Dulce tortura. Elena López

Dulce tortura - Elena López


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idiota.

      Comencé a retorcerme con fuerza, poniéndole las cosas un poco difíciles. Solo necesitaba liberarme un poco para enseñarle lo que papá me había dejado. No obstante, quedé impactada cuando tuve sus labios sobre los míos.

      Oh, no. Esto no podía estar pasando.

      Donovan Black me besaba.

      Su boca era muy cálida y su aliento, tan fresco. Combinación extraña, como lo era todo en él. Apreté mis labios para no permitir que siguiera besándome; entonces, su agarre en mi mentón se intensificó. Como consecuencia, me fue imposible mantener mis labios así por más tiempo, y maldita sea que los suyos sabían tan bien. Eran insistentes, moviéndose con furia sobre los míos, dominando por completo, tomando el poder. Era un beso tan… posesivo.

      No muy en contra de mi voluntad, respondí de la misma manera, sin dejarme dominar completamente por él, mostrándole que yo también podía tener poder y que no sería fácil que pudiera obligarme a cumplir su voluntad.

      Mi corazón estaba tan acelerado que se escuchaba perfectamente entre nosotros —o, al menos, así lo percibía yo—, al igual que nuestras respiraciones que iban en aumento con cada segundo que transcurría. Nuestros alientos se mezclaban; su cuerpo se curvaba contra el mío; encajaban a la perfección. Necesitaba detenerlo, parar esto. Estaba yendo muy lejos. Permitía que despertara cosas en mí, y eso no era para nada bueno.

      Me alejé un poco de él; era tiempo de detenerlo. Mis muñecas dolían y mis labios ardían debido al roce de los suyos. Debían estar hinchados y mi rostro sonrojado por el calor que recorría mi cuerpo, sin que pudiera hacer algo para controlarlo.

      —Ves que es más fácil cuando te rindes ante mí. Estaré detrás de ti siempre.

      Sonreí sin gracia, levanté mi mano y la estampé en su mejilla con fuerza. Lo dejé pasmado, lo cual aproveché para tomar mis cosas y salir corriendo de ahí; pero su voz me detuvo antes de que pusiera un pie afuera.

      —Espero que lo hayas disfrutado, porque te saldrá muy caro el haberme golpeado.

      Apreté mis manos, conteniéndome. Iba a responderle, pero preferí quedarme callada y salir con prisa hacia mi siguiente clase. Caminé, sintiendo su mirada sobre mi espalda, me volteé a verlo y me llené de miedo. Había algo en él, algo bestial y oscuro que no había notado antes, pero que ahora era visible, como si hubiera puesto todo su empeño en mantener oculta esa faceta. Sin embargo, justo en ese instante me permitía verla para atemorizarme más de lo que ya lo había hecho.

      Su mirada se tornó oscura y una sonrisa de lado —que distaba mucho de ser amable— apareció en su rostro. Luego dio la vuelta y siguió su camino, dejándome paralizada ante aquel cambio que no hizo más que aumentar mis nervios.

      ¿En qué me estaba metiendo?

      CAPÍTULO 5

      Trataba de concentrarme, de mantener mi mente ocupada en lo que el profesor explicaba, pero sencillamente me era complicado el hacerlo.

      La sensación que había experimentado al tener sus labios sobre los míos seguía ahí, provocándome un cosquilleo que no se iba con nada. Percibía aún nuestros alientos que se mezclaban, sus manos que presionaban las mías tan firmemente, como si no quisiera soltarme y buscara aferrarse a mí. Había sido un beso único, un beso que nunca antes había recibido, y vaya que había besado más de un par de bocas. Donovan era diferente. Creía que sería el típico chico popular, musculoso y carente de neuronas; pero me había equivocado. Él encerraba secretos que me hallaba ávida por descubrir.

      Solté un bufido, exasperada.

      Si antes no había podido lograr sacármelo de la cabeza, mucho menos podría hacerlo luego de que me había besado. Era inútil dejar de pensar en él. Aunque fuera un idiota, admitía que era un idiota muy lindo.

      —Kairi —susurró mi nombre Criss, entre dientes.

      —¿Sí? —contesté, aún con la mente perdida en aquellos labios.

      —Derek no te quita la mirada de encima. Regresa de dondequiera que estés y pon atención —soltó un bufido—. Sé que la clase es aburrida, pero al menos disimula un poco.

      Me fue inevitable no reír y, para mi desgracia, Derek se dio cuenta. Clavó su penetrante mirada en mí, haciéndome sentir pequeña por unos segundos.

      —Veo que algo le causa mucha gracia, señorita Baker.

      Hice una mueca y mis ojos se encontraron con los suyos.

      —Para nada, profesor —susurré.

      Entornó los ojos y sonrió de lado, regalándome una perfecta sonrisa. Me dedicó una última mirada, omitió mi falta de atención y siguió dando la clase. Suspiré aliviada y Criss sonrió de manera cómplice mientras él anotaba la tarea en la pizarra, la cual era muy difícil. Por eso odiaba esa jodida materia y, como una broma de mal gusto del destino, la tenía por tres días consecutivos. Por lo menos, me libraría de ella a partir del jueves.

      Al finalizar, todos nos pusimos de pie para ir directo al almuerzo. Salimos con prisa hacia el comedor, ansiosos por desaparecer de aquella clase. Al parecer, a nadie le agradaba.

      —Señorita Baker —me detuvo la voz de Derek antes de que pudiera irme.

      —¿Sí? —dije volviéndome para mirarlo.

      —Necesito hablarle.

      Solté un suspiro resignada y miré a Criss que me esperaba en el pasillo con gesto ansioso.

      —Ahora te alcanzo.

      Ella asintió y se dirigió al comedor.

      Volví con el profesor y me coloqué frente a él, mirándolo con cautela, esperando que hablara, disimulando difícilmente la atracción que sentía hacia él.

      —He notado que mi clase la aburre demasiado —comenzó a hablar.

      —No entiendo qué fue lo que lo hizo llegar a esa conclusión si apenas es mi segunda clase con usted —repuse cruzándome de brazos.

      Él apoyó su cuerpo en el respaldo de la silla y me imitó.

      —Bueno, basta con ver cómo su mirada se pierde en algún punto fijo de la pared que, al parecer, es más interesante que lo que yo explico —espetó bruscamente.

      Solté un bufido.

      —En fin, ¿a qué viene todo esto? —pregunté ansiosa.

      Él se levantó del asiento y comenzó a guardar sus cosas en su maletín.

      —Solo quería lanzarle una advertencia —agregó mirándome fijamente—. No soy de los que toleran esas faltas de respeto, así que para la próxima la sacaré de mi clase, ¿entendido?

      Mi ceño se frunció e hice una mueca. Dejé caer los brazos a cada lado de mis costados.

      —Bien, no volverá a suceder —declaré dirigiéndome a la puerta.

      Entonces, sin previo aviso, su mano sujetó mi brazo con firmeza. Me volví a verlo, sorprendida por su reacción, mientras que sus ojos, a los que no había puesto demasiada atención, me escudriñaban a la vez que yo hacía lo mismo.

      —¿Se le olvidó decirme algo más? —cuestioné, un poco nerviosa por su contacto.

      Lució indeciso sobre decirme algo. Sus pupilas azules bailoteaban de un lado a otro por el contorno de mi rostro, pero al final solamente negó y me soltó para salir del aula rápidamente. Permanecí un instante ahí, confundida y abrumada por la actitud tan extraña que tenía, después abrí la puerta y salí rápidamente del aula. Sin embargo, no había podido avanzar mucho, ya que de nuevo alguien me detuvo.

      Supe


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