La predicación. Jorge Óscar Sánchez

La predicación - Jorge Óscar Sánchez


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el asiento trasero de un automóvil, Dios usaría la grabación de ese mensaje bíblico para abrir la prisión y romper las cadenas que sujetaban a Alberto. Por último, qué privilegio inmenso el de todo hombre y mujer que predican el evangelio: que nuestros sermones tantas veces limitados y falibles, puedan ser vitalizados y utilizados por el Espíritu Santo con tanto poder para operar una transformación tan gloriosa, poderosa y eterna en la vida de otro ser humano.

      Muchas veces recordando esta historia me he visto forzado a preguntarme: Y si no hubiera predicado ese sermón evangelístico, ¿me hubiera empleado Dios en la conversión de Alberto? ¿Qué tal si en lugar de ser un sermón sencillo, claro y directo sobre las demandas de Dios y las soluciones que nos ofrece por su obra en la cruz, hubiera sido uno de esos que son incomprensibles como densa niebla? ¿Qué hubiera ocurrido si en lugar de predicar el evangelio del poder y la gracia transformadora de Dios, hubiera sido un mensaje de corte contemporáneo sobre psicología popular y cómo tener una mejor imagen propia? Esta historia de Alberto, ilustra los enormes privilegios que implica proclamar las Buenas Nuevas de salvación en Cristo, pero así también, en la misma proporción coloca sobre los hombros de aquellos que hablamos en nombre del Dios vivo, una inmensa responsabilidad. En la historia de Alberto yo hice mi parte y Dios hizo la suya. De haber sido yo negligente, ilógico o sub-bíblico, estoy seguro que Dios (parafraseando la historia de Saúl) me hubiera desechado y le hubiera dado el privilegio de ser su instrumento a «un prójimo tuyo mejor que tú» (1Sam. 15:28). Esta historia dramática de Alberto y su conversión y el rol que juega la proclamación del mensaje de salvación y el mensajero que lo proclama, es una adecuada introducción al tema que nos confronta en este libro: El llamado, el desafío y las posibilidades infinitas que ofrece la tarea de predicar a Jesucristo como Señor y Salvador, a personas tan dolidas y necesitadas como Alberto.

      Me alegra saber que tiene en sus manos una copia de Comunicando el mensaje con excelencia1. Supongo que lo habrá conseguido porque es alguien que está dando los primeros pasos en la tarea de predicar el evangelio o enseñar al pueblo de Dios. O tal vez ya tiene algunos años en la tarea y tiene el deseo de llegar a ser cada vez más efectivo en el desempeño de su labor. O quizá, ya es un veterano con años en la trinchera y está buscando refinar aun más los talentos y dones que Dios le ha conferido. No importa en qué etapa esté de su servicio a Jesucristo y a la extensión de su reino, le garantizo que en este libro encontrará material para informarle, capacitarle y desafiarle a hacer su labor con un grado más elevado de perfección, eficiencia y excelencia. Mi deseo sincero es que usted también en su servicio a Dios, pueda ver como resultado de su labor vidas transformadas y pueda tener experiencias tan increíbles como la historia de Alberto.

      ¿Cómo puedo estar tan seguro de hacer esa promesa? Básicamente por tres razones. La primera de ellas es que, detrás de este libro hay casi 50 años de experiencia ministerial desde el púlpito. Dios me llamó a su servicio en enero de 1970 y desde ese momento sentí que se encendió una llama en mi pecho que ha estado ardiendo con fuerza cada vez más creciente hasta este mismo día. Con San Pablo puedo exclamar «Ay de mí si no predico el evangelio» (1 Cor 9:16). Desde ese encuentro transformador con mi Señor, todo mi ser fue poseído por el deseo de predicar el evangelio de la gracia de Dios y edificar en la fe a sus hijos mediante la enseñanza sistemática de la Biblia. Honestamente, al comenzar en aquel tiempo no estaba preparado para una tarea tan exigente, nadie me enseñó a desarrollar un sermón efectivo antes de subir por primera vez a un púlpito. Sin embargo, Dios me dio un empujón que me lanzó dentro de la piscina y a los manotazos tuve que salir como pude para no ahogarme. Junto con ese fuego, también se encendió dentro de mí la sed de aprender: ¿En qué consistía un buen sermón? ¿Qué hacía Billy Graham para que multitudes se reuniesen a escucharlo? ¿Dónde podía encontrar materiales para estudiar que valiesen la pena? En aquellos años, los materiales disponibles para el mundo de habla hispana eran muy limitados, todo se reducía a un puñado de obras traducidas de autores de habla inglesa. Nada que ver con el presente donde uno encuentra millares de libros en la librería más humilde, más el sin fin de recursos que ofrece internet. Sin embargo, comencé a predicar y la gracia de Dios fue mucho más grande que todas mis limitaciones humanas y en consecuencia, comenzaron a suceder los milagros de las conversiones.

