Bruja. Lisa Lister
aventura, búsqueda de por vida para volver a conectar una y otra vez con tu conocimiento olvidado.
Te invito a que empieces a reconectarte aquí con ese conocimiento olvidado.
LA BRUJA
En todas y cada una de las mujeres hay una criatura.
Es salvaje y es un reflejo de la naturaleza.
Es una fuerza poderosa.
Es una fuente de poder.
Es apasionada, creativa, profundamente intuitiva y su conocimiento es más viejo que el tiempo mismo.
¿Y el nombre de esa criatura?
La bruja.
A menudo se la representa como una mujer fea y aterradora que hace cosas malas, pero esa NO es la verdad.
A menudo se la ve como alguien que lanza hechizos, una tejedora de artes oscuras que crea maleficios y maldiciones. Y, mmm..., esto es verdad solo A VECES.
Sin embargo, casi nunca se ve a la bruja como una mujer sabia, una fuente de poder y una fuerza de la naturaleza.
A pesar de que esta sea la AUTÉNTICA verdad.
Olvida todo lo que alguna vez te dijeron sobre las brujas.
Olvídate de las imágenes de lo oscuro, de la vieja arpía o de lo prohibido. Olvídate de las tres brujas de Macbeth, la obra de Shakespeare. Olvídate de las velas negras, los palos de escoba, el veneno, los conjuros malvados, Satanás y los calderos, y deja que en su lugar te cuente una historia diferente.
Es una historia en la que ya no temes la palabra bruja.
Una historia en la que descubres que el miedo que has sentido era parte de un plan patriarcal de más de tres mil años de antigüedad para mantenerte alejada de tu poder femenino innato.
Una historia en la que te invitan a reivindicar la palabra bruja.
A poseerla.
Completamente.
Y lo que es más importante, estás invitada a poseer el poder que va ligado a esa palabra
¿QUÉ ES UNA BRUJA?
Una bruja es una mujer sin arrepentimiento.
Su alquimia transforma las experiencias y las emociones.
Es una mujer con poder, voluntad y soberanía... y las ejerce con SUS condiciones.
Ella crea y manifiesta.
Ella es su propia fuente.
Entra en libre comunión con la Madre Naturaleza, el Espíritu, Dios, la Diosa (escoge tu propia denominación) sin necesidad de intermediarios.
Ser una bruja es ser una mujer dueña de su poder.
Es ser alguien que confía en su autoridad interna, y no busca fuera de sí misma la validación o la aprobación. Es ser alguien que usa su propia magia personal para navegar y negociar en el entorno en el que se encuentra en ese momento.
La llamada
Ya he nombrado la llamada en este capítulo. Es ese poderoso impulso que sientes, esa invitación que se parece tanto a una orden de algo más grande que tú en lo profundo de tu propio corazón.
La llamada puede adoptar diferentes formas en diferentes mujeres. Para ti, podría ser así:
La necesidad de leer TODOS los libros sobre hechicería.
La necesidad de luchar por los derechos de las ballenas.
La necesidad de luchar por la Madre Tierra o alguna otra causa digna con la que te identifiques.
O puede que no tenga ninguna forma en absoluto, que sea solo una sensación realmente incómoda.
Aun así, la bruja ha estado bajo tierra durante mucho tiempo. Por eso es probable que la llamada que estás sintiendo sea dolorosa. No es sorprendente: se te está pidiendo que navegues por territorios inexplorados de tu vida y que despiertes y cultives deliberadamente a la bruja que hay dentro de ti para que pueda alcanzar su máximo potencial.
Déjame ser superclara: no necesitas ser una gardneriana o una pagana para ser una bruja.
De hecho, ni siquiera necesitas saber qué significa ninguna de estas palabras. Todo lo que necesitas es la profunda sensación de saber quién eres debajo de todo el ruido, las etiquetas y los mensajes sociales.
Por eso tus raíces, y las prácticas y tradiciones que las acompañan, son el mejor lugar para comenzar a despertar a la bruja que hay en ti.
Yo soy una gitana, una yoguini y una chamana, así que, ya sabes... Básicamente, soy una bruja gitana. Mi linaje materno es de nómadas irlandeses y mi línea paterna es gitana.
Mis dos abuelas usaron hierbas, tés, infusiones, aceites y pociones para manifestar, sanar y crear buena suerte para nuestras familias y para las de nuestra comunidad.
Las dos tenían dotes de adivinación y podían predecir el nacimiento y el sexo de los bebés en sus sueños, o mediante el conocimiento intuitivo, las cartas del tarot y la adivinación. También predecían dramas familiares que aún tenían que ocurrir y sabían cuándo la escasez financiera era inminente (en ese momento, enviaban a mis tíos a buscar un empleo extra).
Sin embargo, mi abuela gitana tenía un lado oscuro. En su comunidad se la conocía por su habilidad para lanzar maldiciones (algunos exnovios míos dicen que yo también la tengo). No voy a confirmarlo ni a negarlo (¡ejem!). Y aunque la imagen de los gitanos evoca escenarios superrománticos de bonitos vagones pintados, pañuelos y pendientes de aro, la realidad de la vida gitana es... Bueno, no es eso, desde luego.
Cuando contamos las historias de las brujas que han vivido antes que nosotras, a menudo tenemos que hablar de su persecución. Volvemos la mirada a la historia y hablamos de los juicios de brujas en Europa y en Estados Unidos (puedes leer más sobre esto aquí).
Pero tanto para los gitanos como para los nómadas, la persecución sigue siendo una experiencia muy real de todos los días. Mi abuela gitana, que llevaba todas sus riquezas encima, alrededor del cuello y en las orejas, me decía una y otra vez: «¡No confíes en ellos! Nunca confíes ellos, ¿me oyes?».
La persecución y la desconfianza eran reales, y lo siguen siendo.
Por eso estoy segura de que mis dos abuelas estarían furiosas conmigo por escribir este libro.
Por compartir nuestros secretos y por decir que soy una bruja.
¿Y mi madre?
Bueno, ella se volvería loca de remate.
Verás, mi madre era una vidente y una soñadora. Tenía visiones, presentimientos y revelaciones en sueños. (Descubrí esto en los últimos meses de su vida, cuando me dio el diario de sus sueños, que estaba lleno de símbolos y signos. Para descifrarlos voy a necesitar el resto de mi vida).
Sin embargo, ella optó por rechazar su don y su conexión de bruja gitana durante la mayor parte de su vida porque tenía miedo a ser señalada, y ese miedo nunca la abandonó.
La verdad es que mi madre vivía con miedo a casi todo.
Temía a la oscuridad, a volar, a conducir, a las arañas y a la gente con poder. Temía a la vida misma la mayoría de los días, y su vida se volvió pequeña e insatisfactoria por eso.
Cuando decidí volver a iniciarme como bruja sumergiéndome en el pozo de White Spring en Glastonbury (puedes leer sobre esto aquí), la aterrorizaba que yo se lo contara a la gente.
Que dijera en voz alta: «Soy una bruja».
Que sus amigas lo descubrieran.