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Es interesante confirmar que algunos criterios que el ensayista lojano Benjamín Carrión, en las antípodas ideológicas del humanista quiteño, trazará en años posteriores, en sus Cartas al Ecuador (1944) o en el Informe a la Casa de la Cultura Ecuatoriana (1957), coinciden con estos planteamientos del P. Aurelio acerca de nuestro país. No se trata de una paradoja: sencillamente ambos —aunque desde posiciones distintas— tuvieron idéntica devoción por su patria.

      6. Aurelio Espinosa Pólit. «Una biblioteca ecuatoriana en el Colegio Noviciado de Cotocollao». Mi Colegio. Número extraordinario. Quito. 24 de mayo de 1930. pp. 175-176.

      7. «Ramiro de Maeztu estudia el libro del jesuita quiteño P. Aurelio Espinosa Pólit». El Comercio. Quito. 29 de mayo de 1933. p. 4. (Sección: El Lunes Literario).

      8. Gabriela Mistral. «Los clásicos en la literatura ecuatoriana». El Comercio. Quito. 21 de noviembre de 1938. p. 8.

      9. Tucídides. «Diálogo de Melos». Literaturas clásicas griega y latina de Francisco Javier Miranda, S.J. Quito, Editorial Ecuatoriana, 1943. p. 72.

      10. El Instituto Cultural Ecuatoriano. Su fundación e inauguración. Quito, Talleres Gráficos de Educación, [1944]. 42 p.

      11. En una lista impresa en los volúmenes aparecidos de la Biblioteca de Clásicos Ecuatorianos —que proyectaba publicar un total de 27, según el folleto de propaganda de la institución (p. 17)— se registra que el volumen II se titularía «Poetas de la Colonia» (en preparación). Sabemos que el P. Aurelio iba a estar a cargo de elaborar este número que no salió en esta colección; la publicación se hará realidad en la Biblioteca Ecuatoriana Mínima, tres lustros después (1959). El resto de títulos que sí aparecieron: volumen X. Obras escogidas de Federico González Suárez. Prólogo y selecciones de Jacinto Jijón y Caamaño (1944), con la mencionada institución. Los dos últimos títulos se harán ya bajo la responsabilidad de la Casa de la Cultura Ecuatoriana: el volumen XIII. Obras escogidas de Juan Montalvo. Prólogo de Julio E. Moreno (1948), y el XIV. Cumandá de Juan León Mera. Prólogo de Augusto Arias (1948). Cabe señalar que, dentro de la proyectada colección, la numeración de los volúmenes no fue secuencial, por lo que no hay un orden en la aparición de los publicados.

      12. Joaquín Gallegos Lara. «Los clásicos ecuatorianos y el culto a los muertos». El Universo. Guayaquil. 2 de noviembre de 1944. p. 8. Lo tomamos de Páginas olvidadas de Joaquín Gallegos Lara. Estudio introductorio, recopilación y edición de Alejandro Guerra Cáceres —el mayor especialista en su obra—. Guayaquil, Editorial de la Universidad de Guayaquil, 1987. p. 68. Debo señalar que el reproche del escritor guayaquileño es injusto: los estudios de Zaldumbide sobre Villarroel y el P. Aguirre fueron escritos originalmente en 1917 y 1918, mientras que el correspondiente a Espejo estuvo encomendado a Homero Viteri Lafronte, después sustituido por Isaac J. Barrera; en cuanto al dedicado a González Suárez fue apropiado que lo escribiera su dilecto discípulo Jijón y Caamaño.

