De la revolución a la industrialización. Sergio de La Pena

De la revolución a la industrialización - Sergio de La Pena


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1940 la segunda guerra mundial creaba mayor demanda de bienes primarios y manufacturados lo que condujo a un crecimiento de nuestras exportaciones hasta 1945. Para entonces los desajustes externos de la posguerra y la reorientación de la economía mundial hacia una economía de paz, generaron perturbaciones intensas y hubo un menor crecimiento de las exportaciones de 1947 a 1949.

      La capacidad para importar se elevó por un aumento del volumen de las exportaciones, sobre todo a partir de 1943 cuando la demanda mundial se elevó a consecuencia de la segunda guerra (consúltese el cuadro A.2). También se explica el mayor valor de las exportaciones totales hasta 1952 en parte por cambios en su composición; se incorporó o aumentó la proporción de productos de mayor valor, como algodón, camarón, manufacturas textiles, artículos de cuero y minerales industriales. En este destacado desempeño de las exportaciones influyeron varios factores, entre los más importantes se cuentan: la subvaluación del peso, que prevaleció en varios lapsos, a raíz de las devaluaciones de 1931-1933 (33%), la de 1938-1941 (35% con una revaluación intermedia), y la tercer devaluación en 1948-1949 (78% ); también influyó la situación bélica mundial entre 1938 y 1945, la reconstrucción europea y la guerra de Corea.

      El intento de crear una industria sustentada en la demanda interna requería importaciones de maquinaria e insumos intermedios que se elevaron hasta iniciar la tendencia al creciente desequilibrio externo en balanza comercial, y más aún en la cuenta de capital, el déficit fue compensado con inversiones y créditos del exterior. Las importaciones crecieron a un ritmo anual de más de 18% entre 1932 y 1947 y su valor superó el de las exportaciones desde 1946, salvo en el breve lapso de 1948-1949 (por la fuerte devaluación); el cambio en su cuantía y composición refleja la transformación de toda la economía, pero sobre todo hace evidente el proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Bajó la proporción de bienes de consumo entre 1932 y 1952 a cerca del 20% de las importaciones y aumentó la de insumos y bienes de capital que explican el 80% restante; éstos últimos constituían cerca de 40% de las importaciones al finalizar el periodo (consúltese el cuadro A.2.4).

      La situación mundial bélica desde finales de los años treinta modificó la tensa relación con los Estados Unidos y el b loqueo a raíz de la expropiación petrolera, y en 1942 se vieron obligados a procurar una relación más estable y amistosa con México a fin de garantizar la seguridad de su frontera. De esta manera, el gobierno estadunidense presionó a las empresas petroleras afectadas para concretar arreglos sobre redamos y deudas, se otorgaron algunos créditos, se amplió el intercambio y se firmó un tratado comercial. El efecto más inmediato fue el incremento de las exportaciones: crecieron en dólares 10% entre 1940 y 1947, con un máximo de 50% en 1943 (consúltese el cuadro A.2). También las importaciones crecieron de manera significativa, 20% en promedio anual. Pero con la guerra se creó un cierto vacío de competencia que operó como protección. Hubo un crecimiento intenso, si bien plagado de deficiencias, desequilibrios estructurales y monetarios e inflación. En la posguerra las presiones externas para abrir la economía y las internas por las disputas en torno al rumbo del país, resultaron en replanteamientos del rumbo del crecimiento sobre la base de un vigoroso sistema protector.

      Destaca que entre 1940 y 1952, el crecimiento fue regular y elevado, a una tasa de 15% promedio anual, 5% en términos reales. No obstante los desajustes al terminar la guerra y las tormentas devaluatorias de 1948 (consúltense los cuadros A. 1.1 y A. 1.3). A este desempeño contribuyó el sólido crecimiento de la agricultura (5.6% promedio anual real), gracias a que en la segunda mitad de la década empezaron a hacerse visibles los beneficios del reparto agrario y de las grandes obras de riego; se usaron nuevas tecnologías, se amplió la frontera agrícola y la oferta de productos comerciales. Asimismo las manufacturas registraron un crecimiento importante de 6.4% promedio anual, entre 1940 y 1952, en parte por la sustitución de importaciones que tuvo lugar a lo largo del periodo con notable regularidad, excepto entre 1942 y 1945.

      La capacidad para importar, incrementada por los precios externos favorables, dieron mayor dinamismo a la oferta global que creció en términos reales a un ritmo anual de 6% entre 1940 y 1952 (consúltese el cuadro A.4). A la vez en la demanda global la inversión fue el renglón más dinámico, creció 10% en promedio anual real; el consumo mejoró también en una tasa de 5.3% en promedio anual real. La evolución de los componentes internos de la oferta y la demanda globales entre 1932 y 1952, muestran una marcada estabilidad. No así los extranjeros cuyo crecimiento es bastante más errático sobre todo el de las exportaciones (consúltese el cuadro A.4).

      Así la formación de capital se mantuvo a un nivel elevado, de manera que el coeficiente de inversión pasó de 6.4 % del PIB a 21% en esos 20 años (consúltense los cuadros A.4 y A.5). El consumo creció 5% en promedio anual entre 1940 y 1952, con pocas variaciones en el lapso; en los años treinta, se registró una redistribución del ingreso por el reparto agrario y el crecimiento de los salarios reales. En los años cuarenta la inflación reduce los salarios reales; quizá esta reducción se vio compensada por el aumento de la ocupación, la migración hacia las ciudades y los cambios a ocupaciones mejor remuneradas; en la posguerra se registra una recuperación moderada del salario real.

      En efecto, la inflación se convirtió en parte de la vida cotidiana; hasta 1954. Los aumentos de precios podían ser moderados o intensos y se dieron independientemente de políticas proteccionistas — 1947 en adelante— o más orientadas a la apertura económica; como de 1942 a 1947, también la inflación fue independiente del crecimiento pues se registró en momentos en que éste era intenso y en periodos de estancamiento, tampoco tuvo relación con aumentos o caídas del salario, o con el déficit público, pues en años de caída del salario o de superávit también hubo inflación. En este periodo, pensamos que el fenómeno inflacionario se debió más a un desajuste entre oferta y demanda, pues la demanda interna y externa estaban en expansión por un incremento cuantitativo (mayores empleos) y cualitativo (aumento de los salarios) del mercado interno y porque existía un consumo rezagado desde el periodo armado de la Revolución y la externa creció por la segunda guerra mundial, la reconstrucción y la guerra de Corea. Mientras, la producción tenía limitaciones para crecer pues la instalación de nuevas plantas requería la importación de maquinaria, pero Estados Unidos y Europa (de donde provenía la maquinaria) habían reducido su producción para incrementar la de armamento para la guerra, por tanto no se pudo ampliar la planta productiva a los ritmos que hubiese sido necesario para satisfacer la demanda en expansión.

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