Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel. Carl Friedrich Keil

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Daniel - Carl Friedrich Keil


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o pentecostales, puedan sentirse invitados a seguir leyendo y comentando, con C. F. Keil, el libro de Daniel en este siglo XXI:

      Bibliografía general actualizada

      Asurmendi, J. M. (ed.), Historia, narrativa, apocalíptica, Verbo Divino, Estella 2000

      Borsch, H.M., The Son of Man in Myth and History, SCM, London 1967 137-14

      Casey, M., The Son of Man: The Interpretation and Influence of Daniel 7, SPCK London 1979

      Collins J.J. y P.W. Flint (eds.), The Book of Daniel: Composition and Reception, Brill, Leiden 2001

      Collins, J.J. Daniel, Hermeneia. Minneapolis, MN 1993

      Colpe, C., Ho Uios tou Anthropou, TDNT 8, 400-477

      Delcor, M. Le livre de Daniel, Gabalda, Paris 1971

      DiTommaso, L., The Book of Daniel and the Apocryphal Daniel Literature Brill, Leiden 2005

      Hartman, L.F. y A.A. Di Lella, Daniel, Doubleday, Garden City NY 1978

      Koch, D. Kapitel 1,1 – 4,34, Neukirchener V., Neukirchen-Vluyn 2005

      Lacocque, A., Le livre de Daniel, Delachaux et Niestlé, Neuchâtel 1976; Daniel et son temps, Labor et Fides, Genève 1983

      Marconcini, B., Daniele. Nuovo versione, introduzione e commento, Paoline, Milan 2004

      Mowinckel, S., El que ha de venir. Mesianismo y Mesías, FAX, Madrid 1975

      Newsom, C.A. y B. Breed, Daniel: A Commentary, Westminster, Louisville KY 2014

      O. Plöger, Das Buch Daniel, G. Mohn, Gütersloh 1965

      T.L. Holm, Of Courtiers and Kings: The Biblical Daniel Narratives and Ancient Story-Collections, Eisenbrauns, Winona Lake IN 2013

      van der Woude, A.S. (ed.), The Book of Daniel in the Light of New Findings, Peeters, Leuven 1993

      X. Pikaza

      El nombre laYEånID" o landa (Ez 14, 14.20; 28, 3), ∆ανιηλ, es decir, “Dios es mi juez”, o si la y es una yod compaginis, “Dios está juzgando”, “Dios juzgará” (pero no “juicio de Dios”), ha sido empleado en el Antiguo Testamento para un hijo de David con Abigail (1 Cron 3, 1), para un levita del tiempo de Esdras (Es 8, 2; Neh 10, 6) y para un profeta cuya vida y profecías forman el contenido de este libro. Sobre la vida de Daniel se nos ofrecen los siguientes datos.

      Por Dan 1, 1-5 sabemos que Daniel, en el reinado de Joaquín, con otros jóvenes de la “simiente sagrada”, de las familias más distinguidas de Israel, fue llevado cautivo a Babilonia por Nabucodonosor, cuando él vino por primera vez contra Jerusalén y la tomó. Sabemos además que, tomando el nombre caldeo de Beltesasar, él pasó tres años adquiriendo el conocimiento de la ciencia y de la educación caldea, a fin de prepararse para servir en el palacio del rey de Babilonia.

      No está claro si Daniel pertenecía familia real, o si era solo de una de las familias más distinguidas de Israel, pues no tenemos una información segura de su linaje. La afirmación de Josefo (Ant 10, 10, 1), según la cual él era ἐκ τοῦ Σεδεκίου γένους, es probablemente una opinión deducida de Dan 1, 3, y no tiene más apoyo que el de Epifanio (Adv. Haeres. 55.3) cuando afirma que su padre se llamaba Σαβαάν, y la del Seudo-Epifanio (De vita proph. Cap. 10) cuando añade que nació en Bethhoron de Arriba, no lejos de Jerusalén.

      Durante el período en que fueron colocados aparte para su educación, Daniel y sus compañeros, que tenían su misma forma de pensar y se llamaban Ananías, Misael y Azarías, recibieron los nombres caldeos de Sadrach, Mesach y Abed-nego. Con el consentimiento de su preceptor, ellos se abstuvieron de la carne y las bebidas que se les servían de la mesa del rey, a fin de que no volverse impuros por la idolatría, de forma que comían solo legumbres y agua. Su firme adhesión a la fe de sus antepasados fue de tal modo bendecida por Dios que ellos no solo presentaban una apariencia más agraciada que los otros jóvenes que comían de la carne del rey, sino que hicieron tales progresos en su educación que al final de los años de aprendizaje, siendo examinados en la presencia del rey, sobresalieron en mucho al resto de los sabios caldeos de todo el reino (Dan 1, 6-20).