      Al comienzo de la década de los 80 me trasladé a la ciudad de Vancouver, en Canadá, a fin de obtener mi maestría en estudios teológicos. Al llegar a la ciudad Dios me puso en contacto con una familia de compatriotas que necesitaban a Jesús con desesperación. Los guié a los pies de Jesús y ese fue el comienzo del primer ministerio evangélico de habla hispana en aquella ciudad. Cuando diecinueve años más tarde salimos de allí, dejamos detrás una hermosa congregación que se edificó principalmente como consecuencia de la predicación clara, sencilla y relevante de la Biblia. Contábamos con recursos financieros y humanos muy limitados para lograr nuestra misión, pero con todo, Dios honró su mensaje y millares de personas entraron al reino de Dios. La locura de la predicación produjo resultados admirables. Esa fue mi primera experiencia pastoral a tiempo completo y fue de sumo gozo, como consecuencia de predicar el evangelio con pasión, claridad y sencillez.

      Años más tarde, recibí el llamado a ser pastor de la iglesia donde sirvo en la actualidad, Comunidad de las Américas en Pasadena, al norte de la ciudad de Los Ángeles. Llegamos a una congregación que había quedado reducida a un grupo de 50 adultos en el culto principal y esa era su única actividad. Una vez más volvimos a hacer lo mismo que trajo tantas bendiciones espirituales en Vancouver. Nos aferramos a predicar a Cristo crucificado y dieciocho años más tarde puedo dar testimonio que Dios volvió a honrar la predicación fiel y sincera de su palabra. Desde que llegamos, centenares han entrado al reino de Dios y la congregación ha crecido en cantidad y la calidad de los discípulos que siguen a Cristo Jesús como Señor es mayor. Y si usted preguntara a las personas que asisten a nuestra iglesia, qué fue lo que las atrajo a ella, la gran mayoría contestará: «La calidad de la predicación». Por lo tanto, es obvio que en estos cincuenta años que llevo predicando, algo he aprendido a través del estudio, de la práctica continua y en las aulas, en cuanto a este tema vital y apasionante. Y esa riqueza que viene del ministerio la verá reflejada en las páginas de esta obra. En ella confío pasarle muchos secretos de esta profesión admirable que no se hallan en ningún libro de predicación cristiana, sino que se aprenden en el campo de batalla. Por tanto, quisiera que recuerde que lo que enseño a continuación no son meras teorías de alguien sentado en una torre de marfil, sino lecciones vitales que vienen respaldadas por resultados concretos.

      La segunda razón, por la que me atrevo a asegurar que este libro le capacitará para ser un mejor predicador es que llevo 20 años enseñando Homilética. Una vez que comencé a predicar hace ya tantas décadas y siendo que yo no escogí esta vocación sino que Dios me llamó a mí, me propuse llegar a ser excelente en esta profesión, dándole lo mejor al Señor. Como consecuencia, comencé a devorar todos los libros que pudiese hallar sobre el tema de la predicación bíblica. Además de mis lecturas de centenares de autores, en cinco largas décadas he escuchado millares de grabaciones de predicadores excelentes y he viajado miles de kilómetros para escuchar a los mejores maestros de esta ciencia apasionante. A lo largo de este proceso de formación personal y crecimiento ministerial, fui abrazando convicciones teológicas que son el fundamento de la tarea de predicar y en forma paralela fui desarrollando un método eficaz basado en principios eternos, sobre cómo desarrollar un sermón bíblico, dinámico y poderoso.

      Con toda la riqueza que describo, dejé la ciudad de Vancouver para ser profesor de Ministerios Pastorales en un reconocido Instituto Bíblico al sur de Texas. A partir del año 1999, comencé a enseñar Homilética, o cómo comunicar el mensaje con excelencia. Fue allí donde puse el fundamento para la obra que ahora tiene en sus manos.

      Después que me trasladé a California para iniciar mi segundo pastorado, recibí la honrosa invitación a ser profesor de la Cátedra de Predicación de un prestigioso Seminario Teológico de esta ciudad. Como resultado, durante los últimos veinte años he tenido el privilegio de enseñar a centenares de estudiantes y pastores de un sin fin de países y trasfondos denominacionales. Por lo tanto, como puede apreciar, detrás de Comunicando el mensaje con excelencia, hay más de cinco décadas de ministerio predicando las riquezas inescrutables de Cristo,


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