Pequeñas máquinas de consciencia. Jennifer McColl Crozier

Pequeñas máquinas de consciencia - Jennifer McColl Crozier


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a tree (that moves?)” [“Quiero que me construyas un árbol (que se mueva?)”], es decir, un árbol que se mueve, y así tener árboles que caminen en nuestro entorno, como en una idea absurda y surrealista, tipo Dada o Fluxus, donde podamos jugar con la naturaleza.

      Agregando la observación de Paul Klee quien dijo: “un dibujo es simplemente una línea que sale de paseo”, sin saber en qué o dónde termina ese paseo, me lleva directamente a la pieza Slingshot [Honda], creada por Sylvia en 1975, donde nos ofrece otro escenario irracional, el de un cuerpo que pasea por el aire para aterrizar en un suave colchón. Ese acto pudiera interpretarse de varias maneras, y en este momento me resuena a algo fuerte como la manufactura de instrumentos para la guerra, hechos con tiras de cuero y otros materiales con el que se podría atacar o defender una situación. Cabe preguntarnos ¿de qué o quién? Es posible que esto haya sido inspirado en los eventos de 1975 que llevaron a terminar la violenta Guerra de Vietnam y que Sylvia, con las intensas y masivas protestas y los medios en Estados Unidos habrá seguido de cerca. O ¿estará conectado con la situación en Chile después de la muerte de Salvador Allende y los siguientes años de la dictadura de Pinochet?

      Nos parece que al navegar por las innumerables obras de Sylvia su trabajo se nos presenta como un rompecabezas lleno de incógnitas, aquellas que esperamos continuará creando y presentando por los años venideros.

      Carla Stellweg

      Nueva York, 2020

      Presentación

      Bien al contrario, arranquemos la envoltura. Despertemos de la crisálida. Restituyamos el movimiento a su movilidad, su fluidez al cambio, al tiempo su duración. (Bergson, 1934)

      Este libro propone una reflexión estética, histórica y subjetiva sobre la obra performática y visual de Sylvia Palacios Whitman. Aborda la cualidad inasible y fantasmática de sus operaciones y aparatos puestos en escena, e indaga en sus gestos más radicales en relación con un contexto histórico de producción altamente relacionado con la idea de cambio y vanguardia. A partir de un recorrido por diversos paisajes, a veces estéticos, geográficos, narrativos, históricos o conceptuales; descripciones de época, fechas y lugares, se genera un panorama lleno de recovecos, entretejiendo los trozos de una/esta historia.

      Los actuales delineamientos conceptuales nos permiten construir miradas desde la distancia, superponiendo teorías para construir relatos posibles dando cuenta de las prácticas y procesos creativos, a través de lecturas contingentes, en un ejercicio consciente de que la tarea historicista recae en ese análisis temporal de las imágenes, documentos y del archivo encontrado y desempolvado.

      Los registros que dan cuenta de sus trabajos, realizados durante la década de los setenta en Nueva York, son fotografías, audiovisuales y recortes de prensa, además de sus propios relatos, así como de artistas, amigos y amigas que acompañaron estos procesos. Son estos residuos históricos, estas huellas que hacen emerger, por una parte, la distancia entre los contextos de producción de cada época y la compleja relación con la idea del tiempo histórico; y por otra parte, la flexible relación con los objetos que se encuentran en un espacio intermedio entre el resguardo sistematizado de documentos, que da cuenta del pasado, y su emergencia actual, que permite una mirada estética y desde allí una propuesta de supervivencia contemporánea.

      En sus performances, hace aparecer generalmente imágenes, como destellos, y por tanto este libro se propone, no intentar “capturar la belleza como si fuera una mariposa clavada con un alfiler”, sino que establecer puntos de inflexión en torno al movimiento inaprensible, a sus propios contextos de producción y por tanto de existencia, donde las palabras pueden revolcarse en la visibilidad invisible, en las supervivencias relativas, fugaces y donde la imagen pasa a formar parte de una realidad4.

