Rumbo: maestr@. José Miguel Pareja Salinas

Rumbo: maestr@ - José Miguel Pareja Salinas


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podrás apuntar con más detalle todos estos aspectos para construir tu clase ideal.

      3. Superpoder de liderazgo positivo: dos herramientas.

      Respeto y educación; sentido común y coherencia.

      Imagino que ahora mismo pensarás que voy a hablarte de que tienes que conseguir que tu alumnado te respete, de que sean educados contigo o de que tienen que hacerte caso por el simple hecho de que eres el profe.

      ¿Y si cambiamos nuestro punto de vista? ¡Venga!, vamos a ponernos en el lugar del alumnado.

      Los detalles son los que marcarán la diferencia entre un docente normal y otro extraordinario, especial o único. Para poder ser un líder positivo —una persona de esas que la gente no sabe ni por qué la sigue, y esto te sonará a algo muy obvio, pero te sorprendería saber la cantidad de cosas que he visto— debes transmitir y mostrar respeto y educación a todo tu alumnado. No te hablo de que vayas decirles alguna palabra malsonante —evidentemente no lo harías nunca—, sino de tener en cuenta la parte invisible y oculta.

      Ellos tienen un sexto sentido para saber si tú realmente quieres acompañarlos, si te interesan sus conflictos, si te esfuerzas cada día por intentar hacerlo mejor, si los escuchas activamente cuando te cuentan sus problemas… Al margen de que uses las palabras mágicas «por favor», «gracias», «buenos días» o «hasta mañana» —que desarrollaremos más adelante en las Soft skills—, eres un ejemplo durante todo el tiempo que estás en el colegio. Descubrirás que, en la mayoría de ocasiones, se enseña sin palabras. Si quieres pedir a toda la comunidad educativa del centro, incluido el alumnado, compromiso y esfuerzo, primero tienes que esforzarte y comprometerte tú. ¿Estás dispuesto?

      Un buen líder debe tener una cualidad fundamental que, por desgracia, hoy en día no aparece en muchas ocasiones. Me refiero al sentido común, a ser coherente como persona humana. Vamos a desarrollar este aspecto, ya que definirá qué tipo de líder serás y cuánto podrá creer y confiar en ti tu futuro alumnado.

      Sentido común y coherencia: algo tan obvio como necesario. Dicen que: «El sentido común es el menos común de los sentidos», pero no te líes y haz caso a tu instinto. Aporta autenticidad a tus enseñanzas y en las relaciones con los demás. En la mayoría de ocasiones lo sencillo es lo más efectivo.

      En esta profesión que has elegido la coherencia es fundamental. Te diría más: va a influir en tu gestión del grupo, de la clase: respeto, credibilidad, confianza y liderazgo. Una falta de coherencia en tus actos te puede llevar a perder el control y la perspectiva, alejándote de tus objetivos. Es como una bola de nieve bajando por una colina, que no para de crecer.

      Aplica esta fórmula. La coherencia se basa en:

      Todo lo que dices = todo lo que haces

      Todo lo que haces es resultado de lo que dices

      Te puedo asegurar que, en ocasiones, no es tan importante lo que dices (las palabras se las lleva el viento) sino que lo que hagas cumpla con lo dicho previamente. Lo que la gente recuerda de nosotros es lo que hacemos. En un aula pasa igual. Debes cumplir lo que dices y, si no es posible, deberás utilizar argumentos de validez para explicar el porqué. (Ver tipos de argumentos en el Capítulo 6).

