Rumbo: maestr@. José Miguel Pareja Salinas
un tremendo placer. Y querrá repetir lo que se lo ha proporcionado. Estará motivado.
Así, entramos en un mundo mágico y vibrante. Cuando te gusta o se te da bien algo, parece que todo es mucho más fácil de hacer y de conseguir. Sin darnos cuenta, nace de nosotros una predisposición a volver a hacerlo y a hacerlo bien. ¿Y si encima se añade realizarlo con amigos? Entonces la tarea mejora exponencialmente.
En general, los docentes queremos encender la llama interna y mantenerla viva. Esa llama que guíe a nuestro alumnado hacia el querer aprender, moverse para superar obstáculos y compartir lo aprendido («espíritu de equipo»). La palabra motivación, en su origen, significa movimiento; Y eso buscamos: el movimiento interno que los haga crecer y los impulse en la vida.
Pero eso no es fácil, y menos cuando se trata de aprender cosas que no están cerca de su cotidianidad, de lo que viven cada día y de sus intereses más cercanos. Esto que buscamos los docentes se llama motivación interna. Las familias también desean ver en sus hijos esa chispa interna que los ayude a avanzar, ser cada vez más autónomos, resolver sus conflictos...
Para llegar a ella, los alumnos tienen que darse cuenta de que son capaces de aprender lo que les proponemos y, por eso, decimos que tienen que probar, puede que se equivoquen, pero hay que probar, y repetir, y cambiar la estrategia… Como cuando aprendimos a montar en bici. ¿Qué pasa si no tienen ese movimiento interno que les predisponga a montar en bici? Pues que tenemos que incentivarlos con premios, refuerzos, felicitaciones, elogios... Es lo que llamamos aprendizaje por motivación externa, que es la que queremos generar en nuestro alumnado con nuestros retos, juegos o recompensas: activarlos, moverlos con algo externo. Y una vez que hayan descubierto su habilidad o su interés en esa actividad, surgirá la motivación interna.
¡Se me olvidaba! Lo primero y fundamental que debes tener en cuenta es que, para poder motivar a una persona o grupo, tú también debes estarlo y transmitirlo por todos los poros de tu piel. Como ya se ha comentado en el capítulo anterior, los alumnos poseen ese «sexto sentido», para saber si realmente sientes lo que dices o solo lo dices por quedar bien. De no estar tú motivado, sería como ir a encender el fuego de la barbacoa y no tener un encendedor porque te lo has dejado en casa.
Sabemos que ya estás motivado y, como nosotros, querrás encender nuevos fuegos en tu alumnado. Con cada nuevo contenido, con cada nueva competencia, con cada nueva habilidad, querrás encender fuegos que estimulen e inspiren y sean el motor hacia nuevos aprendizajes. Queremos ser la motivación externa. Somos la motivación externa.
Quizá exista un miedo o una barrera que impida a un alumno querer dar un salto, una voltereta, hacer una suma o hablar en público; y si nunca lo hace o no se le brinda la oportunidad de hacerlo con seguridad, ese bloqueo crecerá con él y lo acompañará para siempre. «Seño, es que a mi se me dan muy mal las mates». Esta frase es de una alumna de tercero de primaria. ¿Cómo es posible? ¿Ya ha perdido la motivación? ¿Ya no es capaz de resolver retos matemáticos? ¿Ya no esperamos nada de ella? Error.
En ocasiones, la motivación viene después de ver el resultado. «Pues he hecho la exposición, no me ha salido mal y mis compañeros me han aplaudido», «La voltereta es superfácil y la profe me ayuda si no puedo... La próxima yo solo».
Nuestra labor es crear el ambiente apropiado para que se produzca esa acción. ¿Cómo?
· Crea un vínculo con el grupo-clase y con cada alumna o alumno.
· Escucha de manera activa.
· Empatiza.
· Da herramientas.
· Ofrece tu tiempo.
· Buscad juntos el mejor momento para realizar esa acción o tarea.
· Transmite siempre altas expectativas.