      13. En una entrevista al P. Aurelio, realizada en Bogotá por Guillermo Camacho Montoya, dio un vívido testimonio: «Soy miembro de la Casa de la Cultura, que continúa el Instituto Cultural Ecuatoriano. Va llevando adelante indudablemente la obra empezada de la Biblioteca de Clásicos Ecuatorianos. Publiqué en ella el primer volumen, que fue El nuevo Luciano de Quito, del precursor Francisco Eugenio Espejo, edición crítica que pude hacer a vista de dos manuscritos que no conoció el Ilustrísimo señor González Suárez, el gran arzobispo de Quito, que fue quien hizo la primera publicación, basada únicamente en una copia del manuscrito existente en Bogotá. Publicó después don Gonzalo Zaldumbide una selección del Gobierno eclesiástico por fray Gaspar de Villarroel, obra de un castellano tan clásico, tan puro, como quizás no existan muchas en la literatura colonial. El tercer volumen fue el descubrimiento del P. Juan Bautista Aguirre, S.J., el gran poeta colonial ecuatoriano, cuya obra perdida logró encontrar, por lo menos en parte, en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires el mismo señor Zaldumbide. D. Jacinto Jijón y Caamaño se encargó del tomo dedicado al arzobispo González Suárez, y el próximo tomo será el de las Poesías completas de Olmedo, de quien tuve la fortuna de hallar 38 inéditas, que me fueron gentilmente entregadas por los señores Pino Ycaza, bisnietos del poeta. Las ediciones anteriores contenían 27 composiciones. Esta tendrá 71, más 12 fragmentos. Al salir de Quito dejé en prensa los últimos pliegos, y en cuanto vuelva emprenderé la preparación del tomo II, dedicado a las obras en prosa, que nunca han sido reunidas hasta ahora, y en el que aparecerán muchas cartas inéditas de sumo interés histórico. Otros autores que entrarán próximamente en prensa son Montalvo, Juan León Mera, Manuel J. Calle y otros, hasta el número de 20, que compondrán la serie primera de Clásicos Ecuatorianos». Guillermo Camacho Montoya. «Una entrevista con el P. Aurelio Espinosa Pólit». Ábside. tomo 9. n. 4. Ciudad de México, octubre-diciembre de 1945. pp. 452-453.

      14. Francisco Miranda Ribadeneira S.J. «La Universidad Católica del Ecuador». Cinco siglos de historia. Centenario del Colegio San Gabriel 1863-1962. Quito, La Prensa Católica, 1962. pp. 161-162.

      15. César Dávila Andrade. «La fuente intermitente». Letras del Ecuador. n. 21-22. Quito. marzo-abril de 1947. p. 20.

      16. Su correspondencia personal fue abundante, aunque pocas de sus cartas se han publicado: las que dirigió a Isaac J. Barrera, varias en su biografía preparada por Francisco Miranda Ribadeneira y algunas que fueron acuses de recibo de libros, publicadas por varios de sus destinatarios. En Cotocollao se conserva su archivo epistolar, evidentemente las cartas que recibió y algunas copias de las suyas. Cabe mencionar, además, que su amplio archivo personal —diferente del epistolar— consta de 87 archivadores con una enorme cantidad de documentos, entre los cuales se hallan numerosas otras muestras de su correspondencia.

      17. La colección, en 16 números, recoge 431 textos en prosa y verso seleccionados del periodo que va del siglo XVI a la mitad del siglo XX, y de autores como Teresa de Cepeda (sobrina de santa Teresa de Ávila) hasta José de la Cuadra, que es el autor n° 101, para el Ministerio de Educación Pública, en 1.452 páginas.

      18. Hasta la fecha han aparecido 12 volúmenes (1977-1994), que incluyen poesía y prosa, a más de un interesante volumen de poesías de autores clásicos españoles «retocadas» —así lo expresa el mismo Crespo Toral—, más poemas de otras lenguas vertidos al castellano por el autor de La leyenda de Hernán.

      19. «Estas y otras reflexiones parecidas me empujaron, hace unos diez años, a convocar voluntades, desde una revista personal, para emprender lo que me pareció justo llamar “el aseo de América”. Propuse entonces la creación, en cada una de nuestras repúblicas, de una colección representativa, una Biblioteca Mínima (la B. M.), que se ofreciera al viajero y al escritor no especialista; que pudiera consultarse en las Direcciones de Turismo, en las sedes diplomáticas y consulares; que los comisionados oficiales llevaran siempre consigo en su equipaje; que se obsequiara a las bibliotecas extranjeras, a los clubes, a las escuelas de los países amigos; que formara parte de nuestros programas primarios como capítulo de educación cívica. La B. M. sería nuestro pasaporte por el mundo, nuestra moneda espiritual». Alfonso Reyes. «Valor de la literatura hispanoamericana». Última Tule, en: Obras Completas de Alfonso Reyes. t. 11. México, Fondo


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