La predicación. Jorge Óscar Sánchez

La predicación - Jorge Óscar Sánchez


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Primero, buscamos ayudarle a comprender con claridad absoluta «cuál» es nuestra misión. Si hemos sido llamados a jugar al futbol, no es aceptable terminar jugando al basketbol. Por lo tanto, los cinco primeros capítulos tratan con el fundamento bíblico del ministerio en general y de la predicación en particular. Estos cinco capítulos conforman la primera sección. El resto de la obra se dedica a explicar cuáles son los cuatro elementos que conforman el acto de la predicación. La segunda sección trata sobre la importancia de conocer a la audiencia, a aquellos a quienes estamos dirigiendo nuestro sermón. Si no damos en el blanco, de nada sirve disparar los cohetes… Luego, la tercera sección abarca la mayor parte de nuestro libro. Aquí explicamos, analizamos e ilustramos los pasos que llevan al desarrollo de un sermón excelente y a entregarlo de manera persuasiva. La cuarta sección del proceso está destinada a analizar «quién» debe llevar a cabo esta tarea. En este caso estudiaremos las cualidades que debe reunir el embajador que habla en nombre de Cristo y cómo podemos mantener la llama de la pasión por el evangelio ardiendo en nuestra alma hasta el fin de nuestra carrera. Por lo tanto, este libro es mucho más que un mero manual de Homilética, con algunos consejos prácticos sobre cómo llegar a ser un brillante orador. Finalmente, en la última sección, analizaremos qué debemos hacer para que nuestro amado Señor, a través de nuestro sermón, llegue a bendecir a quienes lo escuchan. En otras palabras, anhelamos sobre todas las cosas, que Comunicando el mensaje con excelencia sea un medio para conocer mejor a Dios, su plan para el establecimiento de su reino en los corazones humanos y que usted tenga el gozo de llegar a ser el conducto de oro por el cual descienden las bendiciones del trono de la gracia para la salvación de muchísimas almas.

      Permítame preguntarle entonces, ¿anhela usted tener éxito en el ministerio cristiano? Cuando digo «éxito», no lo entiendo como lo define el mundo, o sea en términos de fama, dinero, poder, prestigio y placer. Cuando hablo de «éxito» en nuestro servicio para Jesucristo, tengo en mente que el rostro de Dios brille sobre su vida (Nm. 6:22-27); que su servicio sea aprobado por el Maestro Divino (2 Tim. 2:15); que usted tenga el gozo de ser un instrumento de bendición en las manos de Dios; que como resultado de su predicación haya un sin número de individuos que acepten a Cristo como el Señor y Salvador de sus vidas; que los creyentes que sean confiados a su enseñanza sean edificados en la fe y alcancen todo el potencial que Cristo les ofrece; que como resultado del mover del Espíritu Santo se planten numerosas iglesias sanas y vigorosas, que sean la luz del mundo, iluminando a toda la sociedad a su alrededor. Si esta es su pasión, entonces tenga siempre muy presente que el éxito en el ministerio cristiano se apoya sobre dos grandes pilares. El primer pilar es, su capacidad de liderazgo, es decir, la calidad de su vida personal (sus actitudes, sus valores, su conducta, etc.) que le permite ganar amigos de forma creciente. Este aspecto fundamental para el servicio de Dios lo traté con detalle en mi libro El líder del siglo XXI2. Y el segundo pilar, es la capacidad de comunicar el mensaje cristiano con excelencia. De estos dos factores depende toda la obra de su vida, tanto en el ministerio cristiano como en su vocación secular. Confiamos que nuestra obra le ayudará en esta dimensión críticamente importante.

      Imagínese por un momento, que cierto día al ojear el periódico de su ciudad encuentra un aviso comercial donde el palacio del presidente de su nación, busca una persona que le escriba sus discursos. ¿Estaría usted en condiciones de llenar esa posición? De la calidad de los discursos del presidente dependen su carrera política y mucho de la marcha del país que gobierna. Un buen discurso puede llevarlo a ganar la re-elección o a perder su trabajo. Un discurso puede calmar los ánimos del pueblo o lanzarlos a una guerra civil. Puede llenar a la gente de esperanza o mandarlos a un túnel oscuro de desesperación. La importancia que tienen los discursos para un presidente, no puede ser recalcado lo suficiente, por las responsabilidades que implica y las consecuencias que acarrea. Y, sin embargo, hay personas que se ganan la vida con esta profesión.

