La princesa de papel. Erin Watt

La princesa de papel - Erin Watt


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siquiera sé cómo responder a eso.

      Acudimos a un centro comercial al aire libre donde hay pequeñas tiendas con ropa diminuta y etiquetas enormes. Cuando no puedo decidirme a comprar nada (¿mil quinientos dólares por un par de zapatos? ¿Están hechos de oro de verdad?), Brooke toma las riendas y le da artículos y artículos de ropa a la dependienta.

      Hay tantas cajas y bolsas que temo que Durand deba cambiar el coche por un camión de mudanzas. Estoy exhausta después de visitar la décima tienda y supongo que Brooke se siente igual cuando la oigo suspirar.

      —Voy a sentarme aquí y comer un tentempié mientras tú terminas.

      Se sienta en una silla de terciopelo y hace una señal a una dependientam que se acerca de inmediato.

      —¿Qué le traigo, señorita Davidson?

      —Un mimosa. —Agita la mano con la que sujeta la tarjeta que ha usado hasta ahora. Me sorprende que no se haya derretido—. Ve y compra. Callum se sentirá decepcionado si no vuelves a casa con el maletero lleno de bolsas. Me ha dicho específicamente que necesitas de todo.

      —Pero… yo… —Me siento completamente incómoda. Déjame suelta por Walmart o incluso Gap y me irá bien. ¿Pero aquí? Ninguna de estas prendas parece que deba ser usada. Aun así, Brooke ha terminado de hablar conmigo. Ella y la dependienta conversan animadamente sobre qué marcará más tendencia en otoño: la franela gris o el tweed gris.

      Cojo la tarjeta a regañadientes, que es más pesada que las que he tocado hasta ahora. Me pregunto si hay otra dentro y por eso Brooke ha comprado media tienda sin que se haya quemado. Me marcho y compro algunas cosas más; tiemblo al ver el precio y me siento aliviada de verdad cuando aparece Durand para llevarnos de vuelta al castillo de los Royal.

      De camino a casa, Brooke parlotea y me ofrece consejos sobre cómo conjuntar algunas de mis adquisiciones para crear el modelito de diseñador perfecto. Algunas de sus sugerencias me hacen reír, y me sorprende darme cuenta de que hoy no lo he pasado tan mal con Brooke. Claro que se entusiasma demasiado y es un poco exagerada, pero quizá fui injusta cuando cuestioné el gusto de Callum por las mujeres. Al menos, Brooke entretiene.

      —Gracias por el viaje, Durand —digo cuando nos detenemos frente a la puerta de la mansión. Él aparca el coche aquí mismo en lugar de dirigirse a un lateral como hizo ayer, cuando llegamos de Kirkwood.

      Durand ayuda a Brooke a salir del coche y a subir las escaleras. Yo los sigo como si fuese la extra, tal y como denominó Savannah a Brooke.

      —Ahora recojo las bolsas —me avisa, con la cabeza girada hacia atrás.

      Todo eso me hace sentir incómoda e inútil. Debería buscar trabajo. Si tuviese mi propio dinero y algunos amigos de verdad, puede que volviera a sentirme normal.

      Cuando soñaba sobre mi futuro, no incluía limusinas, mansiones, chicas bordes ni ropa de diseñador. El péndulo de mi vida se ha balanceado demasiado en la dirección contraria.

      Callum espera en el recibidor mientras Durand trae mis bolsas, y Brooke y yo lo seguimos.

      —Gracias por la ayuda —le dice Callum a su conductor.

      —¡Querido! —Brooke cobra vida cuando escucha la voz de Callum y se lanza a sus brazos—. ¡Lo hemos pasado tan bien!

      Callum asiente en señal de aprobación.

      —Me alegro. —Me mira—. Gideon está en casa. Quiero que lo conozcas… sin distracciones. Después, ¿te apetece comer algo?

      —¿Gideon? —A Brooke se le iluminan los ojos—. Hace demasiado tiempo que no veo a ese chico encantador. —Se pone de puntillas y da un beso a Callum en la mejilla—. Tus planes para comer suenan fabulosos. Tengo muchas ganas.

