Historias del hecho religioso en Colombia. Jorge Enrique Salcedo Martínez S J
internados durante todo el proceso de formación61. Por su parte, el sínodo de 1606 ordenó prácticamente lo mismo62. Evidentemente, el sínodo de Lobo Guerrero conservó el modelo escolar propuesto por Zapata de Cárdenas, con el cual se favoreció la instrucción de los hijos varones de la élite indígena.
También se prescribió en el Catecismo la construcción de otro bohío en cada doctrina, de modo que sirviera de prisión63. Según Zapata de Cárdenas, había que castigar con penas de prisión a los culpables de diversos delitos, pues estaba convencido que la única forma de remediar los vicios era el castigo64. Con esta decisión, el Catecismo contribuyó a su manera a la institucionalización del sistema carcelario colonial. Si las prisiones eran lugares de reclusión para los delincuentes, las enfermerías fueron espacios creados para curar a los enfermos y velar por el bienestar de los adultos mayores. Fue así que se decidió que hubiese en cada doctrina una casa que sirviera de sitio para cuidar de los ancianos y de los enfermos65. “La construcción de una enfermería no era un asunto meramente urbanístico. Para Zapata de Cárdenas este establecimiento debía ser signo de caridad y de testimonio del amor del doctrinero por sus fieles”66. Como en los casos anteriores, con la habilitación de las enfermerías se esboza un sistema de salud propio para los pueblos de indios.
Más allá de la implantación de los sistemas de educación, carcelario y de salud, el Catecismo también orientó el desarrollo económico de las doctrinas. En esa lógica, el arzobispo ordenó al clero persuadir a los indígenas de hacer una labranza común tan grande como pudieran, para que con su producción se cubrieran los gastos propios de la doctrina y los asociados al cuidado de los enfermos y de los ancianos67. La propuesta del prelado se inscribe en la óptica de la economía solidaria, pues quienes estaban en condiciones de producir se debían solidarizar con aquellos que por su condición física o edad no podían hacerlo. Si se consideran los testimonios de Juan de Avendaño y de fray Pedro Aguado, esta iniciativa debió tener poco éxito, ya que los indígenas estaban tan sobrecargados de trabajo por mandato de los encomenderos que no les quedaba tiempo para cultivar sus propias sementeras para el sustento familiar68. Pese a ello, se sabe que la creación de sementeras comunales fue igualmente estimulada por las autoridades civiles, pero no se ha podido confirmar si con ello se buscaba cubrir los gastos de la enfermería y de la doctrina69.
Otra institución que puede revelar el impacto del Catecismo en la sociedad neogranadina son las cofradías. Según Germán Mejía Pavony, estas instituciones “fueron en esencia organismos de protección para sus miembros, ya que su objeto era, entre otras cosas, educar a sus miembros especialmente en materia religiosa, ayudar a los cofrades en los casos de necesidad extrema y, en particular, garantizar la buena muerte; esto es, un entierro digno y una tumba apropiada a sus asociados”70, aspectos que se pueden ver claramente en los testamentos de los indígenas colonizados. La cofradía fue el vehículo a través del cual los indígenas adaptaron, en parte, las prácticas piadosas propuestas en el Catecismo, lo que refleja la asimilación de los contenidos doctrinales enseñados a través de la predicación y de la instrucción catequística. Analizando los testamentos indígenas –a los cuales ya hicimos alusión–, se tiene que para el periodo correspondiente al ministerio de Zapata de Cárdenas existían en Santafé al menos cuatro cofradías en las cuales había presencia indígena: la de Nuestra Señora del Rosario, la de Santa Lucía, la de La Santa Vera Cruz y la del Santo Nombre de Jesús, que sirvieron para que los indígenas coloniales expresaran su fe y vivieran como auténticos cristianos. Se constató que algunos indígenas pertenecían hasta a tres cofradías al mismo tiempo. Por otra parte, “el carácter acomodaticio y flexible para organizar confraternidades permitió imprimir en el ámbito local dinámicas propias de adaptación al sistema colonial por parte de la comunidad indígena, al lograr la reproducción de unidades sociales a través de identidades de grupo”71. Estas organizaciones se fueron consolidando lentamente durante el siglo XVI para llegar a su máxima expresión en el siglo XVIII72.