      Si usted está ocupado en predicar el evangelio de aquel de quien se dijo: «Nunca hombre alguno ha hablado como este hombre», ¿no cree que tendría que estar plenamente capacitado para llenar la vacante en el palacio presidencial? Y si no se siente calificado para llenar esa posición, ¿cómo puede, entonces, subir a un púlpito cristiano donde las consecuencias de lo que anunciamos son eternas, decisivas y finales? Todo predicador cristiano no puede ser menos que aquellos que les escriben los discursos a los políticos. La buena noticia es que todos empezamos a predicar en el escalón de más abajo, y es mi oración que este libro le ayude a llegar a ser un comunicador destacado, ya sea cuando predique a Jesús, o cuando le prepare el discurso a cualquier presidente.

      Mucho más valioso aun. Otro día, usted recibe una llamada telefónica. Es un diácono de una iglesia que cuenta con varios miles de personas, es bíblica y ha crecido de forma significativa por la bendición de Dios. El hermano que le llama, le informa que la iglesia está buscando un nuevo Pastor, y que alguien le dio al comité de búsqueda pastoral dos grabaciones conteniendo sermones suyos. Ahora tienen deseos de entrevistarlo. Usted ha servido durante años de forma fiel, y ha llegado el gran momento. Como usted sabe bien por experiencia, cuando una iglesia busca un nuevo pastor la cualidad principal que buscan en el futuro candidato es, si está en condiciones de llenar el tiempo más importante del culto del domingo. Las iglesias nunca se equivocan en este punto. ¿Estará usted en condiciones de llenar esa posición? Si es un buen líder, es importante; si es bueno para dirigir la alabanza, es muy relativo; pero si usted sabe predicar, es críticamente decisivo. Todas las iglesias quisieran tener al mejor predicador en su púlpito. Y usted puede ser esa persona.

      Por tanto, si usted estudia, entiende y pone en práctica los principios que siguen a continuación, ciertamente estará en condiciones de hacer un trabajo muy destacado. Si es humilde y está dispuesto a aprender de todos y en todo, nuestro «Dios es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (Ef. 3:20), y usted también recibirá gratísimas sorpresas, tales como que le llamen a hacer un ministerio como el que siempre soñó, o como la feliz sorpresa que yo recibí el día que Alberto me llamó para compartirme su historia. Bienvenido, entonces, a Comunicando el mensaje con excelencia.

      Dr. Jorge Óscar Sánchez

      Pasadena, California

      Enero 2020

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      1 A diferencia de muchas obras traducidas del inglés, usted notará que este libro refleja mucho de lo que se vive en nuestro continente y está diseñado para ayudar a los predicadores de habla hispana. Con el correr de los años, he observado que la gran mayoría de las obras traducidas reflejan un mundo cultural muy diferente al nuestro y usan un lenguaje demasiado abstracto, de manera que muchas veces terminan siendo incomprensibles y muy distantes. Esta obra tiene como trasfondo el mundo de habla hispana y está dirigido a las personas de todos los niveles académicos de nuestro continente.

      2 Si desea conseguir una copia de este libro, visite nuestra página en internet: realidadonline.com

      SECCIÓN I

      El predicador y el fundamento de su tarea

      CAPÍTULO 1

      La tarea más difícil y gozosa del mundo

      «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!» (Romanos 10:14-15).

      «Predicar es muy difícil Pastor, ¿por qué no invita a algún otro a hacerlo...?», la voz del joven candidato a predicador sonaba angustiada. Ya que era la primera vez que lo hacía, no quise desalentarlo, pero para mis adentros pensé: «¡Estás muy equivocado; predicar la palabra de Dios no es difícil, es algo sencillamente imposible!». Y, sin embargo, a pesar de esta inevitable realidad, cada domingo a lo largo y a lo ancho de nuestro mundo, miles de hombres y mujeres se involucran en esta tarea que es tan desafiante y agobiante por la responsabilidad


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