Rescate al corazón. María Jordao
No sabía nada de lo que ocurría, solo sabía que el hombre de negro había enviado una nota a su padre para pedir por la liberación y de eso hacía ya dos días. En total, llevaba cinco secuestrada y sabía en cualquier momento que se volvería loca. Nunca en la vida pensó que podía pasarle una cosa semejante y toda la culpa la tenía ella, por insistir en viajar sola. Quizá si el señor Whitman hubiera venido… pero tampoco podía pensar en lo que hubiera pasado. Por primera vez sintió miedo de lo que podría sucederle.
5
Dave emprendió la marcha a la mañana siguiente, temprano. El señor Langton había querido acompañarle, pero él dijo que viajaba solo. Cuando el sol empezaba a asomar por el horizonte divisó el bosque que daba la bienvenida al valle. Con tanto desierto alrededor, ese bosque era algo insólito. Cabalgó con su purasangre negro al trote hasta que llegó a la cabaña en medio del claro. Había sido quemada recientemente, aún se veía salir humo de algunos restos. Desmontó y empezó a investigar sobre las cenizas y los maderos carbonizados. Encontró platos, vasos y cubiertos desfigurados por el calor, y los restos del colchón viejo y andrajoso. Miró más detenidamente el colchón y vio que brillaba algo entre sus escombros. Con la punta del pie apartó unos trozos de madera que había encima y encontró una la pieza brillante. La tomó entre su mano, era un broche de oro blanco. Seguramente era de la señorita Langton. Tenía forma de mariposa y su cierre era de nácar. ¿Se le caería sin darse cuenta o lo dejaría a propósito para que supieran que había estado allí? Si era la segunda opción, era una mujer muy inteligente. Quizás habría dejado más pistas por el camino.
Dave siguió cabalgando hacia donde las huellas le indicaban. Exactamente hacia el lugar donde tendría encuentro el intercambio: El Paso. No se equivocó, más adelante, junto a un cactus encontró un zapato. Dave Sonrió. Encontró otro zapato. Esperaba que ninguno de los secuestradores se diera cuenta de que antes estaba calzada y ahora no. Luego, encontró su chal y después, un trozo de su vestido. Era una chica lista. Había dejado pistas sin que ellos se dieran cuenta y ahí estaba Dave para seguirlas y hallarla más fácilmente. A él no le costaba nada rastrear, pues le habían enseñado desde pequeño y no era ningún esfuerzo encontrar objetos… o personas.
Llegó a El Paso al cuarto día y medio de su viaje, como había previsto. Al atardecer sería el canje con Danielle. No habría tal intercambio, se puso manos a la obra y se dirigió al lugar donde tendría que estar esa noche. Río Grande hacía frontera con México donde se ensanchaba más hasta desembocar en el golfo. Justo cuando empezaba a acercarse, encontró un lugar para divisar mejor el terreno. Enseguida oyó voces y vio el humo que salía entre la maleza. La vegetación era espesa en aquel lugar, gracias a las aguas del río. Dave se escondió a un lado del arroyo; Danielle estaba al otro extremo. Como era temprano, sus secuestradores estaban confiados en que tenían tiempo para descansar y preparar algo de comer.
El vaquero preparó su estrategia mientras oía las risas de los tres hombres. Se enfurecía al pensar en que alguien podía hacer daño a una mujer de esa manera. Además, si el secuestro era obra de quien creía que era, Dave estaba dispuesto a matarlo si hacía falta.
Anochecía y Dave ya había cruzado el río. Estaba cerca, muy cerca de ellos. Habían apagado la hoguera, pero la escasa luz que había permitía distinguir bien a cada uno de los hombres y a Danielle. Ésta estaba de espaldas. Dos de los ladrones se reían mientras compartían una bota de vino. Si seguían así, pronto estarían fuera de combate, borrachos. El otro, el hombre de negro, estaba de pie frente a Danielle y sonreía con malicia. Ella tenía el rostro entre las manos y se apoyaba en sus rodillas flexionadas. Dave reconoció en el momento al hombre de negro y la furia recorrio su ser. Esperó un poco más para tener la oportunidad perfecta. Danielle estaba asustada, no quería mirar al hombre que tenía frente a ella. Sabía que le haría daño, lo sabía. Y aunque esa noche esperaba ser liberada, sentía que su secuestrador quería algo más de ella. No quería llorar. Tenía que demostrar que era una mujer valiente, aunque para él eso no significase nada.
