Historias del hecho religioso en Colombia. Jorge Enrique Salcedo Martínez S J
Arcila Robledo, “Orígenes de la orden franciscana en Colombia”, 15.
58 Fray Francisco de Victoria, en palabras de fray Pedro Simón, es el primer comisario de la provincia y custodio. Abandona este cargo para encargarse de la conversión de indios: “andaba cuidadosamente noche y día, hasta que se llegó el postrero, después de haber convertido millares de los naturales de aquel valle, donde fue enterrado”. Fray Pedro Simón O.F.M., “Séptima noticia historial de las conquistas de tierra firme”, 82.
59 De Asencio, “Primera fuente impresa. Historia Memorial”, 24.
60 Simón O.F.M., “Séptima noticia historial de las conquistas de tierra firme”, 83.
61 Mantilla, “Introducción”, 86.
62 Mantilla, ibid., 89.
63 Gonzaga, “Tercera fuente impresa. Del origen de la seráfica orden”, 120.
64 Gonzaga, ibid., 121.
65 Mantilla, “Introducción”, 87.
66 Mantilla, ibid., 90.
67 Archivo General de Indias (AGI), “Informe de fray Juan de San Filiberto a Carlos V”, f. 33r-36r.
68 Mantilla, “Introducción”, 92.
69 De Asencio, “Primera fuente impresa. Historia memorial”, 41.
70 Mantilla, “Introducción”, 92.
71 De Asencio, ibid., 42.
72 Mantilla, “Introducción”, 94.
73 Ibid.
74 Ibid.
75 De Asencio, “Primera fuente impresa. Historia Memorial”, 42.
76 Mantilla, “Introducción”, 284.
77 Mantilla, ibid., 297.
78 De Asencio, “Primera fuente impresa. Historia Memorial”, 43.
79 De Asencio, ibid., 43.
80 Ibid.
81 Ibid.
82 De Asencio, ibid., 43.
83 Ibid.
84 De Asencio, ibid., 44.
85 Ibid.
86 Gerónimo Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana (Barcelona: Linkgua Ediciones, 2007), 20.
John Jairo Marín Tamayo
INTRODUCCIÓN
Como documento fundamental para el estudio de la sociedad colonial neogranadina, el catecismo promulgado por fray Luis Zapata de Cárdenas en 1576 es sin duda “la piedra angular de una estrategia de colonización que buscaba imponer a los indígenas […] nuevos modelos de comportamiento inspirados en la moral cristiana y al clero una disciplina eclesiástica más severa para garantizar el éxito del proyecto evangelizador”1. Así entendido, el Catecismo fue a la vez un instrumento de aculturación y cristianización de los indígenas del Nuevo Reino de Granada a finales del siglo XVI y un manual de disciplina eclesiástica para los clérigos.
Desde mediados del siglo pasado, el catecismo de Zapata de Cárdenas ha sido objeto de diversos estudios, tanto teológicos como históricos, pero ninguno de ellos ha abordado la recepción del documento2. En la conclusión de mi tesis, la cual dediqué al dicho catecismo, indiqué que para determinar la importancia de esa obra había que evaluar su influencia en la sociedad neogranadina de finales del siglo XVI. Emprender un trabajo de esa naturaleza resulta bastante complejo porque se requiere de un concepto de recepción suficientemente operativo para dar cuenta del propósito y de un número adecuado de fuentes documentales que se refieran directamente a la influencia que tuvo el Catecismo en dicha sociedad, lo que es poco evidente. Considerando esta doble dificultad, el presente estudio pretende responder a dos preguntas: ¿cómo dar cuenta de la recepción del catecismo de Zapata de Cárdenas? y ¿cuál fue el impacto que dicho catecismo tuvo en el establecimiento de la Iglesia y de la sociedad colonial en el Nuevo Reino de Granada? Para dar respuesta a estas preguntas se aborda en primer lugar el problema metodológico que representa para el historiador la recepción de un documento eclesiástico como el producido por Zapata de Cárdenas y en segundo lugar se precisa, en la medida que las fuentes lo permitan, su influjo en la sociedad neogranadina.
LA RECEPCIÓN DEL CATECISMO DE ZAPATA DE CÁRDENAS COMO PROBLEMA METODOLÓGICO
El problema metodológico al que se enfrenta el historiador al momento de realizar este tipo de trabajo radica en la utilización de un concepto de recepción suficientemente operativo para así poder realizar los análisis que impone este tipo de estudio. No se trata de dar cuenta del Catecismo, sino de lo que se hizo para que fuera recibido y puesto en práctica. Consciente de la dificultad, examiné diversos estudios que abordan la recepción como problemática histórica y eclesiástica y entre ellos me decanté por el de Gilles Routhier, que en su libro La réception d’un concile, publicado en 1993, hace de la recepción un concepto completamente operativo, proporcionando un marco teórico aplicable a la investigación histórica. De hecho, Routhier propone una herramienta teórico-metodológica para abordar el estudio de la recepción de concilios eclesiásticos generales, la cual puede ser igualmente aplicada, sin mayores reservas, a la recepción de sínodos y concilios particulares.
En su obra Routhier define la recepción como “un proceso espiritual por el cual las decisiones propuestas por un concilio son acogidas y asimiladas en la vida de una iglesia local y se convierten en una viva expresión de la fe apostólica”3. Evidentemente teológica, la definición también ofrece claves hermenéuticas para abordar la recepción de sínodos y concilios desde una perspectiva propiamente histórica. Por lo tanto, en el contexto de este estudio se asume la recepción como un proceso histórico por el cual las prescripciones de una asamblea eclesiástica son acogidas y asimiladas en la vida de una comunidad eclesial. Así entendida, toda recepción opera en el tiempo y en el espacio, en la historia y en la geografía. De hecho, el proceso de recepción de un concilio provincial o un sínodo diocesano está marcado por tres elementos: la época, el medio y los actores sociales, grupos o individuos, que buscan imponer una lectura particular de lo prescrito, lo cual suscita tensiones y variadas reacciones entre dichos actores.
Routhier distingue dos componentes en la recepción de un concilio: la recepción kerigmática, que para el caso llamaremos oficial, y la recepción práctica4. Según el autor, la primera de ellas corresponde al conjunto de esfuerzos realizados por los pastores para hacer conocer y promover eficazmente las decisiones de un concilio5; mientras que la recepción práctica es definida como el proceso por el cual un enunciado se infiltra y toma forma en la vida eclesial6. En consecuencia, la recepción de una asamblea eclesiástica por una Iglesia particular abarca un largo periodo de tiempo, ya que lo allí decidido está hecho para transformar las prácticas existentes o para inaugurar nuevas que terminarán por imponerse. Es por ello que Routhier sugiere periodizar el proceso de recepción en función de criterios externos e inter-nos7. Los primeros hacen alusión a los hechos relativos a la historia particular de la Iglesia local y por tanto estos deben considerar la historia económica, política, social y cultural del lugar en el cual está inmersa dicha Iglesia; mientras que los criterios “internos” son inherentes a la historia de los concilios y propios a la vida de la Iglesia. De hecho, el establecimiento