Historias del hecho religioso en Colombia. Jorge Enrique Salcedo Martínez S J
Si se considera el testimonio del propio arzobispo, para 1585 el Catecismo ya había dejado de circular y su utilización era poco significativa. Afirma el arzobispo: “Muchos años ha que con gran acuerdo hice catecismo para las doctrinas y no hay fraile que lo tenga ni lo guarde”24. En términos prácticos, Zapata de Cárdenas confirma el fracaso de su empresa. De un lado los doctrineros no poseían copias del Catecismo y del otro no seguían lo que allí estaba establecido. Sin embargo, hay que ponderar esta afirmación, ya que el discurso del arzobispo se sitúa en un contexto de controversia, con lo cual quería justificar la ordenación de mestizos y criollos.
La acogida por parte de las autoridades civiles no fue la misma, como se infiere de una carta del licenciado Auncibay. El oidor de la Real Audiencia solicitó al Rey la suspensión del sínodo (Catecismo) por considerar excesivas las limosnas que por él se señalaban por casar y por enterrar y por no haber sido enviado al Real consejo para su aprobación25. Las autoridades metropolitanas no tardaron en reaccionar y en la nota de respuesta a la carta de Auncibay se lee: “Cédula con esta relación para el arzobispo; que provea y modere en lo que en esto hubiere exceso y que envíe un traslado del sínodo”26. Sin saber exactamente cuándo llegó a Santafé la orden de remitir el “sínodo”, se sabe que el arzobispo respondió al requerimiento solamente en marzo de 158327. En su respuesta Zapata de Cárdenas dice haber preparado una copia del documento para ser enviada al Consejo, pero decidió no hacerlo, porque ya había convocado un concilio provincial que tendría lugar el 15 de agosto de ese mismo año.28 En ese caso, de poco servía enviar el documento porque lo que se decretase en el concilio dejaría sin vigencia lo ya establecido en el Catecismo.
LA RECEPCIÓN PRÁCTICA
Siguiendo el concepto de Routhier, la recepción práctica hace referencia a las marcas de asimilación y acogida del Catecismo en la liturgia, en la proclamación de la fe, en las formas institucionales y en las prácticas de gobierno eclesial, aspectos que se abordan en ese mismo orden.
En lo que tiene que ver con la liturgia, se destaca, en primer lugar, la imposición del rito católico en los pueblos de indios, lo cual modificó radicalmente, entre otras cosas, los esquemas de temporalidad de los grupos prehispánicos que habitaban el arzobispado de Zapata de Cárdenas. El pastor consideraba que el establecimiento de una temporalidad homogénea de base cristiana en los espacios coloniales era absolutamente necesario para conducir a los indígenas a la salvación. En su catecismo propone una división del tiempo cotidiano basada en las horas canónicas29, lo que permitió la introducción en las comunidades indígenas del tiempo métrico-cuantitativo basado en la sucesión de instantes objetivos y controlados a través del sonido de la campana, que se fue imponiendo en la sociedad colonial30.
Más allá del esquema temporal cotidiano, el Catecismo también introdujo el calendario litúrgico de Pablo III31, que redujo el calendario festivo para los indígenas que no vivían en pueblos de españoles a los domingos del año y doce solemnidades más32. El tiempo calculado sobre una base semanal debió causar un gran impacto en la visión temporal de los indígenas, pues, como lo señaló el padre José Domingo Duquesne, los muiscas desconocían la semana de siete días33. Los días reservados para honrar a Dios cambiaron la dinámica social, pues eran días de descanso laboral y la asistencia a la misa era obligatoria para todos los indígenas sin distinción de género, edad o rango social. Pero esto no fue una realidad absoluta en el Nuevo Reino de Granada, puesto que los encomenderos, aún los domingos y días feriados, sacaban a los indígenas de la doctrina y de la misa para enviarlos a trabajar en sus casas y campos34. En ese nuevo contexto, las festividades prehispánicas celebradas por los indígenas fueron desplazadas por el rito católico y, aunque se presentó una gran resistencia cultural por parte de los indígenas, las disposiciones litúrgicas del Catecismo terminaron por imponerse35.