El hombre se acuclilló delante de ella y le cogió la cara con ambas manos obligándola a mirarlo.
—Tranquila, preciosa, es algo muy placentero —le dijo y se acercó a besarla.
—¡No! —Danielle gritó, pero la voz casi no salió de su cuerpo. Él la forzaría y luego ¿qué? Era horrible aquella situación. ¿Por qué no se conformaba con coger el dinero y marcharse? ¿Dónde estaba su padre con el dinero?
—Shh. Seré amoroso contigo, no te preocupes —dijo él y se acercó más.
Sus compañeros ya estaban durmiendo la borrachera, así que estaban «solos». Podía hacer con ella lo que quisiera y, aunque sus secuaces estuvieran en condiciones, tampoco lo detendrían. Danielle no podía forcejear con él porque la tenía atada de pies y manos. Acercó su boca a la de Danielle, ella tiró hacia atrás la cabeza, pero él la sostuvo fuerte. Se temía lo peor, estaba muy cerca. Sentía su aliento en la cara y sus ojos se cerraron justo cuando tocaron sus labios…
—Yo que tú, no me atrevería —dijo una voz a su espalda y el hombre de negro se separó de ella. Danielle no quiso ni mirar y se volvió a esconder entre sus manos—.
—Jake Lambert, quita tus sucias manos de ella. Jake se levantó despacio y miró en dirección de la voz.
—Dave, ¿eres tú? —La oscuridad ya no dejaba ver nada. Dave salió de entre las sombras apuntando un revólver hacia Jake. Este se puso en alerta y retrocedió un paso.
—¿Has venido a por la chica?
—Por supuesto. Suéltala y entrégamela.
—He pedido un rescate por ella, estoy esperando por el dinero. Si quieres lo podemos compartir. —Dave entrecerró los ojos.
—No habrá dinero alguno, Jake. He venido a rescatarla y llevarla de nuevo a casa. Jake Sonrió y levantó a Danny del suelo con una sola mano. Ella gimió y sintió cómo la empujaban hacia otro lado. Cayó sobre la tierra dura y fría y volvió a taparse con las manos. No quería ver nada. Casi no había escuchado lo que se decían los dos hombres ni le interesaba. Solo quería que vinieran a por ella cuando antes.
—Primero, tendrás que ganártela —dijo Jake empuñando su pistola. Dave arqueó una ceja negra.
—¿Pretendes liarnos a tiros? Podría matarte ahora mismo si quisiera, bien lo sabes. Jake Sonrió aún más, sus ojos eran toda maldad.
—Aún estás resentido, ¿verdad? Olvídalo, Dave. El pasado es pasado y hay que dejarse llevar por el tiempo.
Dave ya no pudo contener más la rabia que sentía y en ese momento no pensó en nada. Disparó al hombre que tenía frente a él. Éste cayó a plomo sobre el suelo con un disparo entre ceja y ceja y los ojos abiertos. Jake Lambert había muerto, ya no haría más daño a ninguna mujer. Danielle escuchó el disparo y se acurrucó más sobre el suelo. El ruido despertó a los dos hombres que acompañaban a Jake y al comprender lo que pasaba, pusieron pies por polvorosa y salieron corriendo. Dave no les hizo caso, sabía que los encontraría. Ahora solo le preocupaba la muchacha. Se acercó a ella, desató las cuerdas y la agarró del brazo para levantarla.
—¡No! ¡No me haga daño! Mi padre vendrá y tendrá lo que quiere, pero a mí déjeme en paz, por favor —dijo ella suplicando.
—No se preocupe, señorita Langton, ya no corre peligro. Todo ha pasado, estoy aquí para llevarla a casa.
La voz de Dave sonó agradable y dulce.
Danielle vio la mano que le tendía y la tomó entre la suya. Miró hacia arriba y se quedó petrificada. Era el hombre más apuesto que había visto en su vida. Pelo negro, tez morena, alto y fuerte. Y sus ojos… había algo en ellos que le sonaba familiar. La miraba con una intensidad que pensó que era un sueño. Después de todo aquello, ver a ese hombre era lo mejor que le había pasado últimamente, pero ¿quién era?
Dave miró a Danny y juró que no había visto a una criatura tan hermosa como ella. Su pelo dorado, sus ojos color ámbar y su figura pequeña y echa un ovillo movió algo en su