EL TEATRO DE SÓFOCLES EN VERSO CASTELLANO. Группа авторов
belleza literaria, en las que Espinosa Pólit destaca sobre todo la psicología de los personajes. Por ello, pese a haber pasado 2500 años desde su escritura, nos siguen emocionando y atrayendo, porque nuestras pulsiones, pasiones y virtudes siguen siendo las mismas; de ahí que el amor, la envidia, el odio, los celos, la dignidad, la venganza, el miedo, la traición, el sacrificio, la piedad filial, la ambición, la soberbia, la ira o la tiranía encubierta por unas leyes injustas seguirán vigentes mientras nuestra especie exista.
Estas obras han influido poderosamente, a lo largo de los siglos, en la cultura y el pensamiento occidentales, se siguen representando en los escenarios y el séptimo arte no ha sido la excepción. Como ejemplo, la actriz griega Irene Papas quizá sea la mejor personificación que tengamos del rostro y carácter de Antígona, en la película homónima de Yorgos Tzavellas (1961); y lo mismo puede afirmarse del Edipo encarnado por Franco Citti en el Edipo rey (1967) de Pier Paolo Pasolini. Señalaré, por último, que dos de los personajes-tipo sofocleos han sido utilizados para nominar en la psicología dos tendencias humanas, los llamados complejo de Edipo por Sigmund Freud y complejo de Electra por Carl Gustav Jung.
La genial intuición de artista de Sófocles le permitió crear a Antígona, objeto de numerosísimas revisiones e interpretaciones a lo largo del tiempo (Jean Cocteau, Jean Anouilh, Bertolt Brecht, María Zambrano, etc.); aquí me limito a señalar tan sólo tres de dichas interpretaciones:
1) Antígona es el prototipo de la justicia por encima de las leyes —situaciones intemporales, sin distingo de pueblos, razas, sexos, que no dejan de tener vigencia—. El gran helenista español Luis Gil apuntó que ella encarna «el derecho del individuo a seguir su fe por encima de las imposiciones del Estado»; «[en Antígona tenemos a] una joven desvalida para representar el papel de defensora de una ley inmutable frente a las veleidades contingentes del poder político»; y líneas después: «Antígona sería un anticipo mítico de un ideal de ciudadanía que habría de encontrar años más tarde su más cabal encarnación en Sócrates»31.
2) El escritor español José María Pemán —hoy injustamente olvidado por razones únicamente políticas, gran difusor a mediados del siglo XX de la tradición clásica y autor él mismo de una Antígona (1945) de la que el P. Aurelio se hace eco en su prelección— escribió este excelente comentario enfocado en «la tesis de la doble razón»: «Antígona, la razón del ideal y de la ley divina; Creonte, la razón del orden, la razón de Estado. Sin Antígona no habría poesía ni revolución; sin Creonte no habría ley ni orden. De Antígona hacia delante sigue la literatura. De Creonte hacia delante sigue el derecho político»32.
3) Antígona representa la fuerza y la dignidad de una mujer que se inmola en aras del amor filial, de sus convicciones humanas y religiosas, de su instinto materno-fraternal, dispuesta a oponerse a un dictador; lo que, en el ámbito de la cultura china, me recuerda el relato anónimo, escrito un par de siglos después de la redacción de esta obra, La cólera de un particular, centrado en el acto de un individuo que se opone al poder supremo de un tirano.
Aunque las ediciones en español de las siete tragedias de Sófocles continúan publicándose profusamente, lo excepcional en la edición de Espinosa Pólit fue el haber realizado su versión en verso castellano y la inclusión de los 1129 fragmentos sofocleos, que corresponden en ocasiones a una sola palabra, dándose incluso el caso de que lo único que se conserva de una pieza es el título de la misma, mas ningún fragmento, como Euríalo o Los iberos). La pieza de la que más se ha conservado entre estos fragmentos —incompleta lamentablemente— es el drama satírico Los sabuesos, que suman 400 versos de los cuales «250 están intactos», según señala el propio P. Aurelio. Destacaré que entre los otros fragmentos existen desperdigados versos de un par de líneas, o un poco más, que son verdaderos aforismos filosóficos; cito a continuación varios de estos, como ejemplo, que no tienen desperdicio:
La envidia sólo vence al que no puede
ostentar más virtudes que maldades.
