Regreso a Reims. Didier Eribon

Regreso a Reims - Didier Eribon


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¿no me estaba dando, al mismo tiempo —y tan profundamente verdaderas como fue posible—, nobles e incontestables razones para no pensar que también se trataba de una ruptura de clase con mi entorno de origen?

      Cuando, en un momento de mi vida, hice el típico recorrido del gay que va a la ciudad, se inscribe en nuevas redes de sociabilidad, se conoce a sí mismo como gay al descubrir el mundo gay y se inventa como gay a partir de ese descubrimiento, estaba haciendo, al mismo tiempo, otro recorrido, esta vez, social: el itinerario de los que comúnmente se denominan “tránsfugas de clase”. Y fui, sin dudarlo, un “tránsfuga”, cuya preocupación, más o menos permanente, más o menos consciente, fue establecer una distancia con su clase de origen, escapar al entorno social de su infancia y adolescencia.

      Para ser franco, en lo que me concierne, luego de algunos años, se volvió una tarea casi imposible de cumplir.

      Dos recorridos, entonces. Imbricados uno en el otro. Dos trayectorias interdependientes de reinvención de mí mismo: una, respecto del orden sexual, y la otra, respecto del orden social. Sin embargo, cuando tuve que escribir, fue la primera la que decidí analizar, la que se relaciona con la opresión sexual, y no la segunda, la que se relaciona con la dominación social, replicando así —quizás—, a través del gesto de la escritura teórica, lo que había sido una traición existencial. Y fue de ese modo como adopté un tipo de implicación personal del sujeto que escribe en lo que escribe, más que otro, e incluso casi excluyendo otro. Dicha elección no sólo constituyó una manera de definirme y subjetivarme en el tiempo presente, sino también una elección de mi pasado, del niño y adolescente que fui: un niño gay, un adolescente gay y no un hijo de obreros. Y así y todo…

      1 Véase Didier Eribon, Réflexions sur la question gay, París, Fayard, 1999 [trad. esp.: Identidades. Reflexiones sobre la cuestión gay, Barcelona, Bellaterra, 2000].

      2 Publiqué la versión en francés de este prefacio en mi antología intitulada Hérésies. Essais sur la théorie de la sexualité, París, Fayard, 2003 [trad. esp.: Herejías. Ensayos sobre la teoría de la sexualidad, traducción de José Miguel Marcén, Barcelona, Bellaterra, 2004]. Para su versión en inglés, véase Insult and the Making of the Gay Self, Durham, Duke University Press, 2004.

      3 Paul Nizan, Antoine Bloyé [1933], París, Grasset, col. Les cahiers rouges, 2005, pp. 207-209.

      4 Las “cités hlm” o simplemente “cités” son barrios que surgieron en Francia en los años sesenta como respuesta a la crisis de la vivienda. Están conformados por grupos de edificios que pertenecen a organismos estatales y cuyos departamentos se alquilan a bajo costo a familias de pocos recursos. [N. de la T.]

      5 Annie Ernaux, La Place, París, Gallimard, 1983 [trad. esp.: El lugar, Barcelona, Tusquets, 2002]; Une femme, París, Gallimard, 1987 [trad. esp.: Una mujer, Barcelona, Planeta, 1993]; y La Honte, París, Gallimard, 1997 [trad. esp.: La vergüenza, Barcelona, Tusquets, 1999].

      3

      “¿Quién es?”, le pregunté a mi madre. “Pero… Es tu padre”, me respondió. “¿No lo reconociste? Es porque no lo viste por mucho tiempo.” Efectivamente, no había reconocido a mi padre en esa foto, tomada poco antes de su muerte. Más flaco, replegado sobre sí mismo, con la mirada perdida, había envejecido terriblemente. Me hicieron falta algunos minutos para hacer coincidir la imagen de ese cuerpo debilitado con el hombre que había conocido, que vociferaba por cualquier cosa, que era estúpido y violento, y que tanto desprecio me había inspirado. En ese instante, me sentí un poco perturbado al comprender que, durante los meses, y quizás años, anteriores a su muerte, había dejado de ser la persona que yo odiaba para convertirse en ese patético ser: un extirano doméstico venido a menos, inofensivo y sin fuerzas, vencido por la edad y la enfermedad.

      Al releer el hermoso texto de James Baldwin sobre la muerte de su padre, me sorprendió una observación. Cuenta que había retrasado lo más posible la visita a su padre, aunque lo sabía muy enfermo. Y comenta: “Le había dicho a mi madre que era porque lo odiaba, pero no era cierto. La verdad es que lo había odiado y deseaba conservar ese odio. No quería ver la ruina en la que se había convertido: lo que yo había odiado no era una ruina”.


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