Rescate al corazón. María Jordao

Rescate al corazón - María Jordao


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manotazo a la mano que intentaba tocarla.

      —De eso nada. Yo no lo conozco. ¿Cómo puedo confiar en usted y no pensar que puede ser igual que ese hombre que… está… ahí… muerto? ¡Oh, Dios mío! ¡Está muerto! —Dave miró el cuerpo inerte de Jake.

      —Sí, está muerto. Ya no volverá a molestarla. ¿No está contenta por eso? Ella miró a Dave.

      —¿Contenta? ¡Ha matado a un hombre! —¿Qué le pasaba a esta muchacha? Acababa de salvarle la vida y la virtud, y ella se preocupaba por él.

      —Señorita Langton, ese hombre la ha secuestrado y estaba a punto de violarla. Además, fue en defensa propia, él me hubiera matado a mí.

      Danny miró al hombre muerto y luego a Dave.

      —¡Dios mío! Se levantó y se sacudió el polvo del vestido. Se amoldó el pelo como pudo, pues ya hacía tiempo que había perdido las horquillas.

      Dave la cogió de la mano y la condujo hacia los caballos, ya estaba harto de aquella señorita remilgada. Ella abrió los ojos desmesuradamente.

      —¿Qué es lo que pretende? —preguntó ella.

      Llevarla a casa y acabar con esto de una buena vez.

      —Pero… pero odio los caballos. Son animales repugnantes y huelen mal. Además, no sé montar.

      Dave suspiró, exasperado.

      —Usted elige, o monta en un caballo o va andando. —Danny levantó la barbilla, desafiante.

      —Iré andando, gracias.

      El vaquero no podía creer lo que oía. Esa mujer era testaruda e insoportable. ¿Ir andando? ¿Y descalza? Tardarían más de una semana en llegar. Estaba loca si pensaba que se lo iba a permitir. Subió a su montura y la alcanzó a unos pocos metros.

      —Suba ahora mismo al caballo, no puede ir a pie hasta Tucson —dijo él en tono duro.

      —No pienso subir en una de esas salvajes bestias —respondió ella.

      —¡No puede hacer eso! Danny se paró y lo miró directamente con los brazos en jarra.

      —¿Y por qué no puedo? Me gusta caminar.

      —¿Estaba hablando en serio? Porque son muchos kilómetros hasta Tucson. Son cuatro días largos a caballo, andando tardaríamos una eternidad, ¿no se da cuenta? Además, esto no es dar un paseo por las calles de Nueva York. ¡Esto es peligroso! No puedo permitirlo.

      —¿Y qué va hacer? —lo desafió ella. Obtuvo respuesta cuando Dave se agachó y la cogió por la cintura para subirla a su propio caballo y sentarla a horcajadas delante de él.

      —Así, la tendré bien vigilada también.

      Danny profirio un grito cuando la subió. No podía creer que hubiera hecho eso y antes de que pudiera reclamarle, él clavó las espuelas en el animal y salieron a todo galope hacia El Paso. Dave sabía que esa mujer le atormentaría el viaje. Que Dios le diera paciencia.

      Informaron de lo sucedido al sheriff, que estaba al tanto de situación. Les deseó buen viaje y partieron hacia Tucson. Ella le reprochó su trato de hacía unos momentos y volvió a empeñarse en ir andando. Él, una vez más, no le hizo caso y la volvió a subir a su montura. Danielle estaba asustada al estar tan cerca del animal. Nunca le gustaron los caballos y eso que estaba rodeada de ellos. Desde pequeña, su padre quiso aprenderla a montar, pero siempre rehusaba. Incluso su hermano, Robert, también lo intentó, pero fue en vano. Ahora se veía montada en uno, algo insólito.

      Danny no durmió en toda la noche. No tenía sueño y el hombre que viajaba a su lado no ayudaba en nada. No se habían hablado aún y ella no sabía qué decirle. Y, sinceramente, después de lo que ella había pasado él podría preguntarle cómo estaba, solo por ser amable. O presentarse. ¿Y por qué ella lo estaba acompañando confiadamente cuando no sabía quién era? Podría ser muy apuesto, pero de cortés, ni un ápice.