      Tras esto, en el segundo año de su reino, habiendo sido turbado en espíritu por un memorable sueño que había soñado, Nabucodonosor llamó a su presencia a todos los astrólogos y caldeos de Babilonia, a fin de que le pudieran aclarar el sueño e interpretarlo. Pero ellos se confesaron incapaces de cumplir su deseo. Pero entonces, en respuesta a su oración, Dios reveló a Daniel el sueño del rey y su interpretación, de manera que pudo aclarárselo.

      Por esa razón, Nabucodonosor glorificó al Dios de los judíos, declarándolo Dios de los dioses y revelador de cosas secretar, elevando a Daniel y concediéndole el rango de gobernador sobre la provincia de Babilonia y dirigente supremo de todos los sabios de Babilonia. A petición de Daniel, el rey nombró también a sus tres amigos administradores de la provincia, de manera que Daniel pudo permanecer en el palacio del rey (Dan 2), y así mantuvo este oficio durante todo el reinado de Nabucodonosor, de manera que en un momento posterior él pudo interpretar un sueño de gran importancia, en relación con una calamidad que había de caer sobre el rey (Dan 4).

      Tras la muerte de Nabucodonosor parece que Daniel fue privado de su alto cargo, como resultado del cambio de gobierno. Pero el nuevo rey Baltasar, habiendo sido alarmado durante una fiesta tumultuosa por el dedo de una mano humana que escribía en el muro, llamó a los caldeos y astrólogos. Pero ninguno de ellos fue capaz de leer e interpretar aquella misteriosa escritura. En ese momento, la madre del rey indicó que debía llamarse a Daniel para que leyera e interpretara el escrito para el rey, como él lo hizo.

      Por haberlo hecho, fue elevado por el rey y nombrado tercer gobernante del reino, es decir, uno de los tres administradores principales del reino (Dan 5). Él siguió manteniendo este oficio bajo Darío, el rey de los medos. Los otros príncipes del imperio y los sátrapas reales quisieron privarle de esa dignidad, pero el Señor le salvó de un modo misterioso (Dan 6), a través de su ángel, liberándole de la boca de los leones; de esa manera, permaneció en su oficio bajo el gobierno del rey persa Ciro (Dan 6, 29).

      Durante la segunda mitad de su vida, Dios honró a Daniel con revelaciones relacionadas con el desarrollo del poder del mundo, en sus diversas fases, descubriendo la oposición entre los reinos del mundo y el de Dios, con la victoria del reino de Dios sobre todos los poderes enemigos.

      Estas revelaciones se contienen en Dan 7-12, y la última de ellas le fue comunicada en el año tercero del rey Ciro (Dan 10, 1), es decir, es en año segundo después de la promulgación del edicto de Ciro (Es 1, 1), en el que se permitía a los judíos que volvieron a su propia tierra y que reconstruyeran el templo de Jerusalén. Por eso sabemos que Daniel vivió lo suficiente para ver el comienzo del retorno de su pueblo del exilio.

      Pero él no volvió a su tierra nativa en compañía de aquellos que volvieron con Zorobabel y Josué, sino que permaneció en Babilonia, donde acabaron sus días, probablemente poco después de la última de esas revelaciones que Dios le había comunicado, revelaciones que culminaron con el mandato de sellar el libro de las profecías hasta el tiempo del final, y con el don confortable de poder caminar en paz al encuentro de la muerte, esperando la resurrección de los muertos al final de los días (Dan 12, 4. 13).

      Si Daniel era un joven (dly, cf. Dan 1, 4.10), de quince a dieciocho años, en el momento en que fue llevado cautivo a Caldea, y si murió en cumplimiento de la promesa divina que se le reveló el año tercero del rey Ciro (Dan 10, 1), entonces, él debía haber alcanzado la elevada edad de al menos noventa años.

      Las afirmaciones de este libro de su nombre, en relación con la justicia y piedad de Daniel y con su maravillosa sabiduría, capaz de revelar cosas escondidas, reciben una poderosa confirmación a través de lo que dice el profeta Ezequiel (Ez 14,


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