Observando observadores. Rodrigo Flores

Observando observadores - Rodrigo Flores


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observación realizada por el sistema, introducida en la sociedad como comunicación, tiene garantizada su comprensión ni menos aun su aceptación. Ella puede también no ser comprendida por la comunidad científica o puesta en tela de juicio, y sus efectos se encuentran siempre sujetos a la observación cuando se actualizan en la comunicación.

      Un elemento importante de destacar desde el punto de vista constructivista, es que las explicaciones y descripciones que se realizan de las experiencias vividas por los observadores no reemplazan en ningún caso a lo que ellas explican o describen. El observador que las escucha o las rememora sólo hace eso: escuchar y rememorar, pero en ningún caso “vive” esa experiencia vivida y rememorada. La “realidad” de la experiencia vivida no puede ser “re-vivida”. La “realidad” queda restringida al observador en su experiencia concreta y acotada, y lo transmitido por medios especializados se convertirá en una “nueva realidad” que alude a una experiencia concreta pasada, pero que no “es” la experiencia concreta pasada.

      En este sentido, es interesante relevar los aportes realizados por el biólogo chileno Humberto Maturana (1986), y su implicancia para la metodología cualitativa, al cuestionar radicalmente la existencia de una realidad objetiva que se encuentre fuera del observador, y que a la vez pueda ser conocida por éste. Maturana, al partir de la premisa de la imposibilidad de distinguir entre ilusión y percepción, da cuenta de la improbabilidad de apoyar la tradicional investigación científica en el objeto externo o realidad objetiva, como un factor que permita validar el conocimiento científico. En este contexto, la objetividad tan propia de las concepciones tradicionales, pasa a ser relativizada o simplemente puesta entre paréntesis. Desde allí se emprenden decididos y obligados pasos hacia la descripción detallada de la perspectiva según la cual se hacen posibles las “observaciones” realizadas, las que adquieren “real” corporeidad en el lenguaje.

      Para este biólogo, los dominios cognoscitivos son cerrados, por lo cual su validación no se produce por la referencia a condiciones exteriores. Por el contrario, ellos están determinados por el criterio de validación de las afirmaciones que les son propias y que especifican el modo de ser en él. La ciencia, vista como un dominio cognoscitivo, se encuentra definida por su particular y consensual criterio de validación. Desde ahora y en adelante, el criterio de validación científica debe basarse en nuevas concepciones, de forma que sea comprendida como la proposición de un mecanismo generativo que a partir de la experiencia del observador, pueda explicar un objeto o fenómeno, usando otras experiencias distintas de aquellas que se explica, y que sea aceptada como tal por otros observadores a partir de su escuchar con algún criterio propuesto por ellos (Maturana y Varela, 1984: 14; Maturana, 1986: 116).

      En este contexto, el planteamiento de Maturana constituye una redefinición de gran importancia para el quehacer científico. La rigurosidad propia de la investigación en la ciencia adquiere mayor relevancia por el carácter asumido en la explicación científica. La responsabilidad del investigador se hace inexcusable, dado que ya no puede responsabilizar de sus errores a un objeto externo, sino a su propia experiencia o a sus explicaciones de ésta.

      La objetividad no debe ser comprendida en este sentido como adecuación al objeto, sino como una adecuación a un conjunto de criterios de validación aprobados por la comunidad de observadores. Las explicaciones, por otra parte, no reemplazan las experiencias que explican. Unas y otras tienen lugar en dominios fenoménicos distintos, dado que una explicación es una reformulación —en el dominio explicativo— de la experiencia.

      Este punto de partida obliga, sin lugar a dudas, a replantear muchos de los supuestos implícitos con los cuales han operado tradicionalmente nuestras disciplinas. No constituye la intención de estas líneas hacer una revisión crítica de ellas. Sin embargo, al parecer algunos cientistas sociales cualitativos han reaccionado hace algún tiempo a nuevas y crecientes gradientes de complejidad en sus escenarios de estudio, desde diferentes puntos de vista. Tampoco ya no nos resulta extraño que se admita la coexistencia de variados tipos y niveles de objetividades presentes al interior de la sociedad, cada uno inserto en niveles de significación determinados, los cuales —de una u otra forma— limitan a su propio contexto los dominios explicativos y comunicativos provenientes de la ciencia. Las explicaciones disciplinarias comienzan a ser asumidas últimamente como tan solo una de las muchas posibles formas del conocer social.

