Dulce tortura. Elena López

Dulce tortura - Elena López


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a un lado los conflictos y el choque de carácter que teníamos.

      Solté mi cabello y maquillé un poco la marca para que no se notara demasiado. Luego tomé mi mochila y salí de casa sin desayunar.

      De nuevo caminé hacia el colegio, sintiendo aquello como un espacio de tranquilidad y paz, aunque mi cabeza fuera un caos, ya que traía a ella lo sucedido hacía unas horas. Tenía una enorme curiosidad por saber lo que había sucedido con aquel hombre que quería llevarme, con el lobo y con Max. Saber qué era lo que él y Donovan me ocultaban.

      Suspiré, frustrada. A pesar de conocerlo muy poco, tenía la certeza de que ninguno de ellos me diría nada, y yo tendría que quedarme con la maldita duda, la incertidumbre y el miedo… Miedo de no saber si ese hombre volvería por mí, aunque, sinceramente lo dudaba. Sacudí mi cabeza y apresuré mi paso para llegar al colegio antes de lo normal, como lo había hecho con anterioridad. Esta vez Donovan no se encontraba en la entrada. Solamente sus amigos rodeados de aquellas chicas, a las que ahora se sumaba Criss, quien era abrazada por Max. Este último, al verme, entornó sus ojos de forma sospechosa.

      Decepcionada y con un revuelo de sentimientos en mi pecho, me dirigí al aula de Química. Gracias al cielo, era el último día de la semana que tendría esa materia.

      Al llegar me encontré con el profesor quien, al igual que yo, apenas iba llegando. Al verme, sonrió y advertí un sutil brillo en sus ojos que me hizo sentir desconfianza. Lo contrario a él, que siempre me miraba como si conociera todo de mí. Aquello me dejó un tanto confundida.

      —Buenos días, señorita Baker —dijo con voz dulce.

      —Buenos días, profesor —susurré algo abstraída.

      Él mantuvo la puerta abierta para mí; pasé a su lado y me fue inevitable no percibir su colonia que olía muy bien. No era una que hubiera olido antes. Era como si él y Donovan tuvieran su propia y única marca. Y, sin dudar, me sentía más atraída por la de este último.

      Entré y fui directo a mi asiento. Comenzaban a ponerme incómoda las miradas del profesor, así que decidí obviarlas y comencé a sacar lo que necesitaba de mi mochila sin levantar la vista.

      —Kairi —me llamó Criss, a quien no había visto—. Sé que debes estar pensando mal de mí, pero no estoy con Max por voluntad propia. Bueno, al menos ayer no lo estaba — se excusó, dándose cuenta de mi disgusto al verla formar parte de esas chicas que vivían jodiéndome con sus miradas desdeñosas.

      —Explícate —le pedí en un susurro.

      Ella no tenía que darme explicaciones y, sin embargo, aquí estaba haciéndolo.

      —Él me tomó, tal como Donovan lo hizo contigo. No entiendo el porqué. Él jamás había puesto su atención en mí. A decir verdad, ningún chico en el colegio lo había hecho… —musitó en voz baja.

      —Entiendo. Lamento que tengas que soportarlo, al igual que yo a Donovan.

      Criss negó y desplegó una tímida sonrisa.

      —Él es… lindo… Todo lo contrario a lo que pensé que era.

      Fruncí el ceño.

      —Te gusta.

      —Mucho —aceptó.

      —Entonces, me alegro por ti —dije sinceramente.

      —Deberías darle una oportunidad a Donovan. Quizá no sea lo que parece.

      Negué.

      —Por supuesto que no —refuté rápidamente.

      Aunque la posibilidad de verlo como ni novio cruzó por mi cabeza, la deseché, tal como llegó. No, yo no debía ni podía tener algo con él. Era extremadamente irritante, impulsivo, posesivo y dominante. Y a mí no me gustaba en lo absoluto ser sumisa de nadie.