      ¿Cómo puedes utilizar adecuadamente estas herramientas? Debes aprender a marcarte prioridades y cumplirlas. Discernir lo importante de lo que puede esperar. Y recuerda: «El que mucho abarca poco aprieta». Pero no te confundas: no quiero echar por tierra tu espíritu emprendedor, sino que seas eficaz y resolutivo. Evita dejar las cosas en el aire o incompletas, porque puedes generar desengaño en los demás o, simplemente, porque la gravedad hará su trabajo y las devolverá al suelo, seguramente de una manera que no te guste. Cuando un alumno te dice que ha habido un problema, priorízalo. Si lo dejamos pasar o le decimos «Eso no es nada, daos la mano y ya sois amigos otra vez», habremos perdido una oportunidad perfecta de aprendizaje y además esa bola de nieve que es el conflicto empezará a crecer sin control, generando falta de confianza en lo demás, decepción, poca credibilidad…

      a. Juntos somos y estamos mejor

      ¿De qué te sirve ser un líder positivo si no tienes un grupo que liderar? Habrás visto, en distintas situaciones de tu vida, que hay personas que arrastran al resto, que con dos palabras convencen, atraen y consiguen, por ejemplo, hacer un plan para el fin de semana y... ¡todos y todas lo comparten! Ese sentimiento de unificar y de hacer cosas juntos es el que debe imperar dentro del aula. Es responsabilidad del docente crear ese sentimiento de «querer estar juntos». Descubrirás durante tus prácticas —y después, cuando seas profe titular— que es el grupo el que toma las decisiones, el que decide si aceptar o no a un nuevo compañero… El grupo ya está hecho, porque estos alumnos posiblemente lleven juntos desde los tres años; pero estamos buscando un nivel de mayor implicación entre ellos: que construyan un equipo.

      Puedes buscar referencias bibliográficas y consultarlas para informarte mejor sobre qué son y cómo funcionan los equipos, o quizá en la universidad te hayan hablado sobre el tema. Nosotros vamos a ir directamente a la práctica contándote cómo hacemos entender al alumnado esta idea. No importa la edad que tengan, ya que el factor visual es la clave. Construir un equipo requiere de un proceso y unas fases que se deben ir superando para poder avanzar a la siguiente.

      Imaginate a tu alumnado como piezas de puzle. Cada pieza tiene sus características, habilidades, miedos, talentos y preocupaciones, que la hacen única e irrepetible. Visualiza a tus alumnos y alumnas con una pieza de puzle gigante entre sus manos y buscando dónde encajarla o a quién unirse para hacer más grande el puzle.

      Las fases de creación de un equipo podemos clasificarlas en estas cinco:

      1. ¿Quiénes somos? Esta fase es la del autoconocimiento. El Yo. Mis miedos, talentos, habilidades, pensamientos, gustos...

      2. Creamos puentes. A continuación, Yo comparto mi pieza y conozco las de Ellos o Ellas. Sentamos al alumnado el grupos.

      3. Nos unimos. Aquí se le plantea al alumnado —ayudándose ellos y ayudándoles nosotros con las imágenes— que cada forma diferente de unirse genera distintos resultados. Pueden ser equipos reales o irreales.

      4. ¡Funcionamos! El Yo se convierte en un Nosotros. Se asignan roles o papeles dentro del grupo.

      5. ¡Conseguido! Es la última fase del proceso y en ella el equipo ha conseguido el máximo nivel.

      El proceso de una fase a otra se va marcando mediante carteles en los que figuran el título de la fase, una imagen que la representa, y una frase, idea o pronombre que queremos destacar. Esos carteles se colocan en un lugar visible del aula y, semanal o quincenalmente, cada equipo, a la hora de la asamblea, debe analizar su trabajo semanal y consensuar en qué fase del proceso se encuentra; y si asciende, desciende o se mantiene. Utilizando, por supuesto, argumentos de validez para exponer sus opiniones.

      Ahora, preocúpate de recoger cuanta información te sea posible para asegurarte de conocer si existe ese sentimiento de equipo dentro de tu clase. Plantéale a tu tutor de prácticas actividades o dinámicas para enriquecer este aspecto:

      · Cambiar la distribución del aula en algún momento.

      · Juegos cooperativos en tiempo de patio o dentro del aula.

      · Actividad o juego para el tiempo de tutoría. Empieza siendo tú el ejemplo de ese juego: eres el líder.

      · Una asamblea con el grupo-clase cuyo tema sea «Los miedos». Según la edad del alumnado se usan los niveles apropiados de vocabulario y de conceptos.

      Para


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