalistas. Pero este libro no es solo de grupos aislados, sino un tesoro de todas las iglesias, aunque a veces hay comunidades de tipo más establecido que pueden haber marginado su mensaje.

      Este libro de Daniel es esencial no solo para el conocimiento del judaísmo y para la práctica viva del cristianismo entendido como mensaje de Dios para “los últimos tiempos”, sino también para la cultura de occidente, que no puede entenderse sin la aportación de la apocalíptica judía y cristiana. Por eso es bueno que se pueda hoy ofrecer y leer en lengua española este magnífico estudio de C. F. Keil, a quien se ha podido presentar como “conservador”, y que lo es, pero en el sentido mejor de la palabra.

      Keil se le llama conservador, pero lo es en el sentido mejor de la palabra, porque recoge y reformula la más honda tradición de las comunidades judías y de las iglesias cristianas, desde una perspectiva protestante, pero en diálogo y respeto hacia todos los creyentes. Keil es conservador per, al mismo tiempo, es un gran “reformador”, un científico integral (historiador, filólogo…) que aplica al estudio de la Biblia las mejores herramientas de estudio y de interpretación de la segunda mitad del siglo XIX, desde la vida y cultura de las universidades e iglesias alemanas, quizá la más profundas y creadoras de la modernidad.

      No ha habido, que yo sepa, un tiempo mejor que la segunda mitad del siglo XIX para el estudio de la Biblia, un momento de mayor fidelidad al texto en su raíz más honda, en su “verdad hebrea”, recreando desde Jesús y desde la historia de la Iglesia el mensaje profético de Israel, condensado de forma especial en este libro. No ha habido un comentario más intenso de Daniel que este de Keil. Por eso sigue siendo esencial que se pueda leer y utilizar entre las iglesias y comunidades cultas de lengua española, apasionadas por el evangelio y por la “llegada” de Nuestro Señor Jesucristo.

      De la vida y obra de Keil he tratado ya en el prólogo de sus comentarios anteriores (a Jeremías y Ezequiel), de manera que no necesito aquí detenerme en ese tema, pues lo dicho en ellos servirá de punto de partida para lo que sigue. Pero el comentario de este libro de Daniel ha sido y sigue siendo especialmente discutido, tanto por su temática de fondo (el sentido de la historia, la llegada de los últimos días….) como por su desarrollo, de forma que para situarlo y entenderlo bien yo recomiendo a los lectores que empiecen situándose ante el tema de la hermenéutica (interpretación) del Antiguo Testamento, de mano de libros como los de Douglas Stuart, Old Testament Exegesis: A Primer for Students and Pastors, Westminster Philadelphia 1984 y J. Goldingay, Approaches to Old Testament Interpretation, Downers Grove, InterVarsity IL 1990, teniendo como fondo la obra de conjunto de R, J. Coggins y J. L. Houlden eds., Dictionary of Biblical Interpretation, SCM London 1990.

      Para una primera aproximación al libro de Daniel, recomiendo en especial el trabajo de H. de Wit, “Daniel”, en A. Ropero (ed.), Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Clie, Viladecavalls 2013, 553-559, con los comentarios del mismo H. de Wit, El libro de Daniel. Una relectura desde América Latina, Rehue, Santiago de Chile 1990, y el de K. Silva, Daniel. Historia y profecía, Clie, Vila. 2014. Al final de este prólogo ofrezco una bibliografía actual más extensa del tema, especialmente en inglés y español, desde diversas perspectivas exegéticas y eclesiales .Para situar mejor sus temas, y el sentido de este comentario, he querido seguir ofreciendo unas reflexiones de tipo introductorio.

      El libro de Daniel es único en la Biblia no solo por su temática de tipo profético-apocalíptico, sino porque, en su forma actual, se ha escrito y se conserva en dos lenguas (hebreo y arameo), a las que se añaden, en la tradición alejandrina de los LXX, pasajes y capítulos en griego. Como es normal, desde la tradición de las iglesias reformadas, Keil solo admite como canónicos e históricamente auténticos los capítulos escritos en hebreo y arameo, y así los interpreta de un modo ante todo filológico, pero también histórico y teológico, ofreciendo en esa línea un comentario que sigue siendo esencial en la historia de la exégesis, uno de los estudios bíblicos más serios que conozco, a pesar de que puedan discutirse algunas de sus visiones exegéticas, como seguiré indicando.

