Historias del hecho religioso en Colombia. Jorge Enrique Salcedo Martínez S J
Dionisio de Sanctis, “Carta”, Cartagena, mayo 25, 1575. Archivo General de Indias (AGI), Sevilla, Audiencia de Santafé, 187, L. 2, F. 32v.
79 A Dionisio de Sanctis, “Carta”, Madrid, enero 18, 1576. Archivo General de Indias (AGI), Sevilla, Audiencia de Santafé, 991, L. 1, F. 43.
80 Thomas Gómez, “Les langues indigènes et conflits sociaux en Nouvelle Grenade (XVIe-XVIIe s.)”, Mélanges de la Casa de Velásquez, 22 (1986), 284.
81 Alberto Lee López, Clero indígena en Santa Fé de Bogotá (Bogotá: Concejo Episcopal Latinoamericano, 1986), 56-128; Mercedes López Rodríguez, “Los hombres de dios en el nuevo reino: curas y frailes doctrineros en Tunja y Santafé”, Historia Crítica, 19 (2000), 129-152; Juan Fernando Cobo Betancourt, Mestizos heraldos de Dios (Bogotá: ICANH, 2012); Diana Bonnett Vélez, “Los conflictos en un arzobispado: de Juan de los Barrios a Luis Zapata de Cárdenas (1533-1590)”, Entre el poder, el cambio y el orden social en la Nueva Granada colonial, vol. 6, eds. Diana Bonnett Vélez, Nelson Fernando González Martínez y Carlos Gustavo Hinestroza González (Bogotá: Universidad de los Andes, 2013), 103-133.
82 Marín Tamayo, La construcción de una nueva identidad en los indígenas del Nuevo Reino de Granada, 59.
83 Felipe II, “Cédula”, San Lorenzo, agosto 31, 1588. En Don Miguel de la Guardia, Las leyes de Indias (Madrid: Establecimiento tipográfico de Pedro Núñez, 1889), 118.
84 Zapata de Cárdenas, Catecismo, folio 238v.
85 Hermes Tovar Pinzón, La batalla de los sentidos. Infidelidad, adulterio y concubinato a fines de la Colonia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2012), 105.
86 Zapata de Cárdenas “Carta”, Santafé, mayo 16, 1585, Archivo General de Indias (AGI), Sevilla, Audiencia de Santafé, 226. En Juan Friede, Fuentes documentales, t. VIII, 310.
87 López, Tiempos para rezar y tiempos para trabajar, 204.
Sofía Brizuela Molina
INTRODUCCIÓN
Hacia 1540 se fundó en Nueva España el Convento de la Orden de la Concepción, y con él se daba origen a la primera experiencia de vida monástica femenina en tierras americanas. Después proliferarían por toda la geografía del continente comunidades de las órdenes religiosas que albergarían a “hijas y nietas de conquistadores y pobladores”. Los motivos por los que estas mujeres ingresaban a los claustros respondían a diversos objetivos que involucraban no solo principios religiosos, sino también la organización social: ofrecerles a las familias notables un lugar digno, acorde con su condición, en donde alojar a las mujeres que por alguna u otra razón no accedían al matrimonio o enviudaban.
Asunción Lavrin sostiene que para la segunda mitad del siglo XVI se establecieron conventos femeninos en las grandes ciudades hispanoamericanas y para la primera mitad del siglo XVII en las ciudades secundarias1. En el Nuevo Reino de Granada, en el señalado marco temporal se instalaron un total de trece conventos, incluyendo las fundaciones realizadas en Pasto y Popayán (pertenecientes a la Audiencia de Quito) y Mérida (en la actual Venezuela). Este auge conventual denotaba la materialización de un nuevo escenario político y social, coincidente con el fin de la etapa de conquista y aseguramiento de los territorios incorporados a la Corona castellana. Efectivamente, fundar conventos de monjas en las nuevas ciudades americanas reflejaba un paso más en el esfuerzo por implantar y afianzar un modelo de sociedad urbanizada. Los elementos que garantizarían la estabilidad de los cenobios se debían generar mediante una serie de mecanismos de provisión que solamente podían llevarse a cabo en un centro urbano, sólido y con posibilidades evidentes de abastecimiento2.
