Rescate al corazón. María Jordao

Rescate al corazón - María Jordao


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si cree que lo voy hacer.

      Dave se detuvo al oír la pregunta y se dio la vuelta.

      —¿No piensa comer nada? Bien, pues más para mí.

      Danny lo vio partir y se quedó allí sola. ¡Era el colmo! Ahora la dejaba sola, a la intemperie, como si nada. ¿Y si le pasaba algo? Podrían secuestrarla de nuevo oser atacada por algún animal. Se levantó y se dirigió hacia donde había desaparecido Dave. Oía el murmullo del agua y siguió su instinto. La luz del día se apagaba, pero aún podía ver. Un poco más adelante, encontró a Dave mojándose la cabeza debajo de una pequeña cascada del manantial. Tenía puestos los pantalones y el pecho descubierto. Quedó hechizada por aquel cuerpo. Era todo músculo y fibra. Tan moreno, tan grande, tan… Danny sintió que se mareaba y lo relacionó con que no tenía nada en el estómago. Miró hacia abajo, ruborizada y pensó en irse de allí. Era lo mejor.

      ¡Había estado espiando a un hombre! Era lo último que le faltaba. Levantó la mirada y no lo vio.

      —¿Acaso no sabe diferenciar una orden cuando se la dan? —susurró él a su oído y Danny casi pierde el equilibrio. Él la sujetó por la cintura y le dio la vuelta. Se miraron a los ojos fijamente largo rato. Ella se humedeció los labios con la punta de la lengua y él maldijo silenciosamente. La soltó bruscamente.

      —¿No piensa contestarme?

      —¿Cuál era la pregunta? Yo… bueno… yo… —consiguió balbucear ella.

      Dave la cogió de la mano y se encaminó hacia donde tenían sus cosas. La hizo sentarse en la manta y se puso la camisa.

      —Iré a cazar algo para cenar, espero que esta vez se quede aquí hasta que yo vuelva —dijo él cogiendo un cuchillo largo y afilado—. No le aconsejo estar por ahí sola en medio del desierto.

      —¡Pues no me deje sola! —gritó ella levantándose—. Mire, señor, en toda mi vida no he obedecido reglas ni órdenes aparte de las de mi padre y de él siempre consigo lo que quiero. Así que usted, que ni siquiera me ha dicho su nombre, es el que menos derecho tiene a decirme lo que debo o no debo hacer, ¿me entendió?

      Dave estaba furioso. Se acercó a ella y la cogió por los brazos.

      —Yo, por suerte, no soy su padre ni el resto del mundo con quien está acostumbrada a tratar y a convencer tan fácilmente. Esto es el salvaje oeste, señorita Langton, no lo olvide. Siempre hay un peligro cerca y uno tiene que estar alerta. A mí se me contrató para llevarla a casa de una pieza y si obligarla a quedarse aquí implica una orden, ¡obedézcala! —le gritó Dave y la volvió a sentar en la manta.

      Dave se fue sin darle tiempo a que respondiera y Danny se sintió aún más frustrada. Estaba atónita y furiosa. Ese hombre se había atrevido a gritarla. ¡A ella! ¡A Danielle Langton! Podía haberle salvado la vida, pero no le daba ningún derecho a gritarle ni a ordenarle nada. Se encargaría de que su padre fuese informado sobre cómo ese hombre sin nombre la había tratado. De todas formas, se quedó junto al fuego y ahora sí que no iba a dirigirle la palabra en lo que quedaba de viaje. Danielle no pudo más con la presión y lo ocurrido en todos esos días. Se reprimió porque no querían que la vieran vencida ni débil, pero ahora estaba sola y seguramente Dave tardaría en llegar. Así que dejó que todo lo que tenía dentro saliera en forma de lágrimas. Lloró durante mucho tiempo. Estaba acobardada, tenía y tuvo temor por todo. Esos hombres podían haber hecho con ella lo que les hubiera dado la gana y como bien dijo Dave la noche en que la rescató, Jake había querido tomarla en contra de su voluntad. ¡Cuántas cosas le habían sucedido desde que había llegado a Arizona! Esa tierra de salvajes. En sus dieciocho años yendo allí nunca había tenido un percance. Sentir cómo la montaban en aquel caballo para llevársela a la cabaña y luego de ahí a El Paso. Se sintió sucia, pero no por el polvo y barro, sino por sentir esas manos encima suyo. Sentía asco.

