El manual de convivencia y la prevención del bullying. José Guillermo Martínez Rojas

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es muy importante. Debe analizar y conocer cada uno de los momentos y tener en cuenta:

      — Los problemas o las cuestiones que generan conflicto y que se refieren a dimensiones del ambiente físico o social.

      — Las estrategias, que incluyen las tácticas físicas o verbales, que pueden ser tanto agresivas como no agresivas.

      — Los resultados, que pueden ser situaciones no resueltas, soluciones impuestas por los adultos, o la sumisión de un estudiante a otro.

      — El establecimiento de pautas de conducta adecuadas como la enseñanza de las competencias sociales y habilidades de relaciones interpersonales implica que los estudiantes adquieran las siguientes competencias:

      — Entender y reconocer las emociones propias y las de los demás.

      — Ser capaz de percibir y analizar cualquier situación para suscitar las respuestas correctas, tanto en función de la situación particular, como de las consecuencias.

      — Habituarse a predecir las consecuencias de las acciones propias, especialmente las que implican una forma de violencia (manifiesta o latente).

      — Mantener la tranquilidad para pensar antes de actuar con el fin de reducir el estrés y la depresión, de remplazar el uso de la violencia por conductas positivas.

      — Entender y utilizar los procesos de grupo, comportarse de manera cooperativa y resolver eficazmente los conflictos sociales.

      — Seleccionar modelos de gestión positivos y orientadores, así como relaciones beneficiosas con los compañeros.

      — El docente debe poder crear sistemas de autorregulación para responder a la violencia. Cuando se consigue implantar un sistema de comportamiento en el que las personas ejercen autorregulación se crea un ambiente de confianza y equidad (Castro Posada, J. y Dos Santos Pires, J., 2001).

      La forma de ser del profesor debe caracterizarse como la de un “profesor positivo” que espera que sus estudiantes consigan altos objetivos, proporciona oportunidades significativas para la participación y reconoce las conductas positivas de sus estudiantes. Un profesor positivo es capaz de mostrar las siguientes actitudes:

      — Comprende y acepta las razones por las que cada estudiante se comporta como lo hace.

      — Se muestra como orientador, como persona dispuesta a ayudar, más que como alguien que tiene la autoridad para determinar lo que está bien o mal.

      — Establece los límites de la libertad de la persona.

      — Promueve la descentración de los estudiantes para adoptar la perspectiva del otro.

      — Sugiere soluciones alternativas y permite que sean los estudiantes quienes las indiquen.

      — Promueve la vivencia de la “espera” desde el punto de vista cognitivo, emocional y conductual.

      — Es siempre positivo ante los estudiantes y comunica confianza.

      — Muestra su experiencia ante situaciones difíciles y problemas.

      — Reconoce los derechos de los estudiantes.

      — Evita las acusaciones.

      — Cuando debe decir que no, ofrece alternativas.

      — Promueve el paso del heterocontrol al autocontrol.

      — Permite que los estudiantes expresen las emociones e incluso les ayuda a expresarlas.

      — Fomenta en el aula un clima emocional que facilita la resolución de los conflictos de manera adaptativa y no traumática.

      — No solo es claro y explícito en los mensajes, sino que muestra firmeza y decisión cuando se enuncian mensajes.

      — Promueve en los estudiantes la búsqueda y el descubrimiento, y no la mera aceptación acrítica y pasiva de lo que dice el profesor.

      La forma de actuar de los estudiantes. La forma de ser y actuar de los estudiantes apunta hacia las dos finalidades de la educación: educación de la competencia, es decir, la educación en el éxito y la capacidad para resolver problemas, y la educación del carácter, o sea, la educación en la calidad de vida (Castro Posada, J. y Dos Santos Pires, J., 2001).

      En cuanto a la forma de ser y actuar de los estudiantes se busca promover y desarrollar su capacidad de resolver problemas y razonar, mostrando una variedad de opciones para la solución de los conflictos, desarrollar la capacidad propositiva, la interdependencia y el poder (control) sobre sus vidas, lo cual les permite evitar el uso de medios violentos y más bien reconocer la diversidad y fortalecer las habilidades prosociales como la cooperación.

      Además de lo señalado, la forma de actuar de los estudiantes debe apuntar a la estimulación de la comunicación interpersonal, la creación de un ambiente de éxito y optimismo, y el desarrollo de la inteligencia emocional, la empatía y el sentido del humor.

      El planteamiento y la actitud institucional. Las instituciones deben reconocer la presencia del currículo oculto en la formación de los profesores, institucionalizando la capacitación y orientación de los docentes en temas centrales como el autocontrol emocional, los sentimientos y los comportamientos prosociales, sobre los cuales los docentes deben trabajar con sus estudiantes, en ocasiones, sin una clara preparación en el tema. Por esta razón es importante hablar de la tolerancia y convivencia de los estudiantes en sus vidas, luego de alfabetizar a los docentes en estos temas.

      En la gestión de la convivencia es necesario que se presenten rápidamente aquellas estructuras, instancias y procedimientos que se deben implementar adecuadamente para lograr un excelente manejo de la convivencia escolar. A este respecto, se puede afirmar:

      Las estructuras e instancias para el manejo de la convivencia

      A continuación se proponen unas estructuras que se podrían implementar en una institución educativa interesada en construir un gobierno democrático, pero además, que permitirían una adecuada gestión de la convivencia.

      Existe un criterio fundamental para lograr una apropiada gestión de la convivencia, que se debe tener presente:

      La gestión de la convivencia depende fundamentalmente del perfil de los profesores que conforman el equipo de formación, quienes se deben destacar, entre otras cosas, por su calidad humana, enfoque democrático en la construcción de las normas, total disponibilidad para acompañar a los estudiantes, real y efectiva preocupación por establecer relaciones con los estudiantes fundadas en el respeto, comprensión, gran capacidad de escucha y verdadera vocación de servicio a la educación.

      Si este criterio fundamental permea toda la institución, las instancias serán superfluas, puesto que probablemente todo se resolverá en los niveles más básicos, no hay comportamientos disruptivos graves, ni en aula de clase ni el escenario de la institución educativa, y con seguridad los conflictos y los problemas no escalarán.

      Profesores. La primera y más básica instancia de la estructura convivencial de una institución educativa son los profesores. Tal como se dijo anteriormente, si se cumple el criterio fundamental dado, se resolverán muchos de los problemas y conflictos que a diario se presentan en ella. Los profesores deben encarnar los valores y principios propios de la intencionalidad formativa de la institución en su diario proceder, de tal manera que con ellos se resuelvan los conflictos, se manejen los comportamientos disruptivos de los estudiantes, se prevenga la comisión de faltas y se logre generar un ambiente saludable emocional y formativo.

      Para el logro de esta perspectiva es preciso que se seleccionen profesores que cumplan con el perfil que se quiere, que tengan las condiciones humanas necesarias para desarrollar las habilidades y competencias definidas en el criterio fundamental. Es preciso que también se adelanten procesos de capacitación, de formación y acompañamiento de los profesores, que les ayude a formarse


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