      Cuando volvía amanecer, pararon sus caballos y Danielle reunió el valor para preguntarle quién era y por qué la salvo de aquellos hombres. Dave ni siquiera se dio la vuelta para mirarla.

      —Quién soy, no creo que le importe, solo le baste saber que está a salvo y que yo mismo la llevaré a casa.

      —Pero, no lo entiendo…

      —No tiene nada que entender, señorita, simplemente la salvé y ya está. Contestó exasperado sin ninguna razón.

      Danielle se enfureció.

      –Bueno, ¿y por qué no iba a tener derecho a saber quién es usted? Después de todo, me salvó y deseo conocer la identidad de mi liberador.

      Dave ató a los caballos a un tronco. Desató su bota de vino y se la ofreció a Danny.

      —Lo único que debe saber es que su padre me contrató para que la buscara y la liberara, eso es todo.

      Danny rechazó la bota. No quería nada que proviniera de ese estúpido arrogante.

      —¿Piensa morir de sed? —preguntó él antes de dar un trago al vino—. Aún quedan dos días largos— la miró y vio que estaba limpiando una roca para sentarse. Dios mío, qué poco acostumbrada estaba a esa vida—. Quizá tres días —añadió.

      —Me da igual lo que quede para llegar y me da igual si muero por el camino —contestó ella, abatida—. Ya veo que no hay diferencia entre usted y mis captores.

      Dave Sonrió a su pesar. ¡Qué mujer! ¿De verdad piensa que conmigo va a estar en el mismo peligro que con Jake y sus hombres? Negó con la cabeza.

      —Se equivoca, señorita. ¿Quiere saber lo que habría ocurrido anoche si yo no hubiera llegado a tiempo? La habría violado y golpeado hasta que se cansase. Después, la entregaría a su padre tal y como le habría dejado. Se paró en seco, Danielle estaba sobre su estómago intentando parar las arcadas que le daban. Se acercó a ella y se acuclilló enfrente.

      —Tome, beba un poco, le aliviará —dijo él.

      —Ella dudó un momento y tomó la bota. Bebió un trago derramándose el vino por la barbilla. Cuando acabó, se limpió con la manga del vestido, más sucio no iba a estar, y miró a Dave a los ojos.

      —Gracias —contestó.

      Dave la había mirado cuando bebía y vio el vino cayendo por su boca y barbilla. Quedó hipnotizado durante un momento por su piel, clara y fina. Miró su boca, que se abrió para recibir el cálido líquido oscuro y sus ojos cuando lo miraron, eran oro fundido. ¿Qué le pasaba? Era solo una mujer, nada más que eso. Una mujer. Sacudió la cabeza y se levantó.

      —Dentro de un par de horas seguiremos. Ahora los caballos necesitan descansar y nosotros también.

      Se tendieron sobre una manta. La manta nueva que Dave había comprado se la había dejado a ella. Dave se cubrio la cara con su sombrero e intentó dormir sin éxito. Danny, tampoco pudo descansar del todo. Cuando volvieron a parar, ya anochecía. Harían noche ahí y al día siguiente estarían ya en casa, o eso esperaba ambos. Danny quería pronto poder perder de vista a ese hombre, tan irritable era. Por más que le hacía preguntas, él le respondía secamente u optaba por ignorarla. Danny decidió que no haría ni diría nada.

      Dave por su parte, esperaba poder llevarla a casa pronto o se vería obligado a cometer una locura. A lo largo del día, le quedó una cosa clara: deseaba a Danielle Langton y no quería, no podía, hacer lo que quería porque no sería lo correcto. Había decidido acelerar el paso y estar toda la noche cabalgando, pero luego pensó en ella y concluyó que lo mejor era descansar. Ató los caballos, sacó las mantas y la comida. Hizo un fuego y puso las colchas una a cada lado para poder calentarse y bien separados. Danny estaba exhausta y pensó que esa noche podría dormir un poco, aunque no estaba muy convencida.

      —Voy a refrescarme un poco, hay un pequeño manantial cerca de aquí. Vuelvo enseguida. No se mueva de aquí bajo ningún concepto


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