Entrenamiento mental. Terry Orlick

Entrenamiento mental - Terry Orlick


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encuentran la forma de conservar un sentido y propósito, la pasión y perspectiva de su propósito. Saben que hay razones de peso para hacer lo que hacen y son capaces de tener presentes las razones. ¿Cuáles son tus razones para hacer lo que haces, para perseguir lo que persigues? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué esperas lograr a corto y largo plazo? ¿Qué es lo que te gusta de hacerlo? ¿Qué esperas que te dé a cambio y qué esperan los que te apoyan y cuidan de ti?

      Si logras conservar la pasión por la consecución de un sueño y encuentras razones para hacerlo, lograr la excelencia será una meta realista. Si pierdes la pasión por ese sueño y no logras encontrar razones para continuar, la excelencia pura será una meta escurridiza. Conservar la pasión, la intención, la atención, el placer y la diversión y mantener la decisión tomada son aspectos esenciales para vivir el sueño de alcanzar la excelencia.

      LA DECISIÓN Y EL CENTRO DE ATENCIÓN

      En toda empresa, el centro de atención te permite un grado de actuación de alto nivel. La receta para conservar un centro de atención de gran calidad es sencilla: mantener una actitud positiva y estar siempre totalmente conectado. Actuar continuamente de acuerdo con la receta supone un gran reto. Tienes que decidir centrarte, hallar buenas razones para centrarte y comprometerte a mejorar tu centro de atención para que te sirva y no actúe contra ti: todos los días, en cada asignación, en cada ensayo, cada día de entrenamiento, en cada sesión de preparación, en cada simulacro, en cada prueba, en cada partido, en cada interacción, en cada presentación, en cada turno y en cada parte de una actuación: desde el primer segundo hasta el último.

      Puedes optar por ejecutar los movimientos, volcarte en lo que estés haciendo o centrarte en practicar esos movimientos con precisión, al máximo nivel de ejecución. Puedes optar por escuchar con total atención o asentir con la cabeza como si escucharas pero sin hacerlo. Puedes optar por estar por completo dondequiera que estés –totalmente centrado con todas las fibras de tu ser– o estar sólo mentalmente en parte o ausente. Puedes optar por centrarte en los aspectos positivos o negativos. Debes tomar estas decisiones a diario.

      Cuando trabajo con deportistas, estudiantes y otros practicantes, a menudo pregunto: «Si estás presente físicamente (en las prácticas, en clase, en el trabajo, con otra persona o actuando), ¿por qué no estarlo enteramente?» ¿De qué sirve estar física y no mentalmente? ¿Por qué no estar todo tú, totalmente centrado, conectado y con una actitud positiva? Te reto a que pruebes a ver cuánto tiempo puedes mantener una atención totalmente conectada y positiva en una clase, una conversación, un ensayo o una actuación. Te reto a que compruebes lo rápido que vuelves a estar totalmente concentrado si te despistas. Te desafío a que halles algo positivo en cualquier situación, a que la consideres una oportunidad para ponerte a prueba, para aprender, crecer y mejorar tu atención.

      Cuando recompongas tus ideas y logres que te sirvan y no actúen contra ti, comienza de inmediato a tomar el control de tu destino. Convierte las malas actuaciones en buenas, las buenas en estupendas y las estupendas en habituales.

      LA PERSPECTIVA LO ES TODO

      He leído varios de sus libros, y el que más me ha influido ha sido Entrenamiento mental. En ese libro habla usted de deportistas con los que ha trabajado y cómo ha mejorado su rendimiento y han alcanzado sus objetivos. Yo también tengo una historia de éxito que quiero narrarle, ya que su discernimiento y conocimientos han contribuido en gran medida a que sea capaz de vivir y no sólo de existir. He sufrido la pérdida de mis tres hijos, Christian, Angela y Kurtis. Nacieron todos con fibrosis quística. Angela falleció en 1979 mientras me preparaba para ser policía en Regina. Kurtis falleció en enero de 1995, y mi hijo mayor Chris 13 meses después. Mientras mis hijos crecían fue muy doloroso y estresante pedirles que mantuvieran una actitud positiva ante la vida, a pesar de saber que su enfermedad no tenía cura y que su esperanza de vida era corta.