      La voz ronca con la que lo dice casi hace que me sonroje. Callum tose, incómodo.

      —Vamos, Ella. Quiero que conozcas a mi hijo mayor —dice, lleno de orgullo, y lo sigo con curiosidad a la parte trasera de la casa, donde una preciosa piscina de azulejos blancos y azules decora un césped perfectamente cuidado.

      Dentro de la piscina, hay una flecha humana que se desliza por el agua a brazadas limpias y firmes. Brooke suspira a mi lado. O quizá es un gemido. Tiene sentido que haya emitido cualquiera de esos sonidos porque, incluso dentro del agua, se aprecian los músculos marcados del mayor de los Royal. Y si es como el resto de sus hermanos, fuera del agua su físico será igual de increíble.

      Supongo que entiendo por qué se ha alegrado Brooke al escuchar su nombre, pero es un poco extraño, ya que ella es la novia de su padre. Decido que los adultos son complicados. Juzgar sus relaciones no es asunto mío.

      Dos largos después, Gideon se detiene y se impulsa fuera de la piscina. Con su bañador Speedo es fácil ver que el tipo no tiene problemas de encogimiento.

      —Papá. —Se pasa una toalla por la cara y se la coloca en el cuello. No parece preocuparse o darse cuenta de que está empapando el suelo.

      —Gideon, esta es Ella Harper, la hija de Steve.

      El mayor de los Royal me mira fijamente.

      —Así que la has encontrado.

      —Así es.

      Hablan de mí como si fuese un cachorro perdido.

      Callum posa la mano en mi hombro y me empuja hacia delante.

      —Encantada de conocerte, Gideon. —Me limpio la mano en los vaqueros y después la extiendo.

      —Igualmente. —Él la estrecha y, a pesar de la frialdad de su voz, me parece más amable que cualquiera de los que viven en esta casa, sin contar a su padre—. Tengo que hacer algunas llamadas. —Se vuelve hacia su padre—. Pero necesito ducharme primero. Os veré más tarde.

      Pasa por delante de nosotros. Cuando me giro para verlo marchar, observo la cara de Brooke y me sorprende el deseo que veo reflejado en ella. Su mirada está llena de lujuria, como cuando mi madre veía algo extravagante que quería pero no podía tener.

      Callum parece no darse cuenta. Fija su atención en mí, pero yo no puedo dejar de pensar en la cara de Brooke. El hijo de Callum la atrae. ¿Soy la única que lo ve?

       Para, Ella. No es asunto tuyo.

      —¿Qué te parece si comemos ahora? —sugiere Callum—. Hay una pequeña cafetería que está genial a cinco minutos de aquí. Tienen productos locales. Muy frescos y ligeros.

      —Claro. —Estoy preparada para escapar.

      —Yo también voy —añade Brooke.

      —De hecho, Brooke, si no te importa me gustaría quedarme a solas con Ella. —Su tono denota que no le importa si le parece bien el plan porque va a ser lo que él diga.

      Capítulo 8

      El almuerzo con Callum es sorprendentemente agradable. Me cuenta más cosas de Steve a pesar de que no hago preguntas, pero confiesa que hablar de Steve lo alivia. Admite que no siempre estaba disponible para ayudar a su mujer y sus hijos, pero que dejaba todo cuando Steve le necesitaba. Por lo visto, el lazo de las fuerzas especiales del ejército de los Estados Unidos es inquebrantable.

      No se ríe de mí cuando le pregunto si se hicieron amigos cuando estaban en el ejército, pero parece reprimir una sonrisa cuando me explica que el entrenamiento básico de demolición submarina es un programa de entrenamiento de la marina. Para cuando terminamos de comer conozco un poco más al cabeza de los Royal; es leal, decidido y no cuenta con el control total de su propia vida. No tocamos el tema de sus hijos, pero me tenso cuando la verja se abre.

      —Cambiarán de opinión —me anima Callum.

      Nos encontramos a los chicos apiñados en una gran habitación al final del ala derecha de la casa. Callum la llama el salón de juegos. A pesar de sus paredes negras, el lugar es enorme,


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