La última sonrisa en Sunder City (versión española). Luke Arnold

La última sonrisa en Sunder City (versión española) - Luke Arnold


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que tiempo atrás todos habrían sido muy diferentes.

      Faltaban diez minutos para la reunión, pero, por lo nerviosa que parecía estar la recepcionista, uno pensaría que yo había llegado la noche anterior y había solicitado pensión completa.

      —Todavía está dando clase.

      —Está bien. Esperaré.

      —Ha llegado usted antes de la hora.

      —Lo sé. Discúlpeme. Como digo, no tengo problema en esperar.

      —Él es un hombre muy ocupado.

      —Me imagino.

      Me observó como si yo fuera una misteriosa mancha color marrón en su alfombra nueva.

      —¿Eso es un ojo morado?

      —Probablemente.

      —Le recomiendo que vuelva a la hora acordada.

      Estaba claro que no le gustaba que yo estuviera allí. Quizá no le caía bien la gente que no tenía un buen sentido de la puntualidad. Me senté como un niño bueno y procuré no volver a molestarla.

      Ella resopló y suspiró con tanta frecuencia que, para cuando llegó Burbage, pensé que iba a hiperventilar.

      —Entre, señor Phillips. Me alegro de volver a verlo tan pronto.

      Cuando pasé por delante de la recepcionista, la oí suspirar de alivio. Eché una mirada hacia atrás y finalmente vi los muñones donde había tenido las alas. Dos montículos incómodos le levantaban la camisa. O se habían marchitado por falta de uso, o se las habían amputado (no era poco frecuente, ya que las alas sin magia podían pesar mucho y causar dolor). La recepcionista había sido una criatura de los cielos. Quizás una arpía,, no estaba seguro. No importaba. Ambos nos alegrábamos de que yo saliera de allí.

      Burbage se inclinó hacia delante en su silla, rígido por la expectativa. Deseé tener más información que darle.

      —He encontrado los cadáveres de dos vampiros. Pronto conoceré su identidad. Como hay tan pocos en Sunder, es muy probable que hayamos encontrado a nuestro hombre.

      Burbage perdió la sonrisa y comenzó a buscarla por el escritorio. En su lugar, encontró una pipa larga. Con sus cuatro dedos extrañamente hábiles, encendió una cerilla, la metió en la cazoleta y aspiró pensativo.

      —¿Cuáles eran las circunstancias?

      Extraje un Clayfield del bolsillo y comencé a masticar.

      —Un salón de té que atendía a vampis, cerca de la plaza. Dos cadáveres de Raza de Sangre y una víctima más, de especie desconocida. La policía piensa que podría ser una Pandilla Clavo. Un grupo de mortales que…

      —Sé lo que es una Pandilla Clavo, señor Phillips. ¿Eso es todo?

      Por primera vez comenzó a asomar su carácter . Quizá yo podría haber sido más delicado al darle la noticia de que a su amigo lo estaban recogiendo con pala y escoba.

      —Eso es todo. Ahora nos toca esperar. Si Rye es una de las víctimas, puedo centrar mi investigación en averiguar quién lo hizo. Eso, si usted decide que vale la pena pagar para conseguir esa información. Si no es él, entonces la búsqueda continúa.

      Su pipa se apagó y él no se molestó en volver a encenderla.

      —Si no es Edmund, ¿cuál es su siguiente paso?

      —He encontrado el bar preferido de Rye. No he presionado mucho a la clientela, pero puedo volver y convertirme en un fastidio.

      —Me imagino que eso le sale con bastante naturalidad.

      —Practico todo el tiempo. También quisiera charlar con los alumnos más cercano a él. Ver si detectaron algo en alguna conversación antes de que se fuese.

      —Yo preferiría que no lo hiciera.

      Me encogí de hombros. La ramita que tenía en la boca perdió el sabor, así que la arrojé en el cenicero del viejo.

      —Era solo una idea. Si Rye no estaba en el salón de té, entonces el motivo más probable de su desaparición es que el cuerpo sencillamente le falló. ¿Ha visto algún cadáver de vampi? No es más que polvo de color marrón. Se lo llevaría el viento y no quedaría nada más que un par de dientes puntiagudos. Encontrarlos en las calles de esta ciudad es una tarea que ni yo tengo ganas de encarar.

      Burbage parecía distante. Se estiró hacia delante, tomó mi analgésico descartado entre dos dedos y lo sostuvo a la luz.

      —Recus Malgaria. Yo antes hacía pociones con estos. Un tranquilizante muy potente.

      —Ya no. La Coda atenuó los efectos. Ahora es solo un calmante suave.

      —¿Usted tiene dolores?

      Me toqué el pecho.

      —Recibí una herida grave en el ejército. Me maltrata de tanto en tanto. Estos palitos lo mitigan un poco.

      —¿Le fue prescripto o se automedica?

      —Me lo dio una enfermera. Yo me automedico con alcohol y patadas en la cabeza. —Al anciano ya no le quedaban sonrisas. Asintió con la cabeza y volvió a colocar la rama en el cenicero—. Solo quería mantenerlo al tanto —dije—. Si no identifican a Rye a raíz del colmillo, seguiré buscando, pero quizá ya le haya llegado la hora.

      Burbage resopló y me miró con solemnidad.

      —A Edmund Rye le comunicaron hace doscientos cincuenta y seis años que el tiempo se le había acabado. Una especie de enfermedad le había infectado el hígado. La reacción de Edmund ante esa noticia fue abandonar su hogar y su familia, aventurarse a atravesar el continente para llegar a Norgari, encontrar un vampiro y pedirle que lo convirtiera.

      ”Su deseo le fue concedido, pero la inmortalidad tenía un precio. Los vampiros de esa época eran la especie más despreciada de todo Archetellos. Había dos formas en que Rye podía existir en este mundo: o vivía con el resto de la Raza de Sangre en La Recámara (confinado a la oscuridad y a la soledad, solo aventurándose a salir para cazar) o irse por su cuenta, como una pesadilla entre los hombres, ocultándose de la luz del sol y de los humanos vengativos que clavarían su cabeza en una estaca apenas lo vieran. Para Rye, ninguna de esas opciones era aceptable. Entonces tomó la determinación de crear un mundo nuevo.

      ”La reforma tuvo inicio en la propia Recámara, con nuevas leyes y códigos de conducta. Una vez que todo estuvo funcionando en orden, un grupo de embajadores vampiros hicieron su primer viaje al Opus para defender su causa. Poco tiempo después, la Liga de los vampiros era aliada de todas las otras especies, y la Raza de Sangre fue libre de salir al exterior.

      Ya no había fachada. El simpático anciano estaba dejando salir sus emociones sin ocultarlas debajo de una máscara de afabilidad. Una cosa estaba clara: él me odiaba.

      —Edmund Rye es un ser inmortal, señor Phillips. Él decidirá cuándo le llegará la hora.

      Al salir y aspirar un poco de aire fresco, me llamó la atención un aroma a clavo. A un costado del edificio, reclinada sobre el mural, había una corpulenta semi-ogra con camisa y corbata fumando un pequeño cigarro. Probablemente una maestra. Me acerqué y le pedí una calada.

      —Claro —dijo—. De todas maneras, debería dejarlo. Trato de echar la culpa de mi estado de salud a la Coda, pero estos seguro que no ayudan.

      Le di una calada corta. El tabaco no era lo mío, pero ese tenía una mezcla dulce de especias que no era desagradable.

      —¿Haciendo horas extra?

      —Una detención. Unas elfa decidieron indagar en la historia y usar sus hallazgos para burlarse de los otros niños. Se desató


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