El manual de convivencia y la prevención del bullying. José Guillermo Martínez Rojas
aula, sin que haya profundas contradicciones entre lo que un profesor y otro permiten. En últimas, se debe buscar una unidad de criterios ajustada a los principios de la institución educativa y de su intencionalidad formativa.
Una adecuada gestión del aula de clase puede requerir de apoyos externos y de consensos entre los profesores que están en contacto con un determinado curso, puesto que en ocasiones se requiere de la mirada de otros actores que aporten ideas, formulen propuestas y ayuden a construir estrategias de manejo adecuado de los conflictos y problemas de disrupción en las aulas.
Manejo de las rutinas. En una institución educativa, mucho de lo que se hace se conoce con el nombre de rutinas. Estas tienen que ver con los procedimientos, tareas y actividades que se realizan en la vida cotidiana de la organización escolar, tales como el uso de las rutas de transporte, la asistencia a la enfermería, el uso de la cafetería y tienda escolar, los recreos, los cambios de clase, la movilización a aulas especializadas, entre otras.
Habitualmente, todos estos procedimientos y formas de organización de la población estudiantil, sirven de ocasión para que se generen problemas de disrupción, de desorden y, en algunos casos, de conflicto. En este sentido, una adecuada gestión de la convivencia debe diseñar las estrategias del caso para evitar que el manejo de las rutinas institucionales favorezca el deterioro de la convivencia. Para lograrlo se sugieren algunas estrategias orientadoras:
— Crear un breve protocolo de manejo de las rutinas, en el cual se suministre a los profesores unos criterios de manejo de la disciplina y del ambiente, de tal manera que más que caer en una casuística, se den unos parámetros que permitan que los estudiantes sepan distinguir los espacios, los tiempos y la intencionalidad de cada una de las situaciones que hacen parte de las rutinas.
— Empoderar a los profesores para que hagan un manejo adecuado de la disciplina, de tal manera que no dependan de quienes detentan algún nivel de autoridad, sino que los posibles problemas se resuelvan cuando se presenten, por parte de quien está en ese momento con los estudiantes.
— Los criterios y procedimientos que se establezcan para el manejo adecuado de las rutinas deben ser consistentes con los principios y criterios que la institución haya definido como fundamentales para el manejo de la disciplina.
— Dar razones y argumentos de los criterios y normas que han de seguir los estudiantes en las rutinas, de tal manera que estos encuentren el sentido de ellas y no las tomen como caprichos o arbitrariedades de la institución.
Participación de los estudiantes en la toma de decisiones de convivencia. Permitir que los estudiantes participen en la toma de decisiones que están directamente relacionadas con la convivencia es una de las propuestas más novedosas y complejas cuando de gestión de la convivencia se trata. Efectivamente, esta es una apuesta que pocas instituciones educativas se atreven a hacer, pues como ya se ha afirmado, las instituciones tienden a ser más autoritarias que participativas.
Si se tiene en cuenta lo propuesto por Kohlberg sobre la “comunidad escolar justa”, esta estrategia es de capital importancia cuando se busca generar procesos de formación en autonomía moral. En la práctica se trata de generar asambleas de estudiantes en las cuales se debatan las sanciones que se imponen a los estudiantes por las faltas que estos cometen. También se las emplea para modificar las normas de convivencia.
Realizar adecuadamente este tipo de acciones contribuirá de manera significativa a empoderar a los estudiantes, a compartir con ellos el poder y a devolverles la responsabilidad sobre la gestión de la institución educativa en lo que a ellos les compete. Por supuesto que implementar esta estrategia demanda preparación y trabajo por parte de los docentes y los directivos, pero los resultados que se logren compensará el trabajo realizado.
Una razón para validar esta estrategia de gestión de la convivencia, es que la escuela no es un sitio donde únicamente se va a aprender contenidos de manera teórica, sino que allí se da un proceso de socialización y de formación política muy importante, y que en algunos momentos esta meta supera las preocupaciones por el aprendizaje de conceptos teóricos, dado que ella realmente prepara para el futuro y para la vida, en tanto se ocupa de la formación ciudadana de las personas.