El estudio de los conventos supera ampliamente la dimensión religiosa que en principio entraña su fundación. Una amplia gama de posibilidades se vislumbra al acercarse al mundo social en el que se insertan estas instituciones. Los estudios conventuales, sin duda, permiten comprender la rica experiencia claustral, su organización interna, la observancia o, incluso, el extraordinario mundo de las subjetividades a partir de las vivencias ascéticas o místicas de las monjas. No menos importante resulta la dinámica económica que generaron los conventos a partir de la posesión de los fondos procedentes de las dotes de las profesantes y de los diversos beneficios económicos que se desprendían de las inversiones y rentas generados por el patrimonio con que se fundaban los cenobios. Sin embargo, en el presente texto esos temas no serán abordados. Se intentará concentrar el análisis en las condiciones que debían concurrir para fundar los conventos de monjas, entendiendo que detrás de ello se movilizaban factores religiosos, pero además humanos, económicos y políticos. En efecto, como señala Ángela Atienza, un convento no fue solo un lugar de oración sino también un instrumento de poder y dominación. En su opinión, un convento se puede definir como “una herramienta al servicio de los poderosos”, que se valían de estas pías fundaciones para la obtención y preservación del dominio social, además de su prestigio y notoriedad3. María Piedad Quevedo Alvarado advirtió que los conventos neogranadinos eran “centros de poder”, no solo por su centralidad en la vida de la ciudad sino también por su participación en el fortalecimiento del orden colonial4.
Desde esta perspectiva, la presente investigación indagará sobre aspectos diversos que perseguía el conjunto social que los promovía. En ese sentido, se propone un estudio en el que se relacionan los patronos-fundadores, las órdenes religiosas, los clérigos y las autoridades que están detrás de las fundaciones, poniendo énfasis en los conflictos y contradicciones que frecuentemente los enfrentaron a unos y a otros.
La presente investigación forma parte de los estudios que venimos haciendo sobre el origen de las órdenes religiosas femeninas en el Nuevo Reino de Granada5 y parte de sus resultados se comparten aquí. Sin embargo, pretendemos ofrecer una mirada de conjunto del fenómeno fundacional entre 1571 y 1651, incorporando a todos los conventos, que eran trece, como ya lo señalamos. Esta perspectiva global, ausente hasta ahora en los estudios conventuales, busca mostrar las similitudes y particularidades de los procesos fundacionales que, de alguna manera, ya sea por su cercanía o por los propios agentes que participaron en la apertura de los cenobios, articularon desde las propias prácticas religiosas las diferentes regiones del espacio colonial del Nuevo Reino de Granada.
FUNDADORES MATERIALES Y PATRONATO
La cuestión del patronato es un tema que se ha pasado por alto al momento de estudiar la historia de los conventos femeninos en el Nuevo Reino de Granada. En efecto, la aparición en las ciudades de los monasterios para doncellas reviste gran relevancia para la comprensión de la sociedad en la que surgían. El fenómeno, por una parte, denota el empoderamiento (y la consolidación del poder) de ciertos sectores sociales en el contexto del mundo colonial americano. Por otra, revela algunos de sus intereses y estrategias como grupo privilegiado de esa sociedad.
Se ha aclarado antes que la fundación de un convento trascendía de hecho las motivaciones devocionales que en principio pudieran inspirarla; un aspecto que se evidencia en la medida en que se dimensionan los recursos sociales, políticos y económicos que están asociados a su fundación. Los conventos, en efecto, implicaban a un sector conspicuo de la sociedad como eran las élites, que en principio asumían su promoción y sostenimiento. De forma particular revelan los nexos (a menudo conflictivos) entre este grupo y otros representados por los clérigos seculares y miembros de las órdenes mendicantes, toda vez que estos últimos pretendían asumir la dirección de los conventos femeninos. Desde esa perspectiva, la fundación de conventos arroja luz sobre las relaciones de poder entre las élites americanas y otros actores sociales, incluyendo la Monarquía, obligada a otorgar mercedes como protectora de la Iglesia en todo el Imperio.
Para el caso