Una historia del movimiento negro estadounidense en la era post derechos civiles (1968-1988). Valeria L. Carbone
“Libertad” (política y cívica) y “ciudadanía” pasaron a ser nociones altamente dependientes de leyes que, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, buscaron proteger el privilegio de la población blanca masculina. Dividieron a la clase trabajadora (compuesta por afro-descendientes libres y esclavos, indígenas y blancos pobres) según el color de la piel y la ascendencia. En The Invention of the White Race, Theodore Allen plantea que se necesitó crear una forma de control social para que los blancos libres fuesen separados de los trabajadores negros, velar por la seguridad y hegemonía de la agricultura capitalista y crear un contexto de estabilidad social. Destacando también a la rebelión de Bacon como el momento clave en el que el racismo pasó a ser el elemento central para mitigar la lucha de clases, el autor identifica una marcada tendencia a promover “un orgullo de la raza entre los miembros de cada clase de la población blanca. Ser blanco otorgaba la distinción del color, incluso a los siervos agrícolas euro-estadounidenses, cuya condición, en algunos aspectos, no distaba mucho de la verdadera esclavitud”36.
El control social se convirtió en un instrumento central para entender el surgimiento del concepto de whiteness o de la “condición de ser blanco” como elemento que otorga un cierto status social o privilegio dentro del conjunto social. Richard Dyer afirmó que la “condición de ser blanco” ha sido terriblemente eficaz para la formación de coaliciones de grupos con intereses dispares. Mucho más efectiva que la clase social, el ser blanco permitió que – a pesar de las diferencias culturales y/o nacionales – distintos grupos actuaran en contra de sus intereses clasistas.37 Dado que ser blanco conlleva ciertas recompensas y privilegios, y determina una posición en la jerarquía social, disfrutar de sus atributos generó ciertas dinámicas para preservar o determinar quiénes serían los portadores de esos privilegios. Por ello, dadas las ventajas de ser blanco en términos de poder, privilegio y bienestar material, “vale la pena luchar por quien es considerado blanco y quien no – luchar para excluir a algunos y estratégicamente incluir a otros”38.
Por su parte, la historiadora Barbara J. Fields rastrea el surgimiento de las nociones de raza e ideología racial en una época posterior y bajo premisas diferentes a las postuladas por Morgan. Para la autora, el racismo no surgió como consecuencia de un rechazo o “desprecio racial” de un grupo (blancos) hacia otro/s (indígenas o negros), sino como una justificación necesaria de la idea de que los colonos ingleses blancos gozaban de una “libertad natural e inalienable” que era negada a aquellos de ascendencia africana. Esta ideología racial “propiamente estadounidense” surge en un momento fundacional para la nación, la revolución de independencia:
la “libertad” no llegó a ser posible para los estadounidenses de ascendencia europea hasta que se instituyó la esclavitud para los estadounidenses afrodescendientes, se definió a estos últimos como una “raza” y se identificó su inferioridad innata como justificación o racionalización de su esclavitud. Fue durante la Revolución Norteamericana que esta ideología surgió en el debate entre opositores y defensores de la esclavitud, por lo que fue en aquella época en la que nacieron lo que denomino los “gemelos siameses”: la democracia y el racismo estadounidense. No digo que la ideología racial se desarrolló como justificación de la esclavitud. La idea de que la esclavitud es un sistema moralmente erróneo y que practicarla requiere una elaborada justificación es una visión muy moderna, porque la esclavitud ha sido una forma característica de organización social durante gran parte de la historia de la humanidad. Sólo en tiempos relativamente modernos los seres humanos vieron la necesidad de encontrarle una justificación. En cambio, durante mucho tiempo la dieron por sentada (…) A mi juicio, fueron circunstancias excepcionales las que condujeron a que se creyera necesario justificar la esclavitud más allá del sentido común. Así, la preeminencia de la libertad, y no la esclavitud, fue lo que creó la extraordinaria situación que demandó la increíble invención que representa la ideología racial estadounidense. (…) Los portadores naturales de esa libertad inalienable, al mismo tiempo que mantenían negros como esclavos, vieron a la “raza” como una verdad evidente en sí misma.39
Fields refiere a una paradoja histórica: la condición necesaria para el surgimiento del racismo que dio origen a la noción de raza, fue la idea de “igualdad de todos los hombres”. En las sociedades basadas en la presunción de desigualdad se genera una estructura jerárquica aceptada como natural que ni siquiera los miembros de los estratos inferiores ponen en entredicho. Así, no se plantea la necesidad de justificar la posición de los subordinados en función de alguna característica específica que los haga menos meritorios que el resto. Sin embargo, al asumir la sociedad una aceptación de principios “radicales” de libertad e igualdad como derechos naturales e inalienables del hombre, se hizo “necesario” atribuir a determinados grupos – aquellos a los que sistemáticamente se les negaban esos “derechos inalienables a todos los hombres” – diferencias que los hacían inferiores. Es decir, el racismo surgió como resultado de la contradicción entre los principios igualitarios y el trato excluyente de determinados grupos, y de la necesidad de justificar su sometimiento a condiciones de servidumbre, separación forzada o marginación. En palabras de la autora, “cuando existen leyes obvias de la naturaleza que garantizan la libertad, solo leyes igualmente obvias de naturaleza igualmente obvia pueden justificar negarla”.40
En el contexto al que Fields refiere, además de debatirse cuestiones apremiantes como la forma de gobierno de la naciente república, se planteó la espinosa cuestión de la abolición de la esclavitud, qué hacer con los negros libres, cómo integrarlos (de hacerlo) a la vida socio-económica y cívica, qué derechos otorgarles, cómo considerarlos jurídicamente y cómo regular las relaciones entre las razas. Fue en este marco que “los principios democráticos colapsaron y la supremacía blanca se hizo presente”.41 Incluso, aquellos que se manifestaban a favor de la emancipación, o referían a la conveniencia de una gradual liberación de los esclavos, lejos estaban de pensar en integrarlos a la vida socio-política de la nueva república.
La filosofía más expandida hablaba de emanciparlos y “devolverlos a su tierra”. Thomas Jefferson y sus escritos sobre la raza constituyen un ejemplo perfecto de dicha racionalización de una ideología racial a fines del siglo XVIII. Jefferson, poseedor de más de 600 esclavos y padre biológico de algunos de ellos,42 estaba convencido tanto de los beneficios económicos de la esclavitud como sistema de producción43 como de su conveniencia moral dada la inferioridad innata de los afro-descendientes. Jefferson no creía en la posibilidad de una sociedad racialmente integrada en la que los negros fuesen sujetos libres de pleno derecho, sino que consideraba que – de liberarlos – debían vivir en una sociedad separada. Desde su perspectiva, las diferencias naturales y los recelos generados por 400 años de relaciones de opresión producirían divisiones y conflictos que sólo conducirían al exterminio de una u otra raza. En Notes on the State of Virginia (1787), menciona numerosas razones (políticas, físicas y morales) por las que los negros no podían ser incorporados a la sociedad como ciudadanos de pleno (o restringido) derecho: “los negros, ya de por sí una raza distinta, son – en cuerpo y mente – inferiores a los blancos (...) Esta desafortunada diferencia en el color de la piel, y tal vez en las facultades mentales, es un poderoso obstáculo para su emancipación (...) Cuando sean libres, deberán ser removidos y alejados de la posibilidad de mestizaje o integración”.44
Las consideraciones de Jefferson no eran más que el reflejo de la visión de la elite de la época.