Para la implementación de esta estrategia se recomienda revisar lo atinente a la conformación y funcionamiento de la “comunidad escolar justa”, que se aborda en este documento en otro apartado.
Resolución pacífica de los conflictos. Una de las situaciones que más comúnmente se presenta en una institución educativa son los conflictos, los que se suceden por factores de diversa índole entre los estudiantes y los profesores, los profesores y los padres de familia, los estudiantes con otros estudiantes, o los estudiantes con el personal directivo y administrativo, entre otros.
Normalmente los conflictos surgen porque se presentan desavenencias, divergencias o diferentes puntos de vista entre unos y otros. Frente a ellos, es preciso afrontarlos para que se puedan resolver de la manera más racional y pacífica posible. Una adecuada gestión de la convivencia en una institución educativa es la que sabe que el conflicto existe y forma parte de la vida escolar y de las interacciones entre los seres humanos, de ahí que propone criterios y formas de resolución de estos que busquen la conciliación, la reconciliación o la negociación entre posturas contrarias, la ganancia de todas las partes en conflicto, la salida negociada y apelando a ideas razonables más que a la imposición del más fuerte, entre otras cosas.
Para lograr la adecuada resolución pacífica de los conflictos es preciso que en la institución, al menos, se den los siguientes pasos: a) que se reconozca el conflicto como parte integrante de la vida escolar; b) que se capacite a todo el personal directivo, administrativo y de profesores en el manejo adecuado de estos; c) que se establezcan criterios y procedimientos de resolución de los mismos, de tal manera que, en la medida de lo posible, se pueda “echar mano” de un mediador que ayude a la superación de las posiciones encontradas o divergentes; d) que se apele siempre al uso de las buenas razones como el camino más idóneo para su resolución; e) que no se permita que los conflictos escalen; y f) que todos los miembros de la comunidad educativa siempre busquen su resolución en la misma dirección.
Es probable que este aspecto sea uno de los elementos de la gestión de la convivencia que más tiempo, energía, recursos y estrategias consume, pues mucho de lo que se debe atender en una institución educativa, cuando de convivencia se trata, tiene que ver con la resolución de los conflictos. Por esta razón, es preciso que se plantee una adecuada estrategia de trabajo para afrontar la resolución de los conflictos de modo que contribuya a la formación de los estudiantes en habilidades sociales que posteriormente, en su vida adulta, les permita ser ciudadanos que frente a cualquier conflicto tienen herramientas, habilidades y competencias para su resolución pacífica.
Manejo del tiempo libre. Si bien una institución educativa tiene muchas actividades debidamente programadas y organizadas con una intencionalidad formativa, de todas maneras hay espacios como los descansos, que son de “tiempo libre” para los estudiantes, en los cuales habitualmente ellos practican deportes, organizan juegos y socializan. Estos espacios de tiempo libre de los estudiantes deben ser organizados de la mejor manera para que sean espacios de crecimiento y de maduración. No se trata de planificar dichos espacios para coartar su espontaneidad o intimidad, sino de propiciar que sean de crecimiento y formación porque se favorecen interacciones, práctica de los deportes, desarrollo de actividades lúdicas, uso productivo del tiempo y todo lo que es propio de ellos, según su nivel de desarrollo psicológico y emocional, así como su edad.
En este sentido, una adecuada gestión de la convivencia se debe ocupar de estos tiempos y espacios para ayudar a los estudiantes en su manejo. Esto contribuirá de manera significativa a sus procesos de formación, por cuanto se favorece el uso responsable del tiempo y el disfrute sano de los espacios recreativos, y especialmente los procesos de crecimiento en la autonomía y el uso responsable de la libertad. Desde una adecuada gestión de la convivencia se puede apoyar este proceso de manejo del tiempo libre por parte de los estudiantes.
Conformación de las instancias de participación democrática. Otra de las estrategias de formación y manejo de la convivencia es la conformación de las diversas instancias de participación