      Es a partir de estas huellas que se propone una mirada sobre las formas de su quehacer artístico, siempre consciente del “miedo a que las imágenes del cuerpo escapen al cuerpo”5 y al mismo tiempo estableciendo la posibilidad de invertir esta lectura, desde las supervivencias del cuerpo en esos mismos registros, en imágenes y palabras que bordean las tangentes del cuerpo, su visualidad y performatividad: “si las imágenes escapan al cuerpo, si la fotografía amenaza la integridad de los cuerpos a través de sus imágenes diseminadas, esas mismas imágenes, sin embargo, por la vía del registro, parecen constituirse en un modo efectivo y suplementario de ser el cuerpo del que escapan”6. Son los documentos quienes nos permiten dar cuenta de ciertos aspectos de construcción de las obras, habitando un espacio de duplicidad entre la duda y la mirada historicista. Este libro se asienta en la pregunta sobre el estatus ontológico de los documentos históricos, arraigado en la pregunta por la creación de lecturas fluctuantes y contingentes.

      La triple articulación entre cuerpo, registro y performatividad se vuelve necesaria, revisando ciertos pasajes históricos que entregan un contexto para acercarse a la generación de estas obras, para abrir las lecturas posibles sobre los propios procesos de producción de los artefactos que dan vida a las piezas fantasmáticas creadas por Palacios Whitman y que hoy permiten leer un espacio, no solo de ruptura, sino de deslizamiento, de apertura de distancias entre las jerarquías disciplinares del arte contemporáneo de la época. Lo que se propone entonces, son miradas atentas a la imposibilidad de conseguir que las palabras logren plasmar la fugacidad de una imagen, de una performance, no solo de lo visible, sino de sus pulsiones, de sus invisibilidades. Acercarse a sus formas, es también reformular el lenguaje hacia una manera de expresar esa mirada en torno a su propuesta estética, suspendiendo toda mediación, expuestos a la conmoción de la obra, a su consumación.

      Finalmente, quisiera agradecer a Sylvia Palacios Whitman por abrirme las puertas a su imaginación y a su maravilloso acervo de obras. Este libro no habría sido posible sin sus relatos llenos de humor e imágenes fantásticas, que me permitieron crear un vínculo estrecho con aquellos elementos sensibles que rodean su trabajo. Agradezco también a Robert Whitman y Julie Martin, por compartir sus recuerdos y registros en tardes interminables de conversaciones que abrieron un campo hacia lo personal e íntimo. A Simone Crozier por su apoyo constante en todas estas aventuras. A Carmina Infante y Enrique Stindt por acompañarme y registrar todos estos años de investigación. A Carla Stellweg, por escribir el prólogo de este libro, delineando también esa relación de amistad y profunda admiración. La disposición de la Robert Rauschenberg Foundation, y las entrevistas y conversaciones mantenidas con Susan Weil, Cori Olinghouse y Francine Snyder, fueron fundamentales para forjar algunas de las ideas que aquí se presentan.

      Contexto

      "por puro error"

      Sylvia Palacios Whitman nació en 1941 en la ciudad de Osorno, en el sur de Chile, ambiente que le entregó un imaginario que ha traspasado a sus obras visuales y performática. A los doce años decidió convertirse en artista, tomando clases de pintura, mientras en paralelo demostraba un interés temprano por montar pequeños escenarios domésticos donde generaba espectáculos para la entretención familiar. Es justamente este imaginario el que ha desarrollado a lo largo de su vida. Una creación constante de escenas maravillosas plagadas de naturaleza, imágenes oníricas y personajes de la vida real que llevó a la prensa y crítica de arte de la época a denominar sus obras como “pequeñas máquinas de consciencia”7, y a ella como una “tejedora de sueños”8.

      A los dieciocho años comenzó sus estudios de pintura y escultura en la Escuela de Bellas Artes de Santiago, donde conoció al artista chileno Enrique Castro-Cid, con quien se casa, partiendo juntos a vivir a México. Las historias y recuerdos se contraponen, dejando vagos atisbos sobre la historia: por una parte, ella comenta en una entrevista realizada por Sally Banes en 1979: “luego llegamos a Nueva York, by pure mistake (por puro error), habiéndonos quedado sin dinero en nuestro camino a Europa”9; sin embargo, en la entrevista realizada por Alessandra Nicifero, para el Proyecto Historia Oral de Robert Rauschenberg, plantea:

      En realidad, fue mi marido de ese tiempo —quien era un joven muy ambicioso. En ese momento París ya no era el lugar para ir. Sabía que Nueva York lo era, a principios


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