Reportajes. Gonzalo Arango

Reportajes - Gonzalo Arango


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nadaísmo es el decimotercero hijo de una familia antioqueña. Se ha desligado completamente de todos sus parientes… “No quisiera molestarlos”, afirma… “Ellos no están de acuerdo con mis ideas”… Nació en Andes, un pueblecito pequeño, y empezó a estudiar abogacía en la Universidad de Antioquia. “Iba en segundo año de Derecho (en 1952), cuando me di cuenta de que la justicia colombiana era letra muerta. Me decepcioné… En esos días había perdido los valores religiosos… y entonces se operó en mí una gran crisis… Empecé a buscar nuevos valores que justificaran mi vida. Ese valor fue el arte. Descubrí una vocación literaria… Nunca pensé en ser escritor”.

      “Yo tuve uso de razón a los veinte años… Antes no había meditado en los valores… Cuando lo hice, los encontré deleznables… No resistían el análisis ni la crítica… Me volví racionalista a través de la cultura… La razón destruye la fe...”. Gonzalo Arango es el resultado natural de las sociedades fanáticas… “Una sociedad necesita equilibrarse produciendo locos… Es el caso de Fernando González… Nosotros somos sus discípulos… Y los herederos de su inconformismo”.

      “LA LITERATURA ES UN OCIO”

      La ocupación de Gonzalo Arango aparte de vivir es escribir, aunque en verdad tratándose de un nadaísta esa no es ocupación alguna. Considerarla como tal sería desconocer la filosofía. Y ya lo dijo Jotamario: “Para nosotros, la literatura no es un oficio sino un ocio”… Y en ese ocio han conquistado posiciones. Hace un año, en el Festival de Cali, las obras nadaístas se llevaron todos los premios. Y Gonzalo Arango anota: “El nadaísmo es la generación de vanguardia más importante de América… La filosofía de la juventud es el nadaísmo… Si no existiera el nadaísmo, no existiría literatura colombiana nueva”.

      Para sacar a Arango de su nadaísmo, para ubicarlo en una órbita diferente, le hacemos preguntas idiotas. Por ejemplo: “Defina el esnobismo”… Después de pensarlo, responde, siempre con su sonrisa burlona, apretando los ojos: “El esnobista es un ser que se asoma al espejo y le di ce a su imagen: hoy sí que estás inteligente”… La definición de burgués se queda entre el tintero… Nos responde con una pregunta: “¿Usted es burguesa?”. (¿Seremos burguesas? No lo sabemos. Le pedimos a Arango que defina la burguesía para saberlo…). Pero él pasa a otro tema, no sin antes advertirnos… “Yo soy un burgués…, pero no sé cómo soy”…

      Los nadaístas, dice Gonzalo Arango, son reacios a militar en ningún partido político, pero el nadaísmo representa una porción revolucionaria en el campo de la literatura que es afín a la revolución política y social. “Nos conservamos al margen de la política para ser más revolucionarios”… Y cuenta una anécdota quizás ya conocida: cuando Alfonso López Michelsen lanzó aquella frase de combate que decía: “Pasajeros de la revolución, subid a bordo”, Arango y sus amigos le pusieron un telegrama que decía: “Nosotros somos pasajeros de la revolución, pero gracias: no viajamos en tercera”.

      “EL PENSAMIENTO ES UNA ENFERMEDAD DE LA VIDA”

      Las cosas que dice el escritor nadaísta nos hacen meditar y nos hacen reír. Realmente, una mente organizada como la nuestra no alcanza a comprender muchas de esas genialidades… o locuras. No nos cabe en la cabeza que la razón de vivir de los nadaístas se reduzca a sensaciones físicas, a vivir la vida irresponsablemente. ¿Actuarán así acaso por cobardía…?