      —Bien, comencemos la clase.

      Presté atención al profesor y alejé esos pensamientos, por lo menos durante aquella hora. Aunque sabía de antemano que, tarde o temprano, esas ideas estarían ahí, haciendo de mi cabeza un caos y colocándome en un dilema, al cual ya le había encontrado una respuesta, pero que me negaba a aceptar.

      CAPÍTULO 7

      Comía sola en el comedor, observando todo y nada a la vez. Criss se encontraba con Max y los demás amigos de Donovan, pero este último estaba ausente. No había asistido al colegio, y odiaba estar irritada debido a eso.

      No lo admitiría en voz alta, pero lo extrañaba. Quizá no de una manera amorosa; más bien era por esas peleas constantes que teníamos, a las que comenzaba a tomarles cierto gusto. Un tanto ridículo, lo sabía. Y esa mañana, menos que nunca lograba sacarlo de mi cabeza. No podía entender la razón por la cual presentía que lo acontecido en la noche anterior con aquel ladrón y con ese lobo tenía algo que ver con su falta en ese día.

      De vez en cuando, Max me dirigía una que otra mirada. Me insistió a que me sentara con ellos, pero lo rechacé. Necesitaba estar sola.

      —¿Dónde estás? —susurré.

      La ansiedad se abría paso por mi cuerpo mientras el recuerdo de nuestros besos en mi habitación invadía mi mente sin piedad alguna. Me había gustado sentirlo, besarlo, estar entre sus brazos. Era entendible, y no me reprochaba por ello. Después de todo, Donovan era atractivo. Imposible no sentirse atraída hacia él. Su único defecto era ese jodido carácter que tenía.

      No resistí estar más ahí sin hacer nada, así que recogí mi bandeja, tiré los sobrantes de la comida a la basura y me dirigí a mi siguiente clase.

      Los pasillos estaban solos. La mayoría de los estudiantes se encontraban aún en el comedor, así que caminaba con tranquilidad hacia el tercer piso del edificio. Era tan grande.

      —¿Por qué tan sola, señorita Baker?

      Poco más y pegaba un grito, asustada al escuchar a Derek —mi profesor de Química— detrás de mí. No fue necesario que me volviera a mirarlo; él apareció a mi lado con esa familiar sonrisa ladeada en sus labios carnosos y apetecibles.

      «Detente».

      Por primera vez, obedecí a mi subconsciente. Algo en él no me gustaba. Había dejado de inspirarme confianza, si era que alguna vez había podido sentirla.

      —Me dirijo a mi siguiente clase —contesté ausente.

      Miró su reloj y luego me miró a mí.

      —Aún te quedan quince minutos de tu receso. —Me encogí de hombros casi imperceptiblemente y esquivé su mirada, a la vez que echaba un vistazo al pasillo—. ¿Qué clase tienes?

      —Historia —murmuré en voz baja.

      Él caminaba muy cerca de mí, rozando su brazo con el mío. Era una fricción un tanto incómoda para mí; me ponía nerviosa y provocaba que me quedara un tanto rígida con cada contacto. Estaba segura de que Derek lo sabía, pero poco o nada le importaba.

      —Espero que te vaya mejor de lo que te va conmigo.

      Me detuve y lo encaré.

      —¿Por qué tanto interés en mí? —espeté—. No lo veo hablar con ninguna alumna del colegio, con excepción de mí.

      La comisura de sus labios se elevó hacia un lado y ladeó su cabeza, mirándome seductoramente. Retrocedí y, poco a poco, fui encerrada por él. Nuevamente recorrí con mi vista el pasillo carente de alumnos o cualquier alma que no fuéramos nosotros dos.

      —¿Tan obvio soy? —preguntó acorralándome contra la pared.

      Mi pecho se agitó por su cercanía. Deslicé la saliva por mi garganta y traté de aclararla para poder articular alguna palabra.


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