      Con el objeto de ilustrar de mejor manera las consideraciones indicadas anteriormente, es posible construir un cuadro resumen en el cual se expone la orientación empírico-analítica y su diferencia con la orientación constructivista. Al ser leído, se debe guardar recaudo de que no se pretende establecer una dicotomía entre ambas orientaciones, sino solo pretende servir de ejemplo de las convergencias y divergencias. Algunos autores (Arnold, 1998) han intentado realizar con anterioridad un esquema dicotómico entre ambas macroorientaciones sin mayor éxito, puesto que sus exposiciones han resultado ser imprecisas, confusas y demasiado simplificadas. Imprecisas y confusas, pues pone en un mismo nivel orientaciones epistémicas y características metodológicas; y simplificadas, en cuanto no permiten apreciar las convergencias y divergencias entre las orientaciones (Flores, 2006).

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      En resumidas cuentas, de acuerdo a la postura constructivista, la explicación de los fenómenos sociales no puede basarse en la existencia de una realidad preexistente, sino que es construida en el acto de explicación. El fenómeno cognoscente se realiza por medio de distinciones sucesivas, realizadas por un observador en el acto de observar, por lo que pretende superar la clásica relación sujeto/objeto. El investigador social es un observador externo, especializado en la observación de observadores; es decir, un observador de segundo orden. Asimismo, su propósito es establecer explicaciones sobre los fenómenos sociales, las cuales se encuentran limitadas por condiciones de contexto y temporalidad. Sin pretender realizar una generalización excesiva, técnicas cualitativas como el grupo de discusión se encuentran fuertemente ligadas a estas proposiciones. En el grupo de discusión, lo social emerge en forma espontánea, sin directrices aparentes del preceptor. El rescate de la comunicación dominante y la constitución de consensos y disensos, hace posible la emergencia de experiencias semánticas exitosas.

       2.2. Puntos de encuentro entre la teoría de sistemas sociales autopoiéticos y la teoría fundamentada

      Desde la postura de algunos investigadores, es posible realizar interesantes aproximaciones a la metodología cualitativa incorporando el constructivismo sociológico aportado por la teoría de sistemas sociales autopoiéticos y los intereses de elaboración de explicaciones fundada en la empiria de la teoría fundamentada. Sus aportes consisten básicamente en hacer converger la teoría de sistemas sociales (Luhmann, 1998), el constructivismo basado en distinciones (Luhmann, 1993; Spencer-Brown, 1979), la lógica del observador (Maturana, 1997) y la teoría fundamentada (Glaser y Strauss, 1967).

      Ello puede ser sustentado, si recordamos cómo el propio Luhmann fue capaz de integrar elementos de disciplinas tan diversas como la biología (por ejemplo, por medio del concepto de autopoiesis de Maturana y Varela) o la lógica formal de Spencer-Brown. No obstante, desarrollos contemporáneos provenientes de otras áreas del saber no fueron incluidos de forma igualmente fructífera en su formulación de la teoría sistémica de la sociedad. El esfuerzo de vincular estas tradiciones radica en iluminar la presentación y explicación de diversos desarrollos en metodología cualitativa, que han intentado complementar desde las potencialidades de sus respectivos ámbitos, aquellas zonas más oscuras de la teoría de sistemas en su formulación luhmanniana. Es de especial interés las aportaciones que éstas pueden entregar hacia la resolución de la problemática de la investigación empírica.

      Algunos autores han realizado interesantes aproximaciones en este sentido. Este es el caso de Mills, Bonner & Francis (2006), Charmaz, (2000; 2006), Gibson, Gregory & Robinson (2005), y Clam, (2000), entre otros, dentro de los cuales yo mismo me encuentro (Flores, 2006). Tales posiciones, en todo caso, comienzan a consolidarse, sobre todo con la reciente aparición del libro de Kathy Charmaz, el 2006, denominado Constructing grounded theory: a practical guide through qualitative analysis.

      Estas tendencias en investigación cualitativa pretenden


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