Historia del Próximo Oriente antiguo. Marc Van De Mieroop
la incertidumbre surge en los primeros siglos de ese milenio y se agrava en el segundo milenio y en épocas anteriores. Los expertos han reconstruido una secuencia relativa aceptada, basada primariamente en listas reales de Asiria y Babilonia, pero esa secuencia no puede asociarse con seguridad a una datación absoluta. En 1912 e.c. un experto creyó haber descubierto evidencia astronómica sólida en un registro de momentos visibles y no visibles del planeta Venus durante el reinado de Ammisaduqa, incluido en una lista de predicciones astrológicas conservada en un manuscrito del siglo VII a.e.c. El comportamiento del planeta encaja con varios momentos de principios del segundo milenio a.e.c. y tras numerosas propuestas académicas tres sistemas fueron considerados los más probables, las cronologías alta, media y baja. Fechaban el reinado del rey más famoso del período, Hammurabi de Babilonia, en 1848-1806, 1792-1750 y 1728-1686, respectivamente, y el final de su dinastía en 1651, 1595 o 1531 (ver Garelli et al., 1997: 225-240; Eder y Renger, 2007: 8-9: y Pruzsinszky, 2009: 23-30 para detalles de la investigación). En los años cincuenta la mayor parte de los expertos comenzó a adherirse a la cronología media, que también determinó la datación absoluta de acontecimientos del tercer milenio y anteriores.
Esta engañosa certidumbre está siendo atacada desde ya hace algo de tiempo. Surgieron dudas sobre la fiabilidad de la información de la Tablilla de Venus de Ammisaduqa, escrita mil años tras los hechos que describe, cuando volvió a editarse (Reiner y Pingree, 1975) y se ha llegado a sugerir que debería ser ignorada por completo en la datación (Cryer, 1995: 658), aunque hay una defensa reciente de su valor (Mebert, 2010). Acuciados por la preocupación de que la fecha de 1595 para la caída de Babilonia implicase una Edad Oscura excesivamente larga a mediados del segundo milenio, una reinvestigación a gran escala de la evidencia arqueológica, textual y astronómica defendió con fuerza una cronología ultrabaja y ubicó el evento en 1499 (Gasche et al., 1998). Esto ha inspirado una avalancha de nuevos estudios que incorporaban evidencia, como los anillos de troncos de árbol de edificios de Anatolia, las referencias históricas en la literatura de presagios, la incidencia de los eclipses solares y demás (ver Pruzsinszky, 2009, para un examen detallado de toda la evidencia), pero al final sigue sin haber certeza. La cronología media sigue siendo, pues, «demasiado útil para abandonarla» (Roaf, 2012: 171), consejo que sigo aquí para que a los lectores de este libro les resulte más fácil consultar otras obras académicas1.
1. Las fechas absolutas que uso para la historia de Asiria y Babilonia están tomadas de una lista preparada por Regine Pruzsinszky para Gonzalo Rubio (ed.), A Handbook of Ancient Mesopotamia, De Gruyer (en prensa).
Parte I
CIUDADES-ESTADO
2.Orígenes: el fenómeno de Uruk
3.Ciudades-estado rivales: el Período Dinástico Arcaico
4.La centralización política a finales del tercer milenio
5.El Próximo Oriente a comienzos del segundo milenio
6.El crecimiento de los estados territoriales a comienzos del segundo milenio
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ORÍGENES: EL FENÓMENO DE URUK
4000–3500 | Período de Uruk Antiguo |
3500–3100 | Período de Uruk Tardío |
3400–3100 | Nivel de Uruk IV, recinto del Eanna, Uruk |
3100–3000 | Nivel de Uruk III, recinto del Eanna, Uruk |
A finales del cuarto milenio, el Próximo Oriente alcanzó un momento crítico en su historia. Varios procesos de la prehistoria culminaron en numerosas innovaciones de importancia trascendental para la vida de las personas, entre ellas, las ciudades, los estados y la escritura, que revelan la existencia de una sociedad urbana con una jerarquía social y mano de obra especializada. Los desarrollos fueron un fenómeno en todo el Próximo Oriente y en muchas regiones, desde Anatolia hasta el oeste de Irán, observamos como las poblaciones comenzaron a vivir en comunidades mayores, que eran económica y socialmente más complejas que antes. Pero fue en el mismo sur de Mesopotamia, cerca del golfo Pérsico, donde a partir del 3500 crecieron hasta tal punto que podemos identificar la primera ciudad propiamente dicha. En el apogeo de su desarrollo, esa ciudad, Uruk, dejó su huella en todo el Próximo Oriente.
Una indicación de los cambios apareció en un utensilio cotidiano, la cerámica. A principios del cuarto milenio en todo el Próximo Oriente, toscos platos, cuencos y vasijas sin decorar que parecen haber sido puramente utilitarios, reemplazaron a los recipientes cuidadosamente diseñados y decorados de las culturas previas (figura 2.1). Su aparición fue el resultado de un cambio en la sociedad: más personas conviviendo necesitaban más vasijas, y la producción masiva satisfacía la creciente demanda. Lo que ocurrió en el período de Uruk, que se prolongó durante todo el cuarto milenio y fue enteramente el resultado de las fuerzas indígenas, resultó tan radical que los especialistas solían referirse a ello como «la revolución urbana», estableciendo un paralelo con la Revolución Industrial del siglo XIX e.c. El término ‘revolución’ puede ser un nombre algo inadecuado para un proceso que ocurrió hace más de mil años, pero los cambios afectaron a la mayoría de los ámbitos de la vida y no solo al origen de las ciudades. Muchas otras innovaciones en otros aspectos de la sociedad, la economía, la tecnología y la cultura fueron igualmente significativas para la humanidad. En consecuencia, al estudiar el período, los antropólogos, por ejemplo, se centran en el desarrollo del estado y enfatizan la relación entre los asentamientos y sus alrededores. Los historiadores subrayan los orígenes de la escritura, que nos proporciona un nuevo medio de acceso a los pueblos que estudiamos. Los historiadores del arte se centran en el surgimiento del arte monumental, reflejo de una relación completamente nueva entre el arte y la sociedad. El hecho de que estas innovaciones coincidieran ciertamente no fue accidental. Sin embargo, las analizaremos por separado para entender más claramente lo que sucedió.
Figura 2.1. Pila de cuencos de borde biselado. Característicos de la cerámica del período Uruk son los denominados cuencos de borde biselado, que se fabricaban en masa en tamaños estándar y que aparecen en todos los yacimientos arqueológicos de la época. Su función exacta no está clara, pero se pudieron haber usado para entregar raciones a los dependientes del templo. Estos proceden de Susa, en el oeste de Irán. Museo del Louvre, París.
Créditos: © RMN-Grand Palais/Franck Raux.
2.1. EL ORIGEN DE LAS CIUDADES
No es fácil definir en términos absolutos qué es una ciudad. Intuitivamente pensamos en un gran número de habitantes que viven muy cerca unos de otros y en edificios monumentales, pero estos son conceptos relativos que dependen de las circunstancias históricas. Mientras que hoy consideramos que una comunidad de treinta mil personas es una ciudad pequeña, para los griegos clásicos, por ejemplo, habría sido una gran ciudad.