Preferible es pasar por cualquier daño
que conseguir una ganancia injusta.
Hijo, es la vida el bien más placentero,
pues a nadie se da morir dos veces.
Hombre a quien le va mal no tiene amigos.
Si algo hemos confirmado a lo largo de esta presentación es que el oficio de la traducción, para el P. Aurelio, fue una verdadera pasión, tal como él mismo lo registró en diversos textos acerca de este ejercicio. Él nunca fue un traductor profesional que se ocupara de realizar versiones de obras al castellano a pedido o por una remuneración, sino que se aplicó a este arte movido por sus apetencias estéticas y literarias y por sus convicciones humanistas.
Sus versiones al castellano, sobre todo las de Sófocles, Virgilio y Horacio, acompañadas de excelentes estudios introductorios, son de gran valor, y esa es la razón para incluirlas en esta edición de sus Obras escogidas, que iniciamos con este volumen dedicado a la obra de Sófocles. Esta edición de El teatro de Sófocles en verso castellano. Las siete tragedias y los 1129 fragmentos aparece a los sesenta y dos años de haberse publicado la primera (Quito, 1959) al cuidado de Espinosa Pólit, S.J. La hemos cotejado con la segunda edición (México, 1960), también preparada por el P. Aurelio, en la que apenas hay alguna variante que hemos tenido en cuenta para la presente.
Los diversos estudios —todos ellos citados en la presente «Introducción»— que el P. Aurelio dedicó a las obras de Sófocles serán recogidos en el cuarto volumen de esta colección, denominado Estudios grecolatinos.
24. «Edipo rey, de Sófocles, en el Colegio de Cotocollao». Edipo rey de Sófocles. Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1945. pp. 121-159. (Biblioteca del Estudiante).
25. Una carta inédita de Espinosa Pólit a su discípulo Pablo Menor, del 21 de agosto de 1936, nos proporciona importantes detalles acerca de algunos aspectos relacionados con el proceso de traducción y representación de Edipo en Colono: «Hace unos días le mandé el Edipo en Colono y eso se lo dirá todo. Después del Edipo rey, había quedado con la ilusión de hacer representar el Edipo en Colono; pero después de preleerlo con los retóricos en el segundo trimestre renuncié por completo a ello para este año, en vista de que no había podido adelantar la traducción. Pero a mediados de mayo se nos presenta el cónsul belga con la noticia de que acababa de obtener del rey Leopoldo una condecoración para el P. De Clippeleir y pidiendo que la entrega se hiciera con la mayor solemnidad posible. El P. rector me dijo que no veía sino la representación del Edipo [en Colono]. Y la traducción por hacer... Me llevó más o menos un mes y medio, durante el cual pasé unos 15 días en la hacienda absolutamente solo, trabajando unas 11 o 12 hora diarias […]; el exceso de trabajo dio conmigo en la cama”. “A principios de julio se los di [los originales de la traducción de Edipo en Colono], y luego fueron los ensayos, exactamente 15 días. Pero lo más grave fue la preparación de la música. Tenemos aquí en Quito un joven compositor que estudió en el Conservatorio de Milán, nieto del poeta Belisario Peña. Compuso la partitura entera para el texto griego que yo le daba traducido y preleído».
26. Aurelio Espinosa Pólit, S.J. «Prolusión a Edipo en Colono». La Sociedad. n. 37. Quito. 16 de agosto de 1936. pp. 1, 10, 13 y 14.
27. «La prelección». Antígona en verso castellano de Sófocles. Quito, Editorial Clásica, 1954. pp. 71-206. (Universidad Católica del Ecuador / Publicaciones del Instituto Superior de Humanidades Clásicas; vol. 1).
28. Por lo que toca a los textos académicos de los jesuitas de la época colonial, Miguel Sánchez Astudillo, en su Textos de catedráticos jesuitas en Quito colonial. Estudio y bibliografía (1959), registra que los 408 manuscritos conservados están en latín; ofrece más datos sobre la creación literaria ecuatoriana en latín —poesía y prosa—