El manual de convivencia y la prevención del bullying. José Guillermo Martínez Rojas
esta perspectiva, se hacen remedos de participación o se conforman las instancias, pero, no se les permite el cumplimiento de sus funciones o nunca se las reúne, ni siquiera para el cumplimiento básico que la ley pide.
Esta forma de proceder, más cercana a una concepción feudal de la institución que a la conformación democrática de las instancias de gobierno de cualquier organización, dista mucho de las actuales tendencias, que apuestan por la construcción de sociedades plurales, donde la democracia y la participación son las formas más idóneas de construir lo que se conoce como la sociedad civil, donde la participación ciudadana es posible.
Las instituciones educativas se hallan muy lejos de lo que sería construir la ciudadanía y permitir la verdadera participación democrática. Existe temor en los directivos y dueños de instituciones educativas de compartir el poder y de formar ciudadanos en la participación, porque se cree que permitiéndolo se perderá la esencia de lo que se quiere en la intencionalidad formativa o que estas instancias terminarán afectando el manejo económico y financiero de la institución educativa. Sin embargo, dicha manera de proceder y de pensar desconoce abiertamente los criterios definidos por los Estados modernos, pues no hay ninguna norma, función o tarea que tenga que ver con el manejo de los recursos económicos de las instituciones educativas de particulares que las instancias de participación definan. En el caso de las instituciones educativas estatales, ello le compete a los organismos definidos para tal fin, y en las privadas, solo a los propietarios de la institución educativa.
Al proceder de esta manera se deja de lado lo verdaderamente importante, que es la formación de los estudiantes en un concepto de país y de participación democrática, que les permita irse integrando positivamente a la sociedad civil con el conocimiento, manejo y cuidado tanto de sus derechos, como de sus deberes ciudadanos.
Para complementar una adecuada gestión de la convivencia se recomienda revisar los trabajos de Juan Carlos Torrego3, quien propone un modelo integrado en la gestión de la convivencia, donde se combinan el modelo punitivo con el relacional para el manejo de la convivencia en uno que ha denominado el integrado, porque recoge los aciertos de los dos y propone una estrategia de mejora que bien vale la pena tener en cuenta.
1 Sobre la gestión de la convivencia en el aula de clase se recomienda el trabajo de Marzano y Pickering. En su propuesta curricular de dimensiones del aprendizaje, en concreto, en la primera dimensión —actitudes y percepciones— abordan de manera completa y práctica cómo se debe gestionar adecuadamente un aula de clase para que la convivencia sea posible. Este trabajo se puede consultar en Marzano, Robert y Pickering, Debra (2005), Dimensiones del aprendizaje – Manual para el maestro, 2.a edición, Guadalajara, México: Iteso.
2 En el Anexo 3 de este documento se propone un instrumento que se puede emplear para realizar un diagnóstico inicial del estado de la convivencia en una institución educativa, y que cumple con lo sugerido aquí. Si se quiere usar dicho instrumento para realizar el diagnóstico se puede contactar con [email protected], donde se dispone de un aplicativo que permite la tabulación de este y la producción de los reportes del caso, desagregados por género, curso, grado y sección.
3 Cfr. Torrego, Juan Carlos (coord.), (2006), Modelo integrado de mejora de la convivencia. Estrategias de mediación y tratamiento de conflictos, Barcelona, España: Graó
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