El calendario litúrgico para los indígenas fue completado con una serie de disposiciones concernientes a la celebración de los sacramentos, los ayunos y las ofrendas. Siguiendo los decretos del Concilio de Trento, el arzobispo estableció normas y señaló los tiempos para la recepción de los sacramentos: se ordenó que hubiera bautismos solemnes el día de la Pascua de Resurrección y el día de la Pascua del Espíritu Santo36; se obligó a los indígenas a confesarse una vez por año entre la Septuagésima hasta el día de Corpus Christi37; se establecieron los días de ayuno que los naturales estaban obligados a guardar y cumplir38; y se prohibieron los matrimonios entre el primer domingo del Adviento hasta el día de la Epifanía y desde la feria cuarta de la Ceniza hasta la octava de Pascua de Resurrección inclusive39.
El ritmo determinado por el calendario litúrgico como instrumento de ordenación del tiempo tuvo una doble repercusión en la población indígena. De un lado, el sentido y la representación que se le daba al tiempo cambió, dado que la concepción lineal se impuso a la visión cíclica propia de los indígenas; y, de otro, hubo una incidencia directa en el comportamiento social de estos en los espacios coloniales.40
Mediante la imposición de una cronología occidental cristiana, el Catecismo contribuye definitivamente a la construcción del tiempo social en los pueblos de indios. Además, la regulación del tiempo a través del tañer puntual de las campanas de las iglesias aceleró los ritmos sociales en los pueblos de indios, en los que lentamente se conceptualizó el tiempo a la manera de los europeos.
Con las decisiones sobre la administración de los sacramentos, el Catecismo introduce cambios fundamentales en la representación del mundo, en la organización social y en los modelos de comportamiento de los indígenas41. Se implanta una nueva ritualidad que busca alimentar a los nuevos en la fe desde su nacimiento hasta la muerte. La ritualidad impuesta a los indígenas fue uno de los instrumentos que contribuyó a operar un cambio fundamental en la vida de la población. El objetivo de la nueva ritualidad era asegurar la salvación de las almas de los indígenas.
En lo que atañe a la asimilación de la proclamación de la fe, segundo elemento de la recepción práctica, el Catecismo de Zapata de Cárdenas impone una forma específica de enseñar y predicar la doctrina cristiana. A su llegada al Nuevo Reino de Granada, el arzobispo constató que había muy pocos indígenas convertidos al cristianismo, porque no se les enseñaban adecuadamente los misterios de la fe y porque no había clérigo o religioso que lo hiciera convenientemente, porque enseñaban en castellano y no en lenguas nativas, y el resultado era como decirle la doctrina a un palo42. Desde el inicio de su ministerio, el arzobispo se empeñó en remediar la situación y en parte lo logró. Dos cosas permitieron este cambio: la publicación del Catecismo y la ordenación de mestizos que sabían las lenguas nativas. Con este nuevo clero, sumiso a la autoridad episcopal, se llevó a cabo una proclamación de la fe a los indígenas mucho más eficaz, lo que se tradujo en un aumento del número de conversiones y en una notable mejora del proceso catequístico, pues estos clérigos enseñaban y confesaban a los indígenas en sus propias lenguas, cosa prácticamente imposible de realizar con frailes y clérigos españoles43. El éxito obtenido fue evidente y el propio arzobispo afirmó que ello se debió a que el clero autóctono adoptó el orden establecido en el Catecismo44.
Constatar el impacto real de la proclamación de la fe entre los indígenas es posible, en parte, a través del análisis de los testamentos indígenas. Estos documentos formales con valor jurídico y administrativo muestran hasta qué punto un pequeño grupo de indígenas, probablemente el más hispanizado, como lo subraya Pablo Rodríguez Jiménez, se integró al sistema colonial. Sin duda alguna, estos testamentos revelan a su manera el eventual impacto que tuvo el Catecismo en la proclamación de la fe sobre este grupo de indígenas, que sin duda son “los primeros occidentalizados, los que, a través de distintos mecanismos, más fuerte y tempranamente se integraron al sistema y muestran los resultados exitosos de la colonización”45. Para el caso se ha examinado una docena de testamentos indígenas fechados entre la publicación del Catecismo y la fecha del sínodo de Lobo Guerrero, a los cuales se ha accedido a través del trabajo de Rodríguez Jiménez, quien los compiló y editó.
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