      Lloró desconsoladamente sacando toda la rabia e impotencia que tenía dentro. Necesitaba aquello más que nada en el mundo. Danielle no era de lágrima fácil, pero lo ocurrido habría hecho llorar hasta al hombre más fuerte.

      Dave la miraba entre la maleza. Notó que estaba llorando. Aunque estaba arrepentido en parte, esa mocosa creía que podía hacer lo que le viniera en gana con él. Estaba equivocada. Viendo cómo se había enfrentado a él, estaba seguro de que se había encarado con Jake y sus hombres sin dificultad, apostaba cualquier cosa a que esa mujercita no había llorado desde que se la llevaron con ellos. Se sorprendió al descubrir que estaba sonriendo. Carraspeó y se acercó a ella con cara seria y una liebre en la mano. La preparó para asar mientras Danny acababa de enjugarse las lágrimas y miraba su trabajo.

      —¿También tengo que comer eso? —preguntó ella.

      —Solo si quiere —dijo él, encogiéndose de hombros—. Pero le advierto de que hasta mañana o pasado no llegaremos hasta su casa, así que usted elige.

      Danny lo miró entrecerrando los ojos.

      —Pues pasaré hambre antes que comer a un animal indefenso como este —dijo ella y le dio la espalda para conseguir un poco de intimidad para sí misma.

      Dave asó la liebre y comió parte de ella con el pan y el queso. El resto lo dejó enfriar para guardarlo. Le serviría para el día siguiente. Miró la espalda de Danny y suspiró.

      —Me llamo Dave Holt. Danny se sobresaltó al oír eso.

      —Su padre me fue presentado por el sheriff O’Rourke para rescatarla.

      Danny se dio la vuelta y lo miró. Se fijó que tenía el pelo hacia atrás y aún mojado. La barba incipiente le daba un aspecto aún más atractivo y sus ojostenían algo que a ella le atraían.

      —¿Y por qué mi padre contrató a un rastreador en vez de denunciarlo a la policía?

      —Claro que lo denunció, pero le acabo de decir que fue el sheriff quien me lo presentó. O’Rourke decidió que era buena idea mandarme a mí en su busca antes que pagar a esos forajidos —se encogió de hombros—. Supongo que él esperaba que yo lo matara. Ese tipo ha hecho muchas fechorías a lo largo de su vida y siempre había salido ileso.

      —¿Por qué un hombre de ley quiso que pasara eso?

      —Porque un hombre como Jake no era un hombre de estar encerrado. Se merecía la muerte, señorita, y asunto zanjado. No quiero hablar más del tema.

      Danny ahogó un grito de sorpresa.

      —¿Por qué le disgusta tanto hablar de ese hombre? Sospecho que le ha hecho algo horrible como para querer matarlo. No creo que usted lo hubiera hecho solo para salvarme a mí.

      Dave la miró fijamente.

      —Me contrataron para cuidar de usted, no para contarle mi vida.

      —Como quiera, señor Holt, de todas maneras, no me interesa nada de lo que usted pueda decirme —dijo ella y se dio la vuelta de nuevo.

      Él tampoco insistió más y la dejó con su mini intimidad. Él también necesitaba alejarse un poco de ella. Se fue hacia el manantial y se sentó en una roca. Allí estuvo más de una hora.

      Dave, le gustaba su nombre. Por lo menos ya sabía algo de él. Se enjugó las últimas lágrimas y miró el fuego. Vio que Dave no estaba y eso la asustó. Vio algo moverse entre la manta de él. Empezó a temblar y un grito salió de su boca.

      Dave decidió volver junto a la mujer. Le había dado ya el tiempo suficiente para que se desahogara y él tenía que descansar para seguir con el viaje al día siguiente. Oyó el grito y corrio hacia ella. Llegó allí y vio que Danielle estaba sacando las cosas de Dave de las alforjas, luego las tiró al suelo. Quemó las mantas y echó el queso y el pan que sobraba también a la hoguera. Los caballos estaban asustados y Dave no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Esa mujer se había vuelto loca. Gritaba y daba saltos de aquí a allá. Tiraba todo lo que se le ponía por medio y cuando vio a Dave, fue hacia él y lo golpeó en el pecho. Lanzó puñetazos a su cara y patadas a sus espinillas, mientras él intentaba aplacarla. La cogió


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