      Gonzalo Arango continúa: “El pensamiento es una enfermedad de la vida... Uno termina por comprender que todo es absurdo, y como los nadaístas amamos la vida en forma frenética, nos atormenta tremendamente la muerte”…

      Y ahora pasemos en serio a la literatura. ¿Qué fue el escándalo con el Premio Esso? Gonzalo Arango, acompañado por un grupo de intelectuales de distintas tendencias, publicó un manifiesto en el que protestaba por el fallo, proferido por distinguidos miembros de la Academia Colombiana. “La Academia tradicional se opone a toda tentativa de renovación”, afirma Gonzalo Arango. “Es una institución conservadora y el arte siempre es revolucionario, cambiando la realidad, superándose a sí mismo. Consideramos peligroso que la literatura esté sometida al yugo de la Academia, que está invadiendo terrenos absolutamente privativos de los escritores, puesto que el escritor puede llegar a ser académico, pero un académico no necesariamente es escritor. Los escritores colombianos nos sentimos ofendidos y humillados con la negativa de la Academia de aceptar los puntos de vista que les pusimos de manifiesto. La Esso piensa que por el hecho de tener la plata puede desconocer los derechos de los escritores. En vista de que se ha negado a aceptar las modificaciones al concurso, haremos una campaña de solidaridad para negarnos a participar en los futuros certámenes del Premio Esso, pues si ellos tienen la plata nosotros tenemos la literatura. Y yo pregunto: entonces, ¿con quién van a hacer el concurso? Todos los escritores del país nos vamos a comprometer a no colaborar, y quien lo haga será considerado por nosotros como traidor y mercenario”… Qué beligerantes, afirmamos… ¿No es absurdo que los mismos beneficiados se echen cuchillo en su propio pescuezo? “Sobre las bases actuales no aceptamos nada”. ¿No habrá posibilidades de acordar entre los interesados las bases? “Ellos se opusieron”.

      EL SOLITARIO SE DESPIDE

      El tiempo se acaba y debemos poner final a esta entrevista. Antes de despedirnos pensamos: ¿Qué estamos haciendo nosotras, católicas, en cierto modo conformistas, conscientes, responsables, escuchando a quien predica la destrucción de todo lo que para nosotras vale? ¿Estamos tratando de encauzarlo por el “buen camino”? ¿Tratamos de aprender su filosofía? Nada de eso… Son gajes del oficio, de este oficio de periodistas que nos lleva a veces a escuchar al ministro, al gerente, al sacerdote, a la señora importante, y otras veces nos coloca ante el discutido nadaísta Gonzalo Arango.

      Con su melena revuelta, vestido con una chaqueta deportiva sobre un suéter de lana que lo aprisiona hasta el cuello, Gonzalo vuelve a sonreír burlonamente. En el ojal de la solapa lleva un clavel chino, que resalta agresivo sobre el tono café de la chaqueta desteñida.

      Son las doce del día y el sol calienta, pero Gonzalo Arango tiene frío… Se levanta el cuello de la chaqueta, tratando de encontrar el calor que no siente… Se va a descansar, justamente cuando los otros hombres despiertan… No duerme de noche porque no puede… Cuando la actividad de la ciudad está a punto, Gonzalo Arango duerme, de espaldas al mundo. Él es un hombre solo con su talento, su inconformismo, su tragedia… Antes de despedirse nos alarga unos papeles en donde nos da su opinión sobre el amor, el matrimonio, la muerte…, y se aleja. No mira el hermoso cielo azul que recortan las montañas. No aspira la brisa fresca que nos azota los cabellos, no ve las plantas, que mezclan sus colores en los surcos del parque… Para él no se hicieron esos pequeños goces. Él no siente la alegría de la naturaleza. Recordando lo que minutos antes nos dijo, nos conformamos mejor con nuestra suerte. Es bueno tener fe, y creer en Dios, y esperar para después una vida… De cara a las montañas, respiramos alegres el aire puro.

      Cromos, n.° 2.498, pp. 16-20. Bogotá, 26 de julio de 1965.

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      Yo no soy literato sino pintor –dijo Fernando Botero cuando íbamos por una calle de Bogotá en dirección a su estudio donde preparaba los cuadros para la exposición que en el mes de mayo abrirá en la Biblioteca Nacional de su más reciente obra realizada en Europa–. Con esta aclaración, Botero quería entrar de lleno en el campo de su predilección: ¡la pintura!

      El


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