      De un modo general se han distinguido en la tradición del libro de Daniel cuatro elementos o rasgos que pueden distinguirse, pero nunca separarse: Un rasgo sapiencial, otro apocalíptico, otro histórico y otro canónico-teológico. De su recta formulación depende la buena lectura y comprensión de este libro, como Kleil ha puesto de relieve, en un contexto de fidelidad al mensaje original, a la tradición de la iglesia y a la esperanza de futuro de la humanidad, en tiempos convulsos como estos (año 2018) en que son muchos los que piensan que un tipo de humanidad “de hierro y violencia” está poniendo en riesgo la vida del hombre sobre el mundo, es decir, la creación Dios.

      Como se dice al final de su desarrollo, este es un libro que ha sido “sellado”, es decir, fijado, para el conocimiento y la vida de los creyentes de los “últimos tiempos”, un mensaje que solo puede conocerse y entenderse bien “en esperanza”, cuando “la hora” defina plenamente su sentido. Pero mientras llega esa “hora” es bueno estudiarlo, para convertirse en principio de fe y en motivo de oración esperanzada:

      (1) Daniel es un libro de Sabiduría, como aparece de un modo especial en la interpretación de los cuatro metales o etapas de la historia (Dan 2). Entre sus visiones y relatos de la primera parte (Dan 2-6 o Dan 2-7) sobresale la escena de la estatua de los cuatro metales de la gran “estatua” humana del poder mundial, que se expresa y acontece (se despliega) en los tres o cuatro grandes imperios de la historia. Algunos exegetas han dicho y dicen que en el fondo de esa visión de sabiduría subyace un mito antiguo, extendido entre diversos pueblos, en el que se habla de una sucesión de edades (tres, cuatro o cinco), que se van repitiendo cíclicamente, conforme a un esquema de eterno retorno, que podría encontrarse, por ejemplo, no solo en Grecia y en la India, sino en las cultura de México o del altiplano andino.

      Daniel ha podido retomar ese mito, traduciéndolo de un modo histórico, que ha podido interpretarse y se interpreta de diversas formas desde los asirios y o babilonios hasta los persas, griegos y romanos, introduciendo en ese esquema novedades muy significativas, en la línea de la profecía israelita. En Daniel no hay un eterno retorno, sino una única historia. No hay cuatro edades que se suceden una y otra vez, iniciándose de nuevo cuando acaban (como en los mitos de algunas religiones paganas), sino una única verdad y realidad de la historia, que tiende a destruirse a sí misma (como indica el signo del hierro que es la guerra más violenta), pero que es salvada por Dios (a través de la resistencia israelita y de la acción más alta del Mesías de Dios).

      En ese sentido, las edades de la historia aparecen como obra de los hombres, es decir, de la cultura que está representada a través de los metales, y en esa línea este libro no nos pone ante un “pecado de la naturaleza” cósmica, ni de los ángeles perversos, sino ante un despliegue humano de la historia, entendida como avance de la violencia que, simbólicamente, se identifica con cuatro grandes “imperios” en los que esa historia se condensa. Hay en esa historia un descenso en valor profundo (se pasa del oro al hierro), pero hay un ascenso en efectividad productora y violencia (culminando en el hierro y el barro, que es la expresión de una cultura técnica y violenta que tiende a destruirse a sí misma). Así lo ha expresado la “sabiduría” profunda de este libro, que nos introduce en el misterio más hondo del despliegue de la historia.

      La historia de los grandes imperios culmina, según eso, en una edad de hierro y barro, de poder destructor y debilidad. Esta es, por una parte, la edad del hierro, es decir, de la técnica que puede ponerse al servicio de la destrucción. Pero esta es, por otra parte, la historia de la sabiduría y de la resistencia de los creyentes que mantienen su fe con justicia y que esperan la liberación de Dios. Ciertamente, los


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