      A comienzos de 1990 mi segundo entrenador me dio a conocer su trabajo. Entrenábamos a un equipo local de voleibol universitario. Entre los dos recogimos todo el material posible sobre temas tales como el centro de atención, las prácticas imaginadas y la visualización. Fue en ese período cuando la vida tal y como la conocía comenzó a cambiar. Mediante el aprendizaje adquirido de distintas destrezas vitales que usted detallaba en libros y artículos, sentí que surgía en mí una nueva inspiración, que llevé conmigo a casa. A menudo nos vimos mis hijos y yo envueltos en discusiones sobre el poder de la mente y la forma de controlar nuestras ideas y sentimientos. Esto abrió una puerta a la comunicación entre mis hijos y yo que cambió por completo la forma de percibir nuestra situación. Pudimos afrontar la pérdida de Angela y llegamos a hablar abiertamente de lo que sentíamos cada uno de nosotros. Los pocos años que siguieron nos dieron muchas alegrías y emociones. Mis hijos han redefinido el concepto de coraje. Ambos utilizaban a diario la visualización para mantener una actitud positiva. La última tarde que pasé con mi hijo Christian me dijo: «Papá, todavía logro ver mi sueño, pero estoy demasiado cansado para alcanzarlo ahora mismo». Falleció aquella noche.

      Desde entonces he pasado algunos momentos muy difíciles. Cuando pierdo de vista mi centro de atención, recuerdo los últimos años que pasé con Chris y Kurtis. No puedo decirle lo agradecido que estoy por aquellos años, lo agradecido que estoy por haberme inspirado y enseñado.

      En la actualidad soy instructor en la Academia de la Policía Montada del Canadá en Regina y continuamente enseño lo que he aprendido y sigo aprendiendo de usted a la nueva generación de oficiales de policía. Tal vez no lleve colgada una medalla de oro en torno al cuello, pero sí he alcanzado una serenidad que le agradezco.

      Contesté a Dan, agradeciéndole sinceramente el haberme contado su historia, y le pedí más detalles sobre el modo en que había aplicado mi material para superar los retos que había vivido. Ésta fue su respuesta:

      En el momento en que supe de su libro, mi vida era un infierno. Por fuera me mostraba como una persona vibrante, un oficial de policía y entrenador de voleibol, un icono de la comunidad podríamos decir. Por dentro estaba enfadado, confundido y abatido. Nadie sabía el miedo que tenía y lo deprimido que estaba. Nunca he superado el sentimiento de culpabilidad por no haber estado junto a mi hija cuando falleció, y la perspectiva que tenía por delante con mis hijos no era nada buena. Estaban creciendo y, a menos que se hallara una cura, no estarían mucho más conmigo. Tenía tanta tensión en el trabajo y en mi vida personal que la aceleración se convirtió en mi forma de vida: no pensar, no enfrentarme a los problemas y mantenerme ocupado.

      Reconozco que al leer su libro por primera vez me enfadé y me sentí frustrado. Leí lo que contaba sobre los deportistas que se entrenaban física y mentalmente para ganar, mantenerse centrados y conservar una actitud positiva. Pero como padre de dos hijos totalmente conscientes del futuro que les aguardaba, me resultaba difícil mantener la perspectiva en la vida. Mi hijo mayor quería jugar al béisbol, pero el médico le advirtió de que no sería bueno para él. Decidí que jugara. Me sentaba en las gradas viendo a mi hijo jugar mientras las lágrimas me resbalaban por la cara. Estaba disfrutando como nunca en su vida. La primera vez que fue a batear, conectó un batazo entre el primero y el segundo, hasta chocar con la valla. Corrió hasta derrumbarse en la tercera base, totalmente sin aliento. Pero no le importó, había pegado un triple.

      Seguí leyendo su libro y, al acabarlo, cada vez pensaba más sobre la tensión que experimentaba, todas las horas que pasaba preocupado, la falta de armonía en mi vida. El capítulo de autodirección positiva fue el catalizador, en sentido metafórico, no desde la perspectiva de un deportista, sino de un reto personal en mi vida. La gran revelación fue que estaba enseñando a los jóvenes atletas a jugar bien y a establecer conexiones con otros aspectos productivos de la vida. También tenía


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