La naturaleza de las falacias. Luis Vega-Reñón

La naturaleza de las falacias - Luis Vega-Reñón


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fabulista Esopo. Siendo niño, era tartamudo y tenía serías dificultades para expresarse oralmente. Estaba, junto con otros siervos jóvenes, al servicio de un agricultor que poseía una frondosa y fértil higuera. Un buen día, la higuera amaneció limpia de higos. El dueño preguntó quién había sido el ladrón comilón y los compañeros de Esopo, que se habían atracado de higos la noche anterior y conocían su defecto, no dudaron en señalarle con el dedo: “Él ha sido”. Esopo negaba con la cabeza, pero enrojecía de impotencia al no poder defenderse: no le salían las palabras. Al fin se le ocurrió pedir por señas que todos los siervos, él mismo incluido, bebieran una especie de leche agria que provocaba vómitos. Cuando todos vomitaron, los restos de higos denunciaron a los granujas, de modo que Esopo se vio libre de la imputación al mostrar su inocencia. Entendido así el recurso gestual de Esopo, ¿no tuvo valor argumentativo? ¿No fue una defensa convincente y efectiva?

       En relación con el caso de la argumentación fílmica, puede verse Jesús Alcolea (2009), “Visual arguments in film”, Argumentation, 23/2: 259-275.

      11 La figura apareció en L’Illustration en febrero de 1909, con el rótulo: “El hombre de La Chapelle-aux-Saints: una reconstrucción exacta del hombre de las cavernas prehistórico cuyo cráneo fue hallado en el Departamento de Corrèze”. Fue reproducida en Illustrated London News el 27 de febrero de 1909, pp. 312-3, bajo el título: “Un ancestro: el hombre de hace veinte mil años”. Para más detalles, puede verse Cameron Shelley (1996).

      12 Se publicó en Illustrated London News el 27 de mayo de 1911, p. 779.

      13 Recuerdo que al hablar de “argumentación visual” en este caso no me he referido a una argumentación visual monomodal, solo gráfica —aunque podría haberla como puede haber argumentos únicamente lingüísticos—, sino a una argumentación visual polimodal, en la que pueden concurrir soportes y medios discursivos de diversos tipos (sin ir más lejos, visuales y lingüísticos o incluso gestuales en el ejemplo anterior de Esopo, vid. supra, nota 11).

      14 Pueden verse otras muestras de esta campaña publicitaria de Reynolds, y detalles sobre su contexto, en Frans H. van Eemeren, Rob Grootendorst, Sally Jackson y Scott Jacobs (1997), “Argumentación”, recogido en T. A. van Dijk, comp. El discurso como estructura y proceso, Barcelona: Gedisa, 2008 3ª reimp., pp. 320-328. El propósito de salvar la cara o de presentar una buena imagen de la compañía ha sido especialmente destacado por E. Gamer (2000), “Comments in ‘Rhetorical Analysis within a Pragma-Dialectical Framework’”, Argumentation, 14: 307-314.

      15 El anuncio es una espléndida muestra de la moderna tendencia publicitaria que trata de “vender” una buena imagen social o incluso ética de la marca, antes que, o incluso al margen de, la venta de sus productos.

      16 “Sinister interests” es una expresión consagrada del estudio de las falacias políticas emprendido por The Book of Fallacies de Jeremy Bentham (1824, edic. de O. Bingham); véase infra Parte II, texto 6.

      17 Recordemos la observación de John Stuart Mill (1859, 1869): «Permítaseme que haga una observación: lo que yo considero presunción de infalibilidad no consiste en sentirse seguro de una doctrina, sea cual sea, sino en la posibilidad de decidir en nombre de otros acerca de una cuestión, sin escuchar lo que pueda alegarse en contra», Sobre la libertad, Madrid: Edaf, 2004, cap. II, p. 78.

      18 Procedía de una famosa alocución radiofónica del general De Gaulle: «Quoi qu’il arrive, la flamme de la résistence française ne doit pas s’éteindre et ne s’éteindra pas» (18 de junio, 1940).

      19 Puede verse la presentación comprensiva de Douglas Walton, Chris Reed y Fabrizio Macagno (2008) Argumentation schemes. Cambridge. Cambridge University Press.

      20 Baltasar Gracián (1647), Oráculo manual y arte de prudencia, aforismo 25. En la edición a cargo de L. Sánchez Laílla, Obras completas, Madrid: Espasa Calpe, 2001, p. 212.

      Capítulo 2

      Una brújula para orientarnos por el terreno

      «El término ‘falacia’ no es un término preciso. Una razón es su ambigüedad. Puede referirse a: (a) un tipo de error en un argumento, o (b) un tipo de error en el razonamiento (incluyendo argumentos, definiciones, explicaciones y otras cosas por el estilo), o (c) una creencia falsa, o (d) la causa de cualquiera de los errores anteriores, incluidas las que comúnmente se conocen como “técnicas retóricas”».

      Bradley Dowden, “Fallacies”,

      Internet Encyclopedia of Philosophy < http://www.ip.utm.edu >-

      Por desgracia, nuestros problemas de orientación con la fauna de las falacias no se limitan a los provocados por la presencia de remedos y de muestras artificiales o disecadas en su hábitat discursivo, y por el riesgo de que se confundan con ejemplares vivos o —digamos— “naturales” hasta suplantarlos en las “granjas” escolares. También tienen que ver con nuestros propios modos de discriminar y designar toda suerte de ejemplares y, en general, con la denominación misma de falacia, como ya hemos tenido ocasión de observar en el capítulo anterior y Dowden declara en el texto arriba citado. Más aún, el propio texto de Dowden sigue siendo vago o impreciso en otros sentidos, por ejemplo, en el de no recoger expresamente un aspecto y una dimensión determinantes del carácter falaz del tipo de error que aquí nos importa: no se trata solo de un fallo, un defecto o una equivocación de carácter discursivo o cognitivo; consiste además en un proceder incorrecto o ilegítimo y por lo tanto envuelve una dimensión normativa. Pues bien, con miras a procurarnos una especie de brújula conceptual para orientarnos por este terreno, podemos partir de las nociones siguientes.

      1. A QUÉ LLAMAMOS ARGUMENTACIÓN FALAZ


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