Otras veces, la motivación externa la podemos generar creando un concurso en clase en el que preguntemos individualmente los contenidos que estamos trabajando. Si acierta, el alumno se lleva una recompensa. Si acaba la tarea dentro del tiempo establecido porque se ha concentrado al máximo, recibe un abrazo o un caramelo. De esta forma todos quieren conseguir premios y se mueven, actúan. Poco a poco irán descubriendo que son buenos en cosas que no se imaginaban. Con la motivación externa habremos conseguido encender nuevas llamas en su interior.
Pero, ¿cómo conseguimos que lo anterior llegue a todos? Estarás pensando que al principio son unos pocos los que siempre se llevan las recompensas y el resto se frustra y pierde el interés: pues es el momento de introducir el trabajo en grupo, para que sean todos los que quieran moverse por la recompensa. Diseña estrategias en las que el grupo completo obtenga el beneficio al ejercitar la habilidad y tendrás un gran incendio. Se pondrá en marcha una red de ayuda mutua para conseguir el mismo fin.
Claro que ellos ya tienen otros fuegos: sus fortalezas o talentos, aquellas características en las que cada quien destaca, sus habilidades innatas o adquiridas, todo lo que ya ha demostrado. Por eso, hay que hacer una evaluación de sus puntos fuertes. Te recomendamos que busques una evaluación basada en las «inteligencias múltiples» de Gardner. Coral Elizondo2 tiene una guía para el análisis que te puede ser muy útil para descubrir de forma individual en qué inteligencias destaca un grupo determinado. Conocer los talentos o habilidades de tu alumnado hará posible que ellos mismos descubran en qué destacan; y hacerlo público al resto del grupo en un mural en clase aumentará su motivación interna para querer actuar por su propia iniciativa. Estarás creando una red de ayudas donde todos y todas tienen algo que ofrecer. Todas y todos son necesarios. Eso es «inclusión real».
Este tipo de análisis te permitirá distribuir de forma heterogénea un grupo de trabajo. Estamos encendiendo el fuego de la barbacoa.
Porque ahora ya jugamos con la motivación interna. Ahora ya quieren ejercitar aquellas competencias que saben que dominan y cuyo ejercicio les satisface. Se aprenderá una nueva técnica pictórica con agrado porque gusta y porque ya se sabe que se da bien.
En este momento, la motivación del grupo será el resultado directo de la suma de las individuales. Cuando la persona está motivada, contamina a todo su entorno y arrastra a todo aquel que está a su alrededor, por lo que tú tratarás de aprovechar el empuje de unos pocos, bien distribuidos entre los diferentes equipos, para que activen las habilidades de los demás. Aun así, hay que cuidar las relaciones e interacciones del grupo para conseguir crear una «convivencia positiva» (concepto que se te explicará en el Capítulo 6.)
Hemos hablado del aprendizaje mediante motivación externa, con recompensas; y también de utilizar la motivación interna, el propio interés de la persona por aprender, a partir del ejercicio de sus habilidades, competencias, talentos. Hasta aquí, diríamos que el alumnado busca su propio beneficio.
En el aprendizaje por motivación trascendente buscará el beneficio de los demás. El alumnado aprenderá, activará una competencia nueva para ponerla al servicio de un interés superior, como ayudar a otras personas o señalar un sentido vital, un propósito para su vida. Lo observamos en el aprendizaje-servicio3, por ejemplo. Un grupo de personas aprende algo concreto para prestar un servicio a la comunidad. En esta situación, las personas se mueven porque observan que hay una necesidad en su entorno y se comprometen para tratar de paliarla o mejorar lo que han percibido como deficiente. El fuego que hemos prendido ya será un gran y devastador incendio que eleve a todos los implicados a otro nivel.
Seamos realistas: esto que te estamos contando suena muy bien, pero claro que no es tan lineal ni se produce con un aprendizaje primero y luego con otro, cuando hemos terminado con el primero. Esto no es una cadena de montaje, ni estamos en una fábrica. Al mismo tiempo que iniciamos habilidades a partir de pequeños retos en un campo, con concursos en los que se ganan puntos o abrazos (motivación externa), estaremos desarrollando otras mediante motivación interna repartiendo los roles en un equipo en función de sus fortalezas, y poniendo a quien mejor lee a colaborar con el compañero o compañera que necesita algún tipo de ayuda (motivación trascendente y ayuda entre iguales).
Es decir, para iniciar un aprendizaje, empezamos con la motivación externa; a continuación, utilizaremos la motivación interna