No se puede terminar este apartado sobre las formas institucionales sin dar cuenta del matrimonio y de la familia. Es indiscutible que la introducción de la monogamia, a través del matrimonio católico, fue un elemento mayor en la reorganización social de las sociedades precolombinas, esencialmente polígamas hasta entonces. En el Nuevo Reino de Granada, como en América española en general, la élite indígena resistió a la introducción del matrimonio preconizado por la Iglesia, pero este se impuso lentamente en el espacio colonial. De hecho, las decisiones publicadas en el Catecismo reestructuraron el concepto de familia, que como fundamento de la sociedad fue redefinida a partir de la doctrina y de la moral católica. El Catecismo dio un lugar de preferencia al matrimonio, pues Zapata de Cárdenas era consciente que transformando esta institución se podía transformar la sociedad entera.
Para finalizar con los elementos propios de la recepción práctica del Catecismo, se da cuenta ahora de la manera como este fue asimilado en las prácticas de gobierno eclesial. Siguiendo lo establecido en los decretos del Concilio de Trento, el Catecismo de Zapata de Cárdenas convirtió al sacerdote doctrinero en el responsable del gobierno espiritual en los pueblos de indios. Si este no actuaba según el espíritu evangélico, el proceso de cristianización podía fracasar. El arzobispo estaba convencido de que, entre los medios más importantes para lograr la conversión de la población indígena, el testimonio y el buen ejemplo eran los más eficaces. Llevando una vida ejemplar y a través de sus propias acciones, el doctrinero podía imponerse como modelo de amor y caridad, tal como lo solicitaban los decretos conciliares73. Pero, como bien se sabe, los religiosos no gozaron siempre de buena reputación y en muchas ocasiones, por sus hábitos y costumbres, se convirtieron en antitestimonio del espíritu evangélico, lo que llevó al arzobispo a solicitar la autorización para proceder a su corrección74.
Sin lugar a dudas el aporte más importante del Catecismo a las prácticas de gobierno eclesial fue la afirmación de la autoridad del obispo sobre el clero de su diócesis. Según el obispo, los impedimentos para cristianizar a los indígenas eran numerosos; pero el hecho que los religiosos no reconocían su autoridad para nombrarlos, corregirlos, examinarlos y visitarlos era uno de los mayores75. El conflicto generado fue tal que Zapata de Cárdenas decidió ordenar criollos y mestizos, cosa que no dejó de hacer durante su ministerio76. En esas circunstancias, el arzobispo decidió sustituir a los religiosos doctrineros por clérigos seculares que él mismo había ordenado77. El impacto de la medida del arzobispo trascendió los límites de su propio arzobispado, pues el obispo de Cartagena denunció las ordenaciones de criollos y mestizos ante las autoridades metropolitanas78. La Corona tomó en serio la denuncia y le solicitó al arzobispo cesar dicha práctica79. En su estudio sobre las lenguas indígenas, Thomas Gómez muestra estadísticamente el impacto real de las ordenaciones de mestizos en la configuración del clero del Nuevo Reino de Granada80, aspecto que también ha sido abordado por otros autores como Alberto Lee López, Mercedes López, Juan Fernando Cobo y Diana Bonnett Vélez81.
Aunque a su muerte, en 1590, el clero del Nuevo Reino de Granada era aún mayoritariamente regular y español, Zapata de Cárdenas había debilitado la posición hasta entonces dominante de los religiosos españoles. La verdadera razón de las protestas del clero no fue la llamada incompetencia de los mestizos, como trataron de hacer creer, sino su temor a perder el control de las doctrinas que tenían a su cargo y ser desplazados por un clero local y secular mucho más obediente. En la óptica de Zapata de Cárdenas: “Con un clero secular sometido a su autoridad episcopal conseguiría mejores resultados en la obra de cristianización de los indígenas que con religiosos rebeldes que poco conocían las lenguas autóctonas”82. El hecho de que la Corona aceptara en 1588 la ordenación de mestizos constituyó una gran victoria para el arzobispo, que lo convirtió de algún modo en el padre de la secularización del clero en el Nuevo Reino de Granada83.
No cabe duda de que Zapata de Cárdenas se inscribe en la generación de los obispos que después del Concilio de Trento comenzaron a reclamar el derecho a nombrar los clérigos y los religiosos para las parroquias y doctrinas de sus diócesis, además de solicitar el control sobre los salarios de los doctrineros y sobre los honorarios, que provenían