Dulce tortura. Elena López

Dulce tortura - Elena López


Скачать книгу
lo calmaba, como si en realidad este fuera su hogar, su lugar. Se había vuelto una rutina el ir allí. El tener su compañía eliminaba mis miedos acerca del lobo, incluso cuando Donovan poco o nada podría hacer contra él si llegase a aparecer. Pero me brindaba seguridad, como lo es la manta para las personas cuando temen de los monstruos aterradores que duermen debajo de sus camas, pese a que aquel trozo de tela no cuenta con superpoderes para protegerlos.

      —¿Qué tal vas? —preguntó y tomó asiento a mi lado, presionándose contra mi cuerpo más de lo necesario. No me desagradó.

      A decir verdad, me gustaba tenerlo así de cerca. Mi gusto por él no era un secreto para nadie: no me molestaba en ocultarlo más. No tenía caso el hacerlo cuando todo en mí me delataba, así como le sucedía a Donovan para conmigo.

      Habíamos pasado de odiarnos a ser realmente cercanos. Y no precisamente como mejores amigos, sino como algo más, aunque ninguno de los dos se atrevía a hablar de ello. Nos besábamos cada vez que teníamos oportunidad. Donovan me recogía en mi casa, me llevaba al colegio, —a excepción de los martes— comíamos juntos y regresábamos a mi casa de la misma manera. Me había mostrado una faceta completamente diferente, lo que le daba la razón a Criss con lo que había mencionado hacía ya bastantes días. No había visto más al chico odioso, y esperaba no encontrarlo de nuevo un día de esos.

      —Kairi —me llamó de nuevo ante mi silencio.

      —Bien, aunque me he cansado un poco. Lo terminaré mañana —respondí con una cálida sonrisa.

      Donovan cogió un mechón de mi cabello y lo acomodó sutilmente detrás de mi oreja.

      —Perfecto. Ven, quiero que vayamos al santuario —comentó incorporándose.

      —¿Santuario? —repetí confusa.

      —Sí, al que fuimos hace unas semanas.

      Asentí y me ayudó a incorporarme. Metí todo dentro de mi mochila al tiempo que él hacía lo mismo con sus cosas. Luego, en un acto que me tomó desprevenida, Donovan cogió mi mano entre la suya, entrelazándolas. Solo hacía eso cuando nos encontrábamos dentro del auto, y debo decir que la sensación era la misma. Me gustaba, así como también me asustaba.

      Todo había ido tan deprisa que, sin verlo, me había acostumbrado como nunca a tener la cercanía de Donovan.

      Nuevamente avanzamos por la inmensidad del bosque. Esa vez me sentía más confiada y podía disfrutar de lo que me hallaba en el camino, aunque no había logrado encontrarme con ningún animal. Había tenido la esperanza de ver al menos un ciervo.

      Seguramente, al sentirnos cerca, los animales huían.

      —¿Por qué quieres ir allí? —cuestioné.

      —Me gusta, ya te lo he dicho, pero sinceramente lo disfruto más cuando tengo tu compañía. Todo es mejor cuando te tengo a mi lado, Kiari.

      Dibujé una sonrisa con mis labios. A cambio, recibí un beso en la mejilla que me resultó de lo más tierno.

      Minutos más tarde llegamos de nuevo al santuario. El viento sopló con gran fuerza, despeinando mi cabello. Entre risas, avanzamos hacia el lugar y nos detuvimos frente a la gran roca de los lobos, como yo la llamaba.

      —Es como si me brindaras mucha paz. No logro comprender por qué eres tú quien me calma —susurró confundido, mirándome a los ojos.

      —Pensé que te irritaba bastante —comenté divertida. Agitó la cabeza en gesto negativo.

      —No puedo esperar que las cosas sean normales entre nosotros. —Sonrió, pero, segundos después, aquella sonrisa se desvaneció y una seriedad la remplazó.

      —¿Qué sucede?

      —Es solo que no sé cómo decirte esto —respondió nervioso.

      —¿Qué cosa?

      —¿Quieres ser mi novia? —soltó, así sin más.

      Mi boca no fue capaz de articular palabra alguna. Mi cerebro se encontraba en shock; cada parte de mi cuerpo estaba igual.

      ¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿Cómo era que Donovan Black me estaba pidiendo ser su novia? Me resultaba gracioso que él, quien había fingido odiarme y prometido hacer de mi vida una tortura, ahora estuviese haciéndome esa propuesta. ¿En qué momento todo había cambiado y había querido estar con un chico tan arrogante y misterioso? Aunque, por supuesto, las últimas semanas habían influido bastante y el cambio tan radical en la actitud de Donovan también lo había hecho. Él mantenía sus ojos fijos sobre mí. Había algo en ellos, algo que me hacía pensar que el chico que había conocido seguía ahí, bajo la fachada de chico bueno que él arduamente se encargó de labrar para mí.

      —Yo… Yo no sé qué decir —murmuré aún pasmada.

      —Solo di que sí —sugirió suavemente.

      —¿Cuánto llevo conociéndote, Donovan? Es muy poco tiempo —expliqué abrumada.

      —Eso qué más da. Me gustas; te gusto; pasamos todo el tiempo juntos y llevamos saliendo más de dos semanas. Así que deja de darle vueltas.

      —Yo no he dicho que me gustes. Eres engreído, arrogante y muy irritante —bromeé un poco.

      Sonrió malicioso y fue hacia mí para acorralarme entre la pared y sus brazos. Me fue inevitable inspirar hondo para llenar mis pulmones con su perfume. ¿Por qué tenía que oler tan bien?

      —Y tú, tan exasperante y tan bella. —Besó mi mejilla—. Si sabes lo que te conviene, me dirás que sí.

      —Pero ni siquiera te conozco bien —repuse.

      —Estoy loco por ti, Kiari, y que de ninguna manera pienso aceptar un no por respuesta.

      Conociéndolo, sabía que no lo haría. Traté de pensar en darle una respuesta sensata, algo para hacerle entender que, a pesar de que me sentía atraída por él, no podía ser su novia. Sencillamente, no. Apenas nos conocíamos.

      —Es demasiado pronto, Donovan —susurré—. Al menos, déjame convivir más tiempo contigo para poder conocerte aún mejor.

      Negó repetidamente con la cabeza.

      —No hay diferencia alguna, Kairi. No voy a dejar de estar detrás de ti todo el tiempo. Y en el colegio todos saben que estamos juntos, así que solo di que sí y ya. Sería ponerle un título a esto que tenemos. Las cosas seguirían igual.

      Mas mi reticencia hacia él no era eso, sino algo más a lo que no le encontraba explicación.

      —Podemos seguir como hasta ahora sin necesidad de ser novios. ¿Para qué quieres ponerle un título?

      —Porque quiero que me digas aquí —comenzó a decir mirando a nuestro alrededor— que tú eres mía.

      No me permitió darle una respuesta. Selló nuestros labios en un beso, tomándome por sorpresa. Sus manos acunaron mis mejillas. Yo me quedé inmóvil, con ambos brazos a los costados. Disfruté de sus labios, tan adictivos. No tenían comparación alguna, ni siquiera con Derek, quien, gracias al cielo, había dejado de molestar por el momento.

      Dios, Donovan me volvía loca, demasiado. ¿Podría resistirme a él? La respuesta llegó enseguida: no, no podría. Ya había caído en sus redes, pero no quería admitirlo. Mucho menos ponerle las cosas fáciles cuando al principio no se había comportado de la mejor manera conmigo. Sin embargo, de alguna manera, sentía que me cuidaba, que me protegía, aunque a veces podía jurar que de quien tenía que protegerme era de él mismo. Donovan estaba rodeado de algo oscuro, y eso me provocaba miedo. Pero él se encargaba de no dejarme pensar mucho en eso.

      —Dime que sí —solicitó en un susurro y besando mis mejillas.

      —Donovan.

      —Hazlo, Kairi —pidió de nuevo.

      Tomé su